Un futuro diferente para las "intocables" discapacitadas del sur de la India

  • Respeto, independencia y una perspectiva de futuro es lo conseguido por unas doscientas mujeres "intocables" y discapacitadas que se han beneficiado de los trabajos que proporciona en la India la Fundación Vicente Ferrer (FVF).

Moncho Torres

Anantapur (India), 17 ago.- Respeto, independencia y una perspectiva de futuro es lo conseguido por unas doscientas mujeres "intocables" y discapacitadas que se han beneficiado de los trabajos que proporciona en la India la Fundación Vicente Ferrer (FVF).

"Desde que empecé a trabajar en la FVF soy independiente y recibo mucho respeto de la sociedad. He ahorrado dinero, me he podido comprar esta cadena de oro (la lleva colgada al cuello) y le regalé a mi marido un anillo para la boda", explica a Efe Chowdamma Getti.

Getti, una de las mujeres beneficiarias de los seis talleres ocupacionales puestos en marcha por la FVF (papel maché, ecología, bisutería, textil, yute y reciclaje), quedó inválida tras contraer la polio, una enfermedad vírica que puede producir parálisis.

Para moverse en su diminuta casa pintada de rojo, verde y rosa, donde elabora originales salvamanteles de yute con formas de animales y frutas, Getti utiliza un monopatín que emplea con soltura por el escaso espacio del que dispone en su vivienda.

La alternativa a realizar el trabajo desde casa es hacerlo en los talleres que la FVF tiene en Anantapur, localidad del estado de Andhra Pradesh, en el sur de este país y donde comenzó su labor hace casi medio siglo el filántropo catalán Vicente Ferrer.

"Estas chicas viven y trabajan aquí, y todas tienen alguna discapacidad, normalmente física, algunas psíquica, sobre todo a causa de la polio", señala desde el taller de papel maché el jefe de ventas de la sección de artesanía de la FVF, Sebastián Vidal.

En ese taller, muy luminoso y presidido por una imagen de Vicente Ferrer, una quincena de mujeres se esmeran en la creación de lapiceros, objetos de adorno o vistosos joyeros con forma de mujer vestidas con el tradicional sari indio.

Según Vidal, el 60 % de las ventas las obtienen gracias a las exportaciones que realizan a España y el restante 40 % lo venden en la India, sobre todo en la tienda que tienen en la fundación.

Entre las mujeres que se encuentran en el taller está Sunkamma Yakkuluru, de 24 años, sonriente, bromista, que afirma orgullosa que a pesar de que le faltan las piernas es "independiente", ahorra y se hace cargo de sí misma.

Muy cerca del taller de papel maché se encuentran los talleres de textil -donde confeccionan, entre otras cosas, muñecas de trapo- y bisutería, una sección clave en la India, donde las mujeres suelen llevar habitualmente numerosas pulseras, collares y anillos.

Ramalakshmi Mandalolu tiene 27 años y su pierna ortopédica solo le hace más incómoda su postura de trabajo, porque lo que importan son sus manos, delicadas y ágiles, que crean con destreza todo tipo de abalorios.

La viuda de Vicente Ferrer y actual directora de la FVF, Anna Ferrer, explica que la idea de comenzar a trabajar con gente discapacitada nació en 1987, cuando la fundación participaba en un programa de inmunización en los pueblos para combatir la polio.

Entonces vieron miles de personas ciegas, sordas, discapacitadas de un modo u otro, y uno de los ayudantes de Anna, que era ciego, le dijo: "Si los 'dalits' (intocables) son la casta más baja y los más pobres de la India, los discapacitados están por debajo de ellos".

"Ese fue el momento en el que decidimos comenzar a trabajar con gente discapacitada", sentencia Anna Ferrer desde el antiguo despacho de su marido en la sede central, donde dirigen programas de ayuda destinados a millones de personas de unos 3.000 pueblos.

Anna Ferrer remarca la importancia de trabajar con los discapacitados al afirmar que "algunas veces las familias estaban dispuestas a dejarles morir o incluso los mataban, porque no disponían de dinero para cuidarlos".

Nada que ver con la vida que el destino le ha deparado a Sivamma Malvyavantham, una artesana del yute de 22 años, que trabajaba desde su casa: pequeña, impoluta, pintada de verde, amarillo y violeta; donde vive con su marido, su hija y sus suegros.

"Antes la gente se burlaba de mi por mi discapacidad y me insultaban, me llamaban 'la coja', nadie me respetaba", dice esta mujer bajita con la cara empolvada de blanco, y que añade, "sin embargo, ahora me llaman por mi nombre". EFE

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