Triunfo de Javier Jiménez en tarde de su prometedora alternativa en Sevilla

  • El joven torero de Espartinas Javier Jiménez cortó la única oreja de la corrida de hoy de la feria de Sevilla, en la que tomó la alternativa mostrando una prometedora proyección de futuro.

Paco Aguado

Sevilla, 3 may.- El joven torero de Espartinas Javier Jiménez cortó la única oreja de la corrida de hoy de la feria de Sevilla, en la que tomó la alternativa mostrando una prometedora proyección de futuro.

FICHA DEL FESTEJO.- Tres toros de Juan Pedro Domecq y tres de Parladé (segundo, tercero y sexto, éste en sustitución de uno devuelto del mismo hierro). Corrida desigual de presentación, tanto en volumen, cabezas y hechuras, y de juego noble y manejable, en su conjunto, aunque con poca transmisión por sus muy medida raza y fuerzas.

Enrique Ponce: pinchazo hondo y dos descabellos (silencio); estocada baja (silencio).

Manuel Jesús "El Cid": estocada trasera desprendida (silencio); dos pinchazos y estocada baja (silencio).

Javier Jiménez, que tomaba la alternativa: sartenazo enhebrado y estocada (ovación); pinchazo y estocada muy trasera (oreja).

Entre las cuadrillas, buena brega en el tercero de Alcalareño, que saludó tras banderillear al quinto.

La plaza tuvo tres cuartos de entrada, en el quinto festejo del abono.

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UNA SÓLIDA PROYECCIÓN

El principio y el final de una corrida, entretanto, de largos y tediosos silencios estuvo marcado por la vibrante entrega de un nuevo matador de toros, el sevillano Javier Jiménez, que tomó la alternativa en triunfo y, lo que es más importante, dejó la impronta de su sólida proyección de futuro.

Cuajado durante cuatro años como novillero con picadores y asumiendo los retos más duros, Jiménez salió así tranquilo y visiblemente confiado en sí mismo al ruedo de la Maestranza en una fecha tan señalada, sin mostrar complejo alguno ante los toreros punteros que le flanquearon en el paseíllo.

Ya al toro de la alternativa le hizo un rotundo quite de cinco tafalleras sin mover las zapatillas, que motivó la posterior entrada en escena de Enrique Ponce para responderle por delantales. Pero no por ello se achicó el nuevo matador, sino que se atrevió a replicarle al maestro con unas enrazadas chicuelinas en las que dejó claro que llegaba para quedarse.

En cambio, no fue a este toro al que cortó la oreja, ya que el animal, aunque noble, no terminó de rematar sus embestidas y, tras un buen inicio de faena de idéntica quietud a la del quite, Jiménez no siempre acertó a cogerle el pulso exacto a los muletazos antes de que el de Juan Pedro Domecq se rajara.

Cuando salió el sobrero que sustituyó al endeble sexto, la tarde había caído ya en una tediosa sima. Pero Jiménez comenzó a levantarla templando de salida al de Parladé, que descolgó el cuello a la vez que marcaba su debilidad de patas.

El gran acierto del nuevo matador fue ponerse directamente a torear con la muleta sin especular con tanteos y, desde ese mismo momento, ahora sí, pulsear las embestidas para llevarlas largas y mecidas evitando que el animal perdiera las manos.

Con las derecha y con la izquierda hubo pases muy largos y templados en una faena en la que también fueron soberbios los remates, trincherazos, trincherillas y molinetes, adornos livianos pero que, por su largo trazo y el mando que les imprimió el torero, se convirtieron en momentos de gran hondura artística.

Resolvió Jiménez la tarde con cuajo de torero hecho, salvo con la espada, ya que si a su primero le pegó un feo sartenazo en el costillar, al sexto le pinchó antes de cobrar una estocada trasera que no fue óbice para que se le concediera una oreja de peso.

Ese triunfó redimió al público de una corrida plomiza en la que reaparecía Enrique Ponce tras el grave percance sufrido en las Fallas de Valencia, por lo que fue obligado a saludar tras el paseíllo.

El primero del lote le evitó al valenciano un esfuerzo al rajarse camino de las tablas tras los primeros muletazos. En cambio, el cuarto, aun con cierta sosería, embistió con nobleza y mucha duración durante una larga y pulcra faena de Ponce en la que hubo más pases que olés.

El Cid, inseguro y sin asiento sobre la arena, desaprovechó las excelentes embestidas de un tercer toro que, muy avanzado ya el infructuoso trasteo, acabó echándose desfondado o con una posible lesión interna.

Luego con el quinto, de más basta hechura y de poco celo tras las telas, el sevillano estuvo más preciso técnicamente pero sin llegar tampoco al tendido.

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