LA PESTE NEGRA AFECTÓ A LAS CIUDADES MEDIEVALES CON MÁS RUTAS COMERCIALES Y DE PEREGRINACIÓN

- Según un estudio realizado por investigadores del CSIC. Los núcleos de poblaciones más conectados con otros por el comercio, el turismo y la peregrinación, entre otros factores, pueden sufrir más las epidemias de enfermedades, según un estudio elaborado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el que tomaron como modelo las pautas de expansión de la peste negra a mediados del siglo XIV.
El trabajo, publicado en la revista ‘Scientific Reports’, recoge datos de 2.084 puntos de conexión, tanto comerciales como de peregrinación, entre 1.311 asentamientos medievales de Europa, Asia y el norte de África.
Con esa información, los investigadores determinaron empíricamente el efecto de la conectividad y centralidad de esas ciudades en la tasa de mortalidad por la peste negra y simularon matemáticamente la frecuencia con que la enfermedad llegaba a las ciudades como consecuencia de su disposición dentro de la red.
“Hemos descubierto que las ciudades con una posición más central dentro de la red y las más conectadas eran más vulnerables a las enfermedades y sufrieron la plaga con mayor severidad. Además, también eran más propensas a que los brotes se repitiesen por causas externas”, explica José María Gómez, de la Estación Experimental de Zonas Áridas, del CSIC.
Asímismo, el análisis señala que las ciudades situadas en regiones con mayor densidad de población dentro de la red comercial se vieron más afectadas por la enfermedad que las que se encontraban en zonas menos pobladas.
HASTA UN 50% MENOS DE POBLACIÓN
La pandemia conocida como peste negra arrasó Europa entre 1346 y 1353 y acabó con entre un 30% y un 50% de la población. Su expansión ha estado históricamente asociada a las rutas comerciales. Originada en Asia Central, la enfermedad viajó hasta occidente a través de la Ruta de la Seda y en 1343 llegó a la antigua ciudad de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea. Desde ahí se propagó por Europa a través de las principales rutas comerciales y llegó a casi todas las poblaciones.
“Es una pandemia que tuvo lugar en un momento de la historia donde las comunicaciones eran frecuentes, lo que permite el análisis de redes, pero no tan intensa como en la actualidad, lo que permite desvelar los patrones con más claridad. Esta ventaja tiene asociada, sin embargo, la desventaja de no disponer de fuentes rigurosas sobre mortalidad”, añade Miguel Verdú, del Centro de Investigaciones sobre Desertificación (del CSIC y la Universidad de Valencia).
El estudio también señala como factor de dispersión las rutas de peregrinación. De las 1.311 ciudades incluidas en la red, un total de 403 estaban conectadas por este tipo de itinerarios. “Sin duda, las rutas de peregrinación también contribuyeron a expandir la enfermedad, aunque nuestros análisis sugieren que fueron menos importantes que las rutas comerciales”, añade Gómez.
Según sus autores, este estudio proporciona un método sencillo para identificar los lugares de riesgo en las redes epidémicas. Concentrar los esfuerzos en los nodos más vulnerables podría ahorrar tiempo y recursos, así como mejorar la gestión del control de plagas mortales. “Vivimos en una época en la que las redes de transporte y la vulnerabilidad de los nodos pueden determinarse de forma más exacta. Es vital comprobar si el patrón encontrado en este estudio para las redes medievales se mantiene en la actualidad”, concluye Verdú.

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