Pérez Domínguez novela la falsa neutralidad de España con los nazis

  • Después de ganar el premio Ateneo de Sevilla con "El violinista de Mauthausen", Andrés Pérez Domínguez se adentra en la posguerra con "El silencio de tu nombre", una novela de espías con la que el escritor quería tratar el tabú de "la falsa neutralidad" de España en la II Guerra Mundial.

Jose Oliva

Barcelona, 7 oct.- Después de ganar el premio Ateneo de Sevilla con "El violinista de Mauthausen", Andrés Pérez Domínguez se adentra en la posguerra con "El silencio de tu nombre", una novela de espías con la que el escritor quería tratar el tabú de "la falsa neutralidad" de España en la II Guerra Mundial.

En el germen de "El silencio de tu nombre" (Plaza y Janés) estaba "la falsa idea de que España había sido neutral en la II Guerra Mundial, una neutralidad oficial, pero no del todo inocente", matiza en una entrevista con Efe.

"Hicimos negocios con los nazis durante la Guerra Mundial, les vendíamos wolframio, un mineral que necesitaban para su industria de guerra y, cuando terminó la contienda, acogimos a nazis huidos y el Gobierno de Franco y la Iglesia española los protegió", continúa el autor.

Pérez Domínguez llegó a la conclusión de que era interesante narrar todas esas circunstancias, y, como ya hiciera con "El violinista de Mauthausen", en esta ocasión ha querido tratar "un tema tabú para la narrativa en España".

Su novela, señala el narrador, cuenta "la historia del silencio de un hombre" y en sus páginas vuelve a una trama de espionaje.

Pérez Domínguez considera que "se pueden hacer novelas entretenidas y además hacer buena literatura" o lo que es lo mismo, "se puede combinar la potencia de la novela de aventura anglosajona con la calidad literaria española".

Mantenerse literariamente en esa franja que va desde la década de los 30 a los 50 aporta al escritor sevillano "la capacidad de desarrollar personajes que han sido héroes, idealistas convencidos, románticos y gente que es capaz de luchar por una causa".

Personajes que no son ni buenos ni malos, sino que son "poliédricos", que se comportan en función de las circunstancias.

Para Pérez Domínguez, crear una atmósfera resultaba vital y para documentarse recurrió a periódicos y memoria gráfica de la época.

La novela se inicia en enero de 1950, cuando Erika Walter, viuda de una agente secreto alemán, huye a Madrid con un legajo de documentos que implican a altos cargos nazis en el exilio, y su amante, Martín Navarro, ex miembro del PCE, se ve obligado a abandonar París y seguirla, con todos los riesgos que supone volver a España.

Como la mayoría de sus personajes femeninos, Erika es "de los más enigmáticos, pero a la vez más interesantes", y su creador la define como "una mujer fuerte, inteligente y sobre todo práctica", mientras que su amante es "un héroe de la Guerra Civil, que le pilla el final en la URSS y que vuelve a ser héroe en la Segunda Guerra Mundial".

Martín Navarro acabará desencantado al no ver la vuelta a España de un gobierno democrático y descubrir las purgas de Stalin, que acaban con muchos de sus amigos muertos o en Siberia.

El amor, la lealtad, el fracaso, el sentimiento de culpa siguen siendo constantes argumentales en esta nueva novela de Pérez Domínguez, porque forman parte de su "universo literario" y además, asegura, "no podría engañarse" ni a si mismo ni a los lectores.

También es marca de la casa situar a los personajes en situaciones límite, porque le sirve para "dar más dramatismo y dinamismo a la trama", así como jugar con el lector con continuos saltos en el tiempo, que "la lectura no sea lineal" y el lector viaje con él y se implique.

Para escribir la novela, a la que ha dedicado dos años, el autor visitó todos los lugares en los que discurre: Berlín, Salzburgo, Madrid, Barcelona y Andalucía, y se documentó en los numerosos libros que hablan del trasiego del oro nazi por España o la extracción de wolframio, pero, advierte, que ha hecho una novela bien documentada y "no un documental novelado".

A pesar de la dureza de la época, Pérez Domínguez quiere transmitir al lector un mensaje de esperanza: "Mis finales -dice- son siempre abiertos y aunque pasan muchas cosas, siempre hay una puerta abierta para la esperanza, porque es mejor que el lector pueda respirar".

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