Tenacidad japonesa: La receta para aprender a bailar flamenco en cinco clases

  • Santander.- Catorce japonesas siguen, con más o menos coordinación, las indicaciones de un profesor que les enseña a bailar sevillanas, jotas y rumba catalana. Con mucha concentración y alguna risita, el imperio del sol naciente hace gala de su histórica tenacidad y aprende de paseíllos, cortes y 'pasás' con gran rapidez.

Tenacidad japonesa: La receta para aprender a bailar flamenco en cinco clases
Tenacidad japonesa: La receta para aprender a bailar flamenco en cinco clases

Santander.- Catorce japonesas siguen, con más o menos coordinación, las indicaciones de un profesor que les enseña a bailar sevillanas, jotas y rumba catalana. Con mucha concentración y alguna risita, el imperio del sol naciente hace gala de su histórica tenacidad y aprende de paseíllos, cortes y 'pasás' con gran rapidez.

"Bailan increíble. Es impresionante, sólo llevan una clase y han aprendido lo que normalmente se da en cuatro", explica su sorprendido profesor de flamenco, Jesús Terán, que imparte un curso de danza española para extranjeros en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).

Las chicas, que tienen entre 19 y 21 años y están de visita en Santander para aprender español, avanzan a pasos agigantados. Simpáticas, atentas y algo 'kamikazes', prueban todos los pasos sin hablar ni gota de español.

"Son personas con muy buen ritmo y más extrovertidas de lo que pueden parecer. Se ríen enseguida, son muy amables y, sin entendernos en el idioma, con gestos lo cogen rápido", relata Terán.

Se desternillan de risa ante la insistencia del profesor para que pronuncien la 'erre' de "rumba catalana", pero cuando toca 'zapatear', un talante serio aparece en su cara y no hay quien las pare.

Famosas son las noches en la residencia de estudiantes, cuando se reúnen bajo la luz de la luna y dejan la juerga de lado para ensayar lo aprendido en clase. En Japón, por lo que se ve, no hay cultura de botellón.

En clase, suena "Algo se muere en el alma cuando un amigo se va", y toca bailar por parejas.

Más risitas nerviosas, una ha quedado desparejada y la cosa se complica. "La sevillana se baila más rápido", les dice el profesor.

Y las alumnas bailan, algo pato algunas, otras con cierto arte. Las más avanzadas, confiesan, ya tomaban clases de flamenco en su Japón natal.

"Antes, en Tokio, bailé un año flamenco. El flamenco me gusta, pero no sé por qué", responde Mai, de 20 años y estudiante de Lengua Española y Cultura Latinoamericana en su Japón natal.

"El flamenco es cultura de España famosa", le ayuda su compañera de carrera, Sae Kae, que se enfrenta a la sevillana por primera vez.

Desconocen la razón por la que adoran el flamenco, pero lo más probable es que sea porque en Japón este arte de raíz andaluza ha arraigado y es moda.

Se calcula que en Japón hay unas 600 academias que se dedican a enseñar a bailar o cantar flamenco, y unas 80.000 personas que lo estudian.

Algunas de éstas, incluso se instalan en el sur de España con un sueño, ser bailaoras. Hay casos, como el de Eri Fukuhara, bailarina de flamenco de notable éxito aquí y en su país, que ha ganado premios en Cádiz y ha trabajado de la mano del maestro Manolo Marín.

Las sevillanas son lo que más demandan, pero en el taller también aprenden otros bailes españoles, como las jotas mañas o la rumba catalana. Cuando terminen, Mai y Sae serán un ejemplo de solidaridad interterritorial.

No conocerán ni a Lola Flores, ni a la Virgen del Pilar, ni a Peret, pero cuando regresen a Tokio bailarán mejor que muchos españoles un popurrí de danzas autóctonas.

Procedentes del país del karate, el origami, el sushi o los sudokus, y criadas en una cultura tan milenaria como hipermoderna, esto debe de parecerles un puro 'divertimento'.

Y también chapurrearán algo de español: "Toros, flamenco, sangría, paella y chocolate con churros", responden entre sonrisas. Hay cosas que no cambian.

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