Malos tiempos para la lírica neoyorquina

  • Cada otoño, la vida cultural de Nueva York abre temporada con sus mejores galas, pero este año el programa musical y operístico de la ciudad ha sufrido un triple revés: la huelga del Carnegie Hall, las protestas ante la Metropolitan Opera House y el cierre por cuestiones económicas de la City Opera.

Mateo Sancho Cardiel

Nueva York, 5 oct.- Cada otoño, la vida cultural de Nueva York abre temporada con sus mejores galas, pero este año el programa musical y operístico de la ciudad ha sufrido un triple revés: la huelga del Carnegie Hall, las protestas ante la Metropolitan Opera House y el cierre por cuestiones económicas de la City Opera.

Sin duda el caso más preocupante ha sido este ultimo, que sucedía el pasado miércoles. La City Opera había nacido con la intención de ofrecer un acceso más económico a las artes líricas a los neoyorquinos en 1944, pero en sus últimos equilibrismos por resultar sostenible había fracasado.

Nació con una producción de cien óperas anuales y acabó sus días ofreciendo tan solo dieciséis. Hoy se representará la última de ellas, "Anna Nicole", la ópera sobre la vida de Anna-Nicole Smith. Tras el cierre del telón, la institución se acogerá a la ley de bancarrotas.

Ya hace dos años se desligó del Lincoln Center para asumir una gestión más espartana y su último intento de supervivencia fue pedir en septiembre una contribución de 7 millones de dólares, pero se quedó muy por debajo de las expectativas al recaudar solo dos.

Así ha llegado el fin de la llamada "ópera del pueblo", que durante sus casi siete décadas de existencia ayudó a lanzar a jóvenes talentos, como el tenor español Plácido Domingo.

La misma noche en que se anunciara el cierre de esta ópera, otra de las instituciones culturales de Manhattan, la sala de conciertos Carnegie Hall tenía que cancelar su gala de apertura apenas unos minutos después del comienzo, saboteada por una huelga de tramoyistas.

El programa era de lujo: la Orquesta de Filadelfia -recuperada, por cierto, de la bancarrota que anunció en 2011-, con el violinista Joshua Bell y la dirección de Yannick Nézet-Séguin, dispuestos a interpretar piezas de Tchaikovski y Ravel que brillaran con la consabida buena acústica del recinto. Pero no pudo ser.

En su primera huelga en los 122 años de historia de esta sala, cuyas paredes han escuchado la historia musical del siglo XX, el Carnegie Hall tuvo que ceder a las presiones de los tramoyistas de plantilla, disgustados porque en el nuevo espacio que dedicarán a la educación musical han contratado a tramoyistas con peores condiciones salariales que las suyas.

La polémica saltaba tras trece meses de negociaciones y no se ha cerrado todavía. La sala de conciertos acusa al sindicato de tramoyistas de querer tener más influencia en la institución cultural que les paga "algunos de los contratos más lucrativos del sector".

Los tramoyistas, en cambio, señalan que, con un presupuesto de 230 millones de dólares (170 millones de euros) para lo que se denominará "Education Wing", había dinero para buenas condiciones de empleo y "han decidido no contratar de la manera adecuada".

En cualquier caso, la gala de apertura de temporada, uno de los eventos que mide la salud de la elite cultural neoyorquina, quedó frustrada y con ella los generosos donativos que el evento genera.

Que se sepa, la Metropolitan Opera House no tiene preocupantes problemas económicos o disputas sindicales, pero este año se enfrentó a protestas y airadas reacciones por una cuestión de tintes ideológicos, al ser acusada de apoyar la política homófoba del presidente ruso, Vladimir Putin.

La razón: la elección para la noche del 24 de septiembre, apertura oficial y de tiros largos de la temporada operística 2013/2014, del montaje de "Eugene Onegin" dirigido por Valery Gergiev y con la diva entre las divas, Anna Netrebko, ambos simpatizantes del gobierno de Putin.

Con un amplio sector homosexual entre su más fiel parroquia, la Metropolitan Opera House siguió con sus fastos y fue clara en su postura: "Como institución artística, el Met no es el vehículo apropiado para luchar batallas contra las injusticias sociales del mundo", rezaba un comunicado que dieron con el programa de mano aquella noche.

La función se realizó de principio a fin, pero antes de que se oyeran las voces de Netrebko o quien daba vida al protagonista, Mariusz Kwiecien, se escucharon gritos de protesta que acusaban a la diva de mantenerse callada ante las agresiones al colectivo LGBT.

Ella se limitó a poner un mensaje en Facebook que decía: "Nunca he discriminado ni discriminaré a nadie". Y en el momento en el que una "prima donna" tiene que recurrir a las redes sociales no queda más remedio que recordar aquello de "malos tiempos para la lírica".

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