Segunda República: El fracaso de una ilusión

  • Cuando se cumplen 80 años del nacimiento de la Segunda República, dos historiadores repasan los ideales de una época que situó a España a la cabeza de la modernidad y analizan los motivos de su fracaso.
Resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931
Resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931
Chiqui Esteban
Laura Pintos

Curiosidades, revelaciones y sorpresas de la II RepúblicaDe repente, el 14 de abril de 1931 todo parecía posible: vivir en un país democrático y pertenecer a una sociedad libre, más justa, igualitaria y mejor educada. Esta esperanza, renacida de los rescoldos sobrevivientes a años de dictadura gracias al aliento de una pequeña elite intelectual, unió a muchos en torno al sueño de la Segunda República.

Fue una etapa breve y convulsa de lucha por los ideales y de grandes conquistas y reformas sociales que pusieron fugazmente a España a "la cabeza de la modernidad", pero también de profundas divisiones, conflictos y enfrentamientos que derivaron en los terribles años de la Guerra Civil española (1936-1939). Cuando se cumplen ochenta años de su inicio, dos historiadores reflexionan sobre sus grandes logros y sonados fracasos.

La Segunda República podría resumirse, en opinión del historiador Fernando García de Cortázar, en "el intento frustrado de hacer avanzar mucho a España en muy poco tiempo".

De esos años, y de la gesta de "una burguesía ilustrada y reformista" conformada por hombres como Manuel Azaña, "la gran representación de la Segunda República", el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto rescata especialmente su "espíritu de cambio y su deseo de mejora". 

"Se trató en realidad –continúa- de un cierto sentido de la utopía, entendiendo esta como un deseo de cambio y de mejora racional y razonable, de renovación y perfección de la democracia. Aunque fueron deseos más que hechos". 

La también historiadora Genoveva García Queipo de Llano coincide en que la Segunda República fue una "eclosión de ilusión generalizada", una época de "gran esperanza para la gente, que la recibió con muchísimo entusiasmo" y apunta que "no en balde la llamaban 'la niña bonita". 

"Fue un momento de cambio después de los últimos gobiernos de la monarquía, que llegó de manera sorpresiva a raíz de las elecciones municipales de abril del 31, que provocaron un cambio de régimen de un día para otro", añade. 

Esta ansia por hacer avanzar a España y remozar su estructura social y política se materializó en medidas como la reforma agraria, diversas reformas laborales y militares, una nueva legislación en materia educativa, la puesta en marcha del Estatuto provisional de autonomía de Cataluña y, finalmente, la nueva Constitución de 1931

En medio de huelgas promovidas por la CNT anarquista, enfrentamientos con la Iglesia e incendios y asaltos de conventos e iglesias, se aprobaron cuestiones tan espinosas, y adelantadas para su época, como el divorcio, la equiparación de hijos legítimos e ilegítimos, el voto femenino, el establecimiento de un Estado laico, la enseñanza mixta y la libertad de culto. 

Sin embargo, gran parte de estos cambios se quedaron en las intenciones y en el papel y se vieron frustrados en la práctica.  

Los motivos de un fracaso 

"Realmente España se pone a la cabeza en ese momento, pero tristemente no consigue ser más moderna que otros países, porque el gran intento de secularización de la enseñanza no se consigue por falta de medios y debido a que la Iglesia sigue teniendo preeminencia en este campo, y no es una Iglesia como la de los años 60 y 70 sino fuertemente conservadora", relata García de Cortázar. 

"Y también –prosigue- porque la reforma agraria fue un intento maravilloso de resolver un problema de larga duración en España, de mejorar el rendimiento el campo y establecer un reparto menos injusto de la tierra, pero vuelve a frustrarse por los grandes terratenientes y por la forma en que se llevó a cabo y la falta de fondos".

"Las cosas se hicieron mal. Hubo discusiones muy fuertes. Todo empezó a fallar. Proyectos como la reforma agraria, que era muy bien vista y hacía falta, se vieron truncados por la misma dificultad que tenían, ya que resultaba muy caro ponerlos en práctica tal como se plantearon", indica a su vez Queipo de Llano, profesora titular de Historia Contemporánea de la Uned. 

"El segundo bienio o bienio negro (iniciado en 1933, tras el triunfo de la derecha en las elecciones y conocido así por la represión de la Revolución de 1934) tuvo muchas divisiones y problemas económicos. Se les fue de las manos el tema religioso y hubo muchos problemas, tanto que mucha gente comenzó a apartarse porque eso no era lo que quería", señala. 

En su opinión, la Segunda República "fue la época de España de mayor libertad y en la que estuvo más avanzada políticamente. Pero no se supo asimilar, quizá por falta de preparación de la gente". 

García de Cortázar apunta a su vez hacia una sociedad que estaba "atrasada" y "muy polarizada en dos grandes bloques, uno ultraconservador en buena medida controlado por el Episcopado, y la izquierda, que no colaboró con el intento de cambio y exigió y pidió más" y quiso "hacer su revolución". 

También recuerda el impacto de la gran crisis económica del 29, que "golpea a España fundamentalmente a partir del año 31, coincidiendo con el advenimiento de las Segunda República" y, por otra parte, que "también Europa se debatía entre dos grandes políticas con el ascenso de totalitarismos que llevarían a la Guerra Mundial". 

Grandes figuras 

La Segunda República fue la obra de un grupo de hombres, y algunas mujeres, que vieron su oportunidad para construir el país en el que habían soñado vivir. García de Cortázar, autor de unos 60 libros divulgativos entre los que se cuentan el best seller 'Breve historia de España', así lo cree. 

Aunque considera que no se puede comparar aquella época con la actual ("hoy la sociedad es completamente distinta, hay una amplia capa de clases medias que antes no existían"), el catedrático rescata "el modelo de políticos y grandes intelectuales", encabezados por Azaña, que dio origen a aquel intento de cambio, muchos de ellos arrastrados a la vida pública por este deseo. 

"Creyeron en la utopía y estaban llenos de buenas ideas, pero quizás les faltó ese instinto que debe tener un político para saber a qué sociedad se dirige", precisa. 

Queipo de Llano, coautora de 'Los intelectuales y la República', afirma que "fue un momento de grandes intelectuales, que tuvieron mucha participación, ya que todos intentaron arrimar el hombro". 

La historiadora cita a personas como Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala o Antonio Machado, entre otros, y explica que "gente muy valiosa y variopinta que nunca había entrado en política lo hace y participa porque cree que es una ocasión única para hacer cosas".  

"Desgraciadamente, el proyecto se trunca, la ilusión se extingue y todo acaba como acaba", concluye, refiriéndose al golpe de estado que, el 17 de julio de 1936, dio origen a la guerra civil que acabaría, tres años después, con la derrota definitiva del bando republicano y la llegada de Franco al poder.

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