Una novillada mansa, imposible para hacer el toreo, cierra el año en Madrid

  • Seis novillos parejos en mansedumbre, imposibles para hacer el toreo, cerraron el año taurino en la monumental madrileña de Las Ventas, en un festejo de tan escasa fortuna como se refleja en los seis silencios finales.

Juan Miguel Núñez

Madrid, 16 oct.- Seis novillos parejos en mansedumbre, imposibles para hacer el toreo, cerraron el año taurino en la monumental madrileña de Las Ventas, en un festejo de tan escasa fortuna como se refleja en los seis silencios finales.

FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro novillos de Rocío de la Cámara y dos -cuarto y quinto- de "Cortijo de la Sierra", del mismo encaste y casa ganadera, bien presentados y, aunque los hubo noblotes como los dos primeros, sin embargo, mansos y de juego muy deslucido.

Pascual Javier: estocada (silencio); y dos pinchazos y estocada (silencio).

Daniel Palencia: casi entera tendida y desprendida, y dos descabellos (silencio); y estocada desprendida (silencio).

Sergio Blanco: pinchazo, estocada y descabello (silencio tras aviso); y casi entera tendida, estocada y cuatro descabellos (silencio tras aviso).

La plaza tuvo un tercio de entrada en tarde espléndida.

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MANSEDUMBRE A RAUDALES

No hubo forma de meterle a mano a la novillada, mansa por los cuatro costados. Mansedumbre indisimulada. Los seis pelearon con mal estilo en el caballo, incluso a alguno hubo que picarlo en "el de Puerta", a favor de querencia, se dolieron y generalmente se fueron sueltos.

Ninguno humilló lo suficiente, todos con la cara arriba, rebrincados, defendiéndose y reponiendo las embestidas. La mayoría quedándose cortos, tardeando conforme avanzaban los trasteos, claramente a menos.

No fue novillada de malas ideas, que hubiera sido el colmo, aunque en los dos últimos, más bruscos y violentos, también se las trajeron.

Con semejante "material" no hubo tela que cortar por parte de los novilleros. Esta vez querer no fue poder.

Aún así, Pascual Javier firmó un interesante pasaje con el capote en el que abrió plaza, a base de lances muy templados, limpios y engarzados. Pero hasta ahí. El astado, sin fuerzas, sin humillar ni transmitir, no se prestó en la muleta. Y por mucho que lo intentó Javier, el trasteo no llegó a ninguna parte.

En el cuarto, rebrincadito y yéndose suelto también, pareció por un momento que el joven espada conseguía corregirle los defectos, pero fue un espejismo. A pesar de la firmeza y seguridad de Javier, la faena no llegó a tener estructura.

A Palencia le tocó un primer novillo tan manso en los tres tercios, que estuvo constantemente marcando las querencias. Tampoco hubo verdadero compromiso de faena por parte del hombre, citando fuera de cacho y haciendo el toreo en línea, de modo que aquello no resultó.

El quinto, brusco en el caballo, hizo hilo en banderillas y se movió con la cara suelta en la muleta. Un regalo. Palencia logró cosas aisladas, pero sin redondear.

Y Blanco, que volvía al mismo escenario donde resultó herido grave hace apenas un mes, tampoco logró nada destacable. Quizás su lote, en conjunto, fue el más difícil. El tercero no llegó a humillar, frenándose y "cazando" constantemente. No pasó apuros Blanco porque tampoco se comprometió mucho.

El sexto, el más difícil de los seis, violento y con la cara por las nubes, cada vez más corto y a peor. Blanco destacó en unos lances a pies juntos en el recibo, pero después hubo desorden en la lidia, y el desconcierto se apoderó del propio espada, que con la muleta ya no fue capaz.

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