Reparar estilográficas, una artesanía que muere joven

  • El arte de reparar plumas estilográficas es un trabajo de precisión que apenas tiene un siglo de vida pero que ya parece condenado a desaparecer en un mundo donde pocos son los que usan este instrumento y donde se escribe cada vez menos a mano.

Snezana Stanojevic

Belgrado, 27 oct.- El arte de reparar plumas estilográficas es un trabajo de precisión que apenas tiene un siglo de vida pero que ya parece condenado a desaparecer en un mundo donde pocos son los que usan este instrumento y donde se escribe cada vez menos a mano.

"Es una artesanía que comenzó con el siglo XX. La artesanía de un siglo no es vieja. Y, sin embargo, la vida de ésta se acabó muy pronto", declara a Efe Milan Popovic, uno de los pocos reparadores de estilográficas que quedan en los Balcanes.

"Somos pocos los que podemos hacer el trabajo completo", cuenta Popovic, un ingeniero mecánico al que su entusiasmo por las estilográficas le alejó de su profesión para aprender el arte de repararlas.

Las premisas de toda reparación son "mucha paciencia y agua tibia" para, primero, limpiar a fondo la pluma y, luego, poder atacar el problema.

"Devolver la vida a una estilográfica representa una enorme satisfacción", señala el último representante de este oficio en Belgrado.

"Puede recuperar su estado original o llevarla al estado de funcionamiento, es decir, funciona pero de una manera diferente. Esas dos cosas no necesariamente tienen que estar vinculadas", diferencia.

Admite, sin embargo, que no siempre es posible dar a la pluma una nueva vida, debido a la falta de piezas de recambio, sobre todo para modelos muy viejos.

Cuando esos recambios faltan o la reparación se complica, el ingenio del artesano es su "herramienta" más valiosa.

En ocasiones ha de elaborar él mismo las piezas o sustituirlas por elementos de otras marcas o modelos, todo aplicando misteriosos retoques cruciales para la reparación.

Los "pacientes" más complicados son aquellos en los que falla el plumín, ya que su finura exige ser muy cauteloso al extraerlo de la ranura y acertar exactamente en su posición original al insertar el nuevo, respetando el ángulo exacto respecto a portaplumas.

Para afilar el plumín, la minuciosidad es obligada para no alterar la estática ni el ángulo, en una tarea que requiere precisión milimétrica.

Los clientes son pocos. Gente que quiere conservar su estilográfica por motivos sentimentales, coleccionistas, algunos fieles que aún la usan para escribir, como varios escritores, o aquellos que usan la pluma por esnobismo.

Prolongar la vida a una estilográfica tiene su precio, que no es poco, sobre todo en modelos valiosos o con elementos de oro, pero también depende del defecto.

"Hoy, la estilográfica tiene dos roles. Uno, es que hay muchos enamorados de la pluma como un instrumento complejo, que puede ser muy complicado. Ellos gozan de todo eso. El otro, son los enamorados de la escritura. Hay escritores que escriben con la estilográfica", señala el artesano.

"También hay seguidores de la moda que tienen estilográficas caras, que cuestan como un buen coche. En ellas hay muchos adornos, cosas superfluas. En general, tienen mejor pinta que como escriben", ironiza.

La llegada del bolígrafo detuvo el desarrollo de la estilográficas, más delicadas al escribir, más difíciles de mantener y más caras.

Hoy día, el uso de ordenadores se ha impuesto totalmente a la escritura a mano y a dejado la pluma relegada al uso de unos pocos o para la firma de importantes acuerdos o documentos políticos.

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