Una exposición de inéditos glosa la abstracción geométrica de Pablo Palazuelo

  • La alquimia, el esoterismo y la naturaleza fueron algunos de los caminos por los que transitó el pintor y escultor Pablo Palazuelo (1915-2007) hasta desembocar en la abstracción geométrica de una obra no tan conocida, que ahora ayuda a entender una exposición de inéditos inaugurada hoy en Valladolid.

Valladolid, 25 may.- La alquimia, el esoterismo y la naturaleza fueron algunos de los caminos por los que transitó el pintor y escultor Pablo Palazuelo (1915-2007) hasta desembocar en la abstracción geométrica de una obra no tan conocida, que ahora ayuda a entender una exposición de inéditos inaugurada hoy en Valladolid.

"Ha sido uno de los grandes artistas abstractos españoles del siglo XX, comparable a Rothko. Su obra no ocupa el lugar que debería porque fue un personaje muy especial, con una trayectoria vital casi monástica. No hizo pasillos ni le gustó la promoción", ha explicado Marisa Oropesa, uno de los comisarios de la exposición.

Desarrolló un mundo "muy especial", de una gran densidad espiritual que explica la abstracción geométrica común a sus facetas de pintor y escultor, y que también dejó entrever la obra pública de este arquitecto madrileño, casi ermitaño, que no usaba reloj, no conducía y carecía de televisión, ha recordado su sobrino, José Rodríguez-Spiteri, presidente de la Fundación Pablo Palazuelo.

Consciente de que el artista "no crea, descubre lo que está ahí", y fiel a la máxima de que no hay nada nuevo en el arte, sino que un creador se manifiesta en otro, Palazuelo dedicó sus 91 años de vida a reflexionar sobre los puntos, las líneas y las curvas, una "constelación de signos", según su propia definición, donde él veía los moldes de las formas que pintaba o esculpía.

Así se aprecia en la exposición "Pablo Palazuelo. Inédito", producida por el Ayuntamiento de Valladolid con medio centenar de piezas nunca antes mostradas en su mayor parte, y que ha cedido la Fundación que lleva el nombre del artista, con sedes en Madrid y en Galapagar (Madrid).

Buena parte de este repertorio, que permanecerá en Valladolid hasta el 15 de julio, corresponde a los últimos quince años de su vida, los comprendidos entre 1989 y 2004, lienzos y esculturas característicos de la fuerte base geométrica que distinguió sus obras desde los años cincuenta del pasado siglo.

Fue entonces cuando se decantó por este tipo de abstracción, en una línea diferente a otros compañeros de generación como fueron Antoni Tàpies y Eduardo Chillida, lo que también puede explicar, según la comisaria, su escaso conocimiento por el gran público "a pesar de los esfuerzos que hizo la galerista Soledad Lorenzo".

Palazuelo observaba en los puntos y en las líneas un material susceptible de provocar "pulsaciones rítmicas", una suerte de energía interior que, al penetrar en el interior de su espacio creador, se transformaban en planos que luego disponía en diferentes perspectivas, colores y construcciones espaciales.

Surgen así esas "ondas pulsantes", como denominó una serie de sus cuadros expuesta en Valladolid.

Las formas geométricas que intuía y con las que trabajó, según las propias palabras del artista reproducidas en el catálogo, eran sometidas a un "viaje metamórfico de larga duración" tras el que, debidamente transformadas, daban lugar a piezas que denominaba "familias".

La exposición, con una pretendida vocación de antología, incluye también varias pinturas fechadas a partir de 1949 para hacer notar la evolución de Pablo Palazuelo, sometida a discontinuidades o saltos fruto de un espíritu en constante reflexión.

Como autor de obra pública, la firma y huella de Palazuelo puede apreciarse en la restauración del castillo de Monroy (Cáceres); los frescos del vestíbulo de la sede de Bankinter en Madrid; en un mural de la Torre Picasso, también en la capital de España; y en una serigrafía que decora los vidrios de la linterna del Auditorio de Barcelona.-

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