Rodrigo Cortés: "Quiero que el espectador desconfíe de todo lo que ve"

  • Tras causar sensación con 'Buried (Enterrado)', que transcurría por entero en un ataúd, Rodrigo Cortes estrena hoy su tercera película, 'Luces rojas'. De nuevo con un reparto más propio de una producción de Hollywood (Cillian Murphy, Sigourney Weaver y Robert De Niro), aborda los fenómenos paranormales elevados a espectáculos de masas. "Busco que el espectador conviva con la película e intente desentrañar qué se oculta detrás de una maraña de apariencias", adelanta.
Cillian Murphy, Rodrigo Cortés y Sigourney Weaver en la presentación de 'Luces rojas' en el pasado Festival de Sundance
Cillian Murphy, Rodrigo Cortés y Sigourney Weaver en la presentación de 'Luces rojas' en el pasado Festival de Sundance
Larry Busacca/Getty Images
Fernando de Luis-Orueta

"Las luces rojas son notas discordantes, cosas que no deberían estar ahí, detalles que desvelan que algo va mal". Rodrigo Cortés (Orense, 1973) habla de su tercera película con una tranquilidad aplastante. Luces rojas es la historia de una investigadora, su ayudante y un parapsicólogo a quien quieren desenmascarar. Pero el propio Cortés incorpora un cuarto personaje: el espectador.

"En un momento dado, el espectador se convierte en un buscador activo de luces rojas. Llega un momento en la película en que empieza a desconfiar de todo lo que ve, de lo que oye, de todos los mecanismos de percepción y trata a través de las luces rojas de ubicarse. Pero enseguida descubre que es un esfuerzo vano ya que la película le obliga a cambiar su opinión varias veces a lo largo del metraje".

"Busco que el espectador conviva con la película y se comunique de forma activa con ella intentando desentrañar qué se oculta detrás de una maraña de apariencias", continúa. "Trato de que tenga que averiguar las cosas replanteándose su percepción sobre todo, que se dé cuenta de que su cerebro no es un instrumento fiable para interpretar el mundo. En ese sentido, la película quiere dar todas las respuestas, considerando igualmente importantes las preguntas".

En el caso de Luces rojas las preguntas giran entorno a los fraudes paranormales. "Es un concepto inicial que me resultaba interesante porque encierra en sí mismo dos conceptos antitéticos: lo paranormal, que es lo oculto y misterioso; y el fraude, que es el hombre haciendo lo que mejor se le da. Y el ilusionismo como puente entre ellos".

La temática, y el propio desarrollo de la citan convierten al propio director en prestidigitador, con el riesgo que eso conlleva, porque siempre habrá espectadores que quieran desenmascararle. "Hay dos formas de ir a un espectáculo de ilusionismo", señala Cortés. "Puedes pagar 200 pavos por ver a David Copperfield y disfrutar durante dos horas de la ilusión de que vuela, o puedes ir a demostrar que no vuela, lo cual es un absurdo porque es una evidencia".

"El disfrute del espectador será mucho mayor en cuanto desee asistir a un número de magia y dejarse llevar por todos sus procesos. Al final el trabajo del ilusionista, como el del director, es conseguir que la gente mire tu mano izquierda mientras con la derecha te haces con alguna cartera".

Aunque no revele sus trucos, sí da alguna pista: el secreto está en el chasis. "La película ha sido estructurada de forma muy consciente como un número de magia en el que hay una primera fase en la que sigues con comodidad lo que está haciendo el mago, dónde está la carta y puedes seguir los movimientos de sus manos; pero poco a poco las cosas empiezan a complicarse y llega un momento en que ya no es tan fácil saber debajo de qué vaso está la puñetera bolita; hasta que todo desemboca en ese truco final que da sentido a todo lo que uno ha visto y te devuelve al asiento queriendo saber cuándo y cómo ha pasado y por qué no has sido capaz de darte cuenta".

Para ello, podría pensarse que Cortés se ha fijado en algunos títulos selectos del amplio catálogo de películas que han abordado lo paranormal antes que él. Pero tras citar de pasada Poltergeist o El ente, el realizador apunta en otra dirección bien distinta: "Uno de los códigos genéticos que insuflan de vida esta película son los thrillers políticos de los años setenta: las películas de Lumet o de Pakula, con ese sentido conspirativo general en el que el peso de una amenaza se cierne constantemente, en las que los protagonistas llevan a cabo una investigación tratando de averiguar qué se oculta detrás de ese laberinto de apariencias y cómo esa investigación acaba devorando a los personajes".

Pese a ser una producción mayoritariamente española dirigida por un realizador español, Luces rojas está rodada en inglés con dos grandes estrellas estadounidenses, Robert De Niro y Sigourney Weaver ("desde el primer momento te hacen saber en palabra y en obra que ellos son los actores y tu diriges: llegaban por la mañana diciendo qué tenemos que hacer", asegura).

"La razón por la que se rueda en un sitio o en otro parte de la historia. En el caso de Buried era evidente: es un guión americano, que transcurre en el Guerra de Irak... es difícil de traducir sin perder elementos fundamentales. Y en este caso, una reflexión sobre la creencia, esa necesidad absoluta elevada a cualquier tipo de paroxismo, convertida casi en un espectáculo de masas con intervención masiva de los medios de comunicación, es algo que sólo tiene una posibilidad creíble de existencia en Estados Unidos. En Londres, en Francia, es España, sería muy difícil de asumir, no responder a nuestra psicología ni a nuestras sociedades, que son más descreídas. Hace falta una energía más infantil, y lo digo en el buen sentido".

Pero hay algo más, casi de principios, en difuminar el marchamo de cine español. "No tengo una percepción clara de qué es 'nuestro cine'. Cuando decimos cine español intentamos constreñirlo a los márgenes de una determinada etiqueta, como si fuera 'Moda de España' o 'Galicia calidade', cuando en realidad no estamos definiendo mucho más que dónde se ha hecho esa película. Las nacionalidades en sí mismas no constituyen géneros".

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