Un grupo de comparsas se rebela contra la "privatización" del carnaval de Río

  • Un grupo de comparsas de Río de Janeiro se ha rebelado contra los millonarios negocios que giran en torno al carnaval y el creciente control por parte de las autoridades que en los últimos años han puesto reglas a la fiesta.

Manuel Pérez Bella

Río de Janeiro, 7 feb.- Un grupo de comparsas de Río de Janeiro se ha rebelado contra los millonarios negocios que giran en torno al carnaval y el creciente control por parte de las autoridades que en los últimos años han puesto reglas a la fiesta.

Este movimiento rebelde, autodenominado Desliga dos Blocos, persigue que los "blocos", como se conoce a las comparsas, tengan total libertad de disfrutar del carnaval sin pedir permiso y sin tener que someterse a las limitaciones de horarios, de recorridos y de patrocinadores que la Alcaldía fijó desde 2009.

"Quieren privatizar y vender a terceros el derecho de divertirnos", dijo a Efe Thay Chaves, una integrante del Cordão do Boi Tolo, una de las 16 comparsas que integran el grupo disidente, que siempre sale a la calle sin permiso y burlando a las autoridades.

El objetivo de la Alcaldía con estas normas es hacer del carnaval de calle "un producto turístico", que no cause trastornos al tráfico de la ciudad brasileña y que cuente con una buena infraestructura sanitaria y de seguridad, según explicó a Efe el subsecretario de Turismo, Pedro Guimarães.

La regularización de las comparsas también conllevó la introducción de un patrocinador oficial, una marca de cerveza, que ahora es la única que pueden vender los ambulantes.

Este movimiento rebelde denuncia que el Ayuntamiento, para defender los intereses del patrocinador, incentiva las comparsas multitudinarias en detrimento de "blocos" pequeños, que levantan la bandera de "un carnaval libre y espontáneo".

"Al decidir quién puede participar y quién no, la Alcaldía promueve el gigantismo. Da prioridad a megablocos y prohíbe los pequeños. Es mucho más lucrativo tener a 20.000 personas consumiendo que a cien", afirmó Raquel Freire, también integrante del Cordão do Boi Tolo.

A este "bloco", aunque no pide permiso oficial, nunca le han impedido salir a la calle desde que fuera fundado en 2006, según sus integrantes, pero el pasado enero, en una fiesta con otras comparsas, encontró cierta resistencia por parte de la Guardia Municipal, que sin éxito les pidió que interrumpieran el desfile.

"Estamos en contra de tener que pedir autorización, es anticonstitucional", resaltó Freire, que defiende que cada grupo sea libre de disfrutar del carnaval según su estilo.

La gran mayoría de los 492 "blocos" con permiso oficial defiende abiertamente los patrocinadores y otras fuentes de financiación, como la venta de camisetas, sin las que sería "inviable" realizar los desfiles, en opinión del presidente de la asociación de comparsas Folía Carioca, Ricardo Rabelo.

"Con los patrocinadores solo cubrimos cerca del 40 por ciento de los gastos. Para conseguir el resto hay que esmerarse", dijo a Efe Rabelo, que también dirige el "bloco" Bafafá.

Rabelo calculó que las comparsas gastan como mínimo 7.000 reales (unos 3.500 dólares) en cada desfile para pagar a los músicos y contratar un vehículo con altavoces, mientras que las bandas con más recursos pueden desembolsar hasta 30.000 reales (unos 15.000 dólares).

"Lo importante es que el carnaval de calle aún no es una cosa totalmente comercial, la mayoría de los 'blocos' no sale para ganar dinero, sale para divertirse. Aunque hay una minoría que nace comercial. Siempre hay algún listo que ve la forma de facturar", opinó.

El límite del negocio lo trazó este mismo miércoles la Alcaldía de Río. Después de haber sido alertada de que una comparsa pretendía cobrar a los asistentes, prohibió por decreto que éstas puedan crear áreas vip acordonadas en plena calle.

Esa práctica es normal en el carnaval de Salvador, capital del estado de Bahía, donde las entradas de los desfiles populares más caros llegan a costar 1.500 reales (unos 750 dólares), pero el alcalde de Río, Eduardo Paes, consideró que estas áreas acordonadas se oponen al espíritu "libre y democrático" de la fiesta, según el decreto.

El decreto ha preocupado a los responsables de las comparsas, que temen que las autoridades puedan excederse en su interpretación de las nuevas reglas y también veten la venta de camisetas, que constituyen "una gran fuente de ingresos", según Rabelo.

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