The Horrors construye la nueva juventud sónica

  • No hay que mirar al pasado. No hay que repetir lo que ya se ha hecho. El cantante de uno de los más brillantes grupos de las islas británicas levanta un muro de argumentos que explican su evolución musical desde la suciedad salvaje a la belleza también salvaje.
The Horrors, del garaje al campo abierto.
The Horrors, del garaje al campo abierto.
Miles Away
Elena Cabrera

La primera vez que The Horrors tocaron en Madrid una chiquilla se lanzó a los tobillos de Tomethy Furse y los agarró con fuerza, tendida en el suelo. El pálido bajista, un personaje al que Tim Burton podría haber dedicado un poema en La melancólica muerte de Chico Ostra, intentó zafarse mascullando "por favor, por favor".

Un chico del público, que había asistido a tan memorable concierto en primera fila, abandonaba su posición con la cara sangrante, el pelo revuelto y la camiseta sudada: "me han roto la nariz pero no me importa, ¡ha sido el mejor concierto de mi vida!", gritaba. El grupo de Faris Bawdan presentaba en Madrid su primer disco, Strange House, una oscura y emocionante actualización del garage punk envuelta en órganos góticos y guitarras en distorsión que encajaba muy bien con una puesta en escena salvaje.

Han pasado cuatro años.

Los Horrors ya no son aquel grupo. Con la aparición de su segundo disco, Primary Colors, los británicos cambiaron de estilo y, sin abandonar su psicótica y psicodélica languidez cambiaron el post-punk garajero por el post-punk shoegazero, permítanme que castellanice el término. O mejor lo traduzco: siguieron mirándose a los zapatos mientras tocaban la guitarra pero ahora lo hacían moviendo la mano sobre las cuerdas con mayor lentitud que antes.

A pesar del cambio de registro, los conciertos siguieron siendo estremecedores, aunque menos peligrosos: los promotores y dueños de las salas estaban advertidos y no dejaban una bola disco al alcance de Faris, no fuera a ser que se colgara de ella como en aquella inolvidable noche en la sala Moby Dick y acabara rompiendo alguna que otra nariz.

"No puedo entender que ningún grupo quisiera volver a hacer algo que ya hicieron" explica Faris Bawdan por teléfono antes de volar a España para presentar en tres ciudades (Barcelona, Madrid y Bilbao; 1, 2 y 3 de diciembre respectivamente) su tercer disco, Skying, que incide en el camino abierto por su trabajo anterior, a pesar de que ellos lo nieguen. Su respuesta contesta a la pregunta de si volverán, algún día, al garage punk. Recuerden esta promesa electoral: nunca volverán a hacer algo que ya hicieron. Nos lo apuntamos. "No tiene sentido volver a hacerlo de nuevo", insiste.

Su primer disco es veloz en algunos tramos, trepidante, expresionista. Para el segundo buscaron la misma intensidad pero mediante la belleza de un ritmo más lento, de las canciones largas, de la producción arquitectónica y la expiración que conocimos en My Bloody Valentine. En el tercero nos acompañan los ritmos krautrock a lo Neu!, Sonic Youth, Silver Apples, The Durutti Column rebozados en vino y ruido. No hay ruptura entre un disco y otro. "Nuestro tercer disco es diferente del segundo porque cuando haces un disco intentas que sea diferente, porque es aburrido volver a hacer el mismo álbum dos veces".

El cambio principal es que el grupo ha construido su propio estudio de grabación y ha apostado por la producción propia. "Las canciones son diferentes" aclara Bawdan, "es diferente el momento en el que se han hecho las canciones, la manera en la que se han compuesto, las canciones llevan diferentes caminos, y además está el hecho de que han pasados dos años entre un disco y otro, y hay un desarrollo".

Se dice de ellos que atesoran unas excelentes colecciones de discos, y basta con ver algunas apariciones estelares en la revista Mojo, como la del teclista Rhys Webb enseñando un disco bastante bien cotizado de los psicodélicos July. De hecho, una revista tan poco dada a alabar las modernidades como es Mojo, calificó Skying con cuatro estrellas sobre cinco y publicó comentarios escritos por Lois Wilson tales como "todo en Skying es un éxito" o que "alimentados por su pasión por la música, aquel entusiasmo se alía ahora con una genial comprensión de la técnica".

"En estos dos años no es que haya habido nada que nos cambiara la vida pero estábamos emocionados por construir nuestro estudio y grabar un nuevo disco" recuerda el espigado cantante. Fue Geoff Barrow de Portishead, quien trabajó en la producción de Primary Colors, quién les convenció para que se autoprodujeran al advertir la claridad de ideas y el talento de la banda. El propio guitarrista, Joshua Hayward, construyó no solo el estudio para el grupo sino también un complejo módulo de efectos phaser, famoso por el sonido que consiguió en la canción Itchycoo Park de Small Faces en 1967.

"No ha sido difícil aprender a producir -explica Faris- solo consiste en saber qué es lo que quieres". Cuando no tienes que pagar las horas de grabación, se abre la puerta para la experimentación por la que muchos grupos entran y caen en un loop difícil de abandonar. Es de libro. "La cosa más difícil de este disco ha sido estar seguro de que tienes lo que quieres. Cuando produces un disco nunca lo das por terminado. Lo dimos por terminado cuando se acabo el tiempo, y eso era todo".

"No pienso en el futuro, solo en el presente" recalca, quizá miente, Faris Bawdan no solo miembro de los Horrors sino también de su otro grupo, con su novia Rachel Zeffira, Cat's Eyes. "Tienes que confiar en ti mismo para hacer el tipo de discos que te gustan". Y eso era todo.

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