Talavante malogra con la espada una reposada e inteligente faena

  • Una defectuosa estocada dejó sin premio tangible la reposada e inteligente faena que Alejandro Talavante le hizo al tercer toro de Montalvo, en la corrida de hoy de la feria de San Isidro, una de las de mayor expectación del abono.

Paco Aguado

Madrid, 22 may.- Una defectuosa estocada dejó sin premio tangible la reposada e inteligente faena que Alejandro Talavante le hizo al tercer toro de Montalvo, en la corrida de hoy de la feria de San Isidro, una de las de mayor expectación del abono.

FICHA DE LA CORRIDA:

Cinco toros de Montalvo, bien presentados pero muy desiguales de volumen, y de mal juego por reservones o rajados desde su salida. Y uno de Núñez del Cuvillo (4º), lidiado como sobrero, bajo y regordío, que se defendió por falta de fuerzas.

Finito de Córdoba: pinchazo, estocada caída y descabello (silencio tras aviso); pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio).

Morante de la Puebla: pinchazo, media estocada baja atravesada y once descabellos (silencio tras aviso); pinchazo, estocada corta, tres pinchazos hondos y descabello (pitos).

Alejandro Talavante: media estocada caída muy trasera y dos descabellos (gran ovación); tres pinchazos y estocada tendida (silencio).

Buenas y efectivas bregas de José Antonio Carretero y Juan José Trujillo, que también saludó tras dos arriesgados pares de banderillas al sexto.

Decimo cuarta corrida de feria, con lleno total y cartel de "no hay billetes", en tarde fresca y ventosa.

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CABEZA Y CORAZÓN

La gran expectación que había despertado la corrida de hoy en San Isidro bien se justificó con lo sucedido en uno sólo de sus seis actos. En concreto, con la lidia del tercer toro, rajado y huido, al que Alejandro Talavante le hizo una faena de cabeza y corazón que él mismo se encargó de dejar sin premio con el borrón de una fea estocada.

Pero, aparte de trofeos que bien pudieron ser dos, el torero extremeño mostró en Madrid que ha llegado a su madurez profesional, que esta nueva versión de su tauromaquia mezcla ya su valor y su carisma de siempre con una inteligencia profesional y un poso de pureza que le sitúan en un escalón superior.

La faena a ese tercer toro de Montalvo, que se mostró tan reservón como todos sus hermanos desde que salió al ruedo, tuvo una muy brillante estrategia lidiadora.

Y fue así como, una vez que el animal mostró su tendencia a la huida, Talavante se mantuvo paciente en todo momento, sabiendo darle los oportunos tiempos y la suficiente distancia para que supiera que su encuentro iba a ser inevitable.

Muletazo a muletazo encelando la embestida, pausa tras pausa sin atosigarlo, fue como el torero de Badajoz, llenando plaza con sabor de torero añejo y dominando la situación, centró las miradas tanto del toro como del público, hasta que el de Montalvo no tuvo más remedio que embestir.

Y la paciencia tuvo por fin su fruto en un puñado de embestidas repetidas para que Talavante cuajara, a pesar del fuerte viento que movía su muleta, dos series de naturales rotundos, de gran profundidad, de entregada pureza, que hicieron rugir y pusieron en pie los tendidos de Las Ventas.

Pero tan perfecta estrategia y tan deslumbrante manera de torear no merecieron, probablemente debido a un extraño del toro en el embroque, esa media estocada caída y trasera con que la firmó su autor.

Antes, Talavante le había cuajado al segundo un precioso quite por chicuelinas como avance de lo que llegaría veinte minutos más tarde. Y después se enfrentó a otro manso, el basto sexto toro, que además de mal estilo se rajó en cuanto se vio sometido por el extremeño.

Finito de Córdoba también le puso paciencia y suavidad, siempre a favor de obra, a los dos de su lote, que nunca agradecieron, desde su actitud reservona o defensiva, tan generosa actitud. Ni tampoco el público de Madrid, que apremió al cordobés en todo momento y le afeó, con razón, su prevención a la hora de entrar a matarlos.

Más o menos así se puede resumir también la actuación de Morante de la Puebla, que gracias a un planteamiento similar le robó algunos bellos muletazos al segundo.

Con el quinto, un manso con "guasa" que de salida le puso en serios apuros contra las tablas, Morante no tuvo tantas contemplaciones, y la gente le pitó con fuerza tras una larga serie de pinchazos saliéndose de la suerte. Y es que siempre los toreros más esperados son los que se llevan las mayores broncas.

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