Para el grupo de rock sirio Khebez Dawle, el exilio se convierte en gira

  • Como miles de sirios, los integrantes del grupo de rock Khebez Dawle abandonaron sus hogares rumbo a Europa, pero su exilio se convirtió inesperadamente en una gira en Croacia, donde encadenan conciertos y entrevistas dando voz a los refugiados.

"¡Todos somos humanos! ¡Gracias por estar ahí!". En el escenario del Mocvara, un club alternativo de Zagreb, Khebez Dawle hechiza a las 300 personas del público con sus riffs y sus voces orientales, bajo el haz de los focos azules.

Junto a dos amigos músicos, Anas Maghrebi, Mohamed Bazz y Hekmat Qasar regresaron al escenario de manera totalmente inesperada.

Los roqueros ya habían improvisado el pasado domingo algunos temas en Kutina, pequeña localidad al sureste de Zagreb que alberga a migrantes. Y, el próximo domingo, el conocido grupo bosnio Dubioza Kolektiv les ha invitado a su concierto en Liubliana, capital de Eslovenia.

"¡Es la gira del exilio!", bromea el vocalista del grupo Anas Maghrebi, con sus ojos brillantes bajo una gorra gris.

Aún no saben si podrán atravesar la frontera con Eslovenia, pero, si pueden, no se perderán "esta gran oportunidad". "Tocar la música alternativa siria ante públicos diferentes... Es por eso que hemos hecho este viaje", explica el líder del grupo.

Tras Beirut y Estambul, los tres músicos pusieron rumbo a Europa a finales de agosto, dejando atrás a Bashar, el cuarto miembro del grupo, para quien no hay papeles por desertar el ejército sirio. Otros cinco amigos, también artistas, se unieron a ellos.

Los artistas querían dar un nuevo impulso a su grupo Khebez Dawle, que en español significa el "Pan del Estado" subvencionado por el gobierno sirio, símbolo del mínimo de subsistencia.

"Teníamos invitaciones para festivales, pero no podíamos ir, ya que las autoridades pensaban que nos quedaríamos en sus países", explica Anas. "Nunca me imaginé haber hecho eso ilegalmente. Nos vimos obligados".

Al igual que el resto de migrantes, el periplo fue doloroso y marcado por episodios surrealistas, como su llegada a una playa de la isla griega de Lesbos, donde hicieron buenas migas con los turistas que tomaban el sol y a quienes distribuyeron su álbum.

Desde Grecia, rumbo a Macedonia, Serbia y Croacia, donde la policía los detuvo. "Charlamos con los policías, escucharon nuestro disco. Estar detenido en una comisaría y escuchar nuestras canciones que hablan de prisión y libertad, ¡Es increíble!", sonríe Anas Maghrebi.

Un día y medio después reanudaron su marcha. Los activistas con quienes se cruzan transmiten su actividad musical y les proponen conciertos con instrumentos prestados, ya que tuvieron que vender los suyos para financiar el exilio.

Petar Varat, de 41 años, acudió a su sesión improvisada de Kutina y volvió a verlos en el Mocvara de Zagreb. "Es importante verlos sobre el escenario, compartir valores comunes", estima.

"Son valientes de hacer lo que hacen. Seamos lo suficientemente abiertos para apoyarlos", añade Ema, una traductora de 30 años, quien acudió al concierto sin conocerlos.

Su sueño: Reunirse con el cuarto miembro de la banda en Berlín, "una capital internacional del arte y la cultura".

Mientras tanto, los músicos utilizan su pequeña notoriedad para difundir la voz de los refugiados.

"Los medios hablan de gente pobre, triste, que quiere comida y un techo. Pero esta crisis es mucho más que eso. Es una nación civilizada y culta, que ha sido expulsada de su propio país", recuerda el inagotable cantante.

Su primer álbum contaba la historia de un joven que explicaba la revolución siria. El próximo retomará con total seguridad una parte de su exilio, fuente de "mucha inspiración". "Demasiada inspiración", suspira Anas.

ljv-sva/gkg/tjc

Mostrar comentarios