Madrid se sube al escenario

  • Un patio con una perra ruidosa, una portera cotilla, una pitonisa, un desafortunado limpiacristales, un bar lleno de papeles en el suelo y una fe indestructible en el Real Madrid. Hasta el 13 de febrero en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, Madrid se sube al escenario.
Alessia Cisternino
Alessia Cisternino

Hace falta mucho amor para convertir las calles de la ciudad en la que uno vive en un escenario y las personas que las recorren todos los días en personajes de una pieza teatral. El mismo amor que en 2004 animó la dramaturga Margarita Sánchez a escribir Mi Mapa de Madrid, una comedia agridulce que en estos días y hasta el 13 de febrero se representa en la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid.

La comedia, dirigida por Amelia Ochandiano, está brillantemente interpretada por Roberto Cairo (conocido por el público de la pequeña pantalla por su papel de Desiderio en la serie Cuéntame cómo pasó) que interpreta un amable ruin de fe madridista, José Luis Gago el dueño del típico bar madrileño con papeles en el suelo y su clientela muy fiel y por Estrella Blanco, que da vida a un portera un poco cotilla y gritona, con la que los que viven en Madrid se habrán cruzado mil veces.

También está María que tiene el corazón (otra vez) roto por un escritor que pasa de ella, Chispa una perra que ladra todo el rato y acaba muerta en el patio – las dudas de que se haya suicidado son bastante razonables – Tomás, un desafortunado limpiacristales que vive con su madre, los mellizos Juan y José que se han quedado nuevamente en el paro y Luisa, una excéntrica señora que se gana la vida con el tarot e intenta cambiar su suerte y la de Lola y de María con un experimento de psicomagia que hace sonreír.

Mi Mapa de Madrid no es una comedia ambientada en Madrid, es una comedia sobre Madrid, hecha por Madrid, por sus calles y por esta humanidad un poco “garbancera” que Margarita Sánchez, en un ataque de realismo y de pasión por la capital, elige representar y llevar a un escenario al que se suben no sólo los actores, sino también el público. Los dos atrapados en una zona de obras, quizás en una parada del metro, que la escenógrafa Teresa Rodrigo reconstruye a la perfección en el espacio de la sala, creando una situación muy bien conocida por los madrileños de la era Gallardón.

A través de estas ni siquiera tan sutiles alusiones a la realidad capitolina y de una lupa que simplemente se acerca a las personas que recorren las calles de Madrid todos los días, Margarita Sánchez y Amelia Ochandiano consiguen transformar la capital en algo que se puede disfrutar incluso sentados en las butacas de un teatro. Y, sin cambiarle ni un detalle en algo al fin y al cabo hermoso y entretenido.

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