Cristóforo, el despertar después de la pesadilla

El uruguayo Sebastián Cristóforo afrontará con el Sevilla la final de la Europa League, este miércoles en Basilea contra el Liverpool, como un triunfo personal tras sus graves lesiones, que le tuvieron de baja casi un año y medio, haciéndole incluso temer por el futuro de su carrera.

Una nueva oportunidad para su carrera y una nueva oportunidad para ganar una final, ahora en la Europa League y cuatro días después, el domingo, en la Copa del Rey contra el Barcelona en Madrid.

Cristóforo estuvo ya en una final importante con Uruguay, dirigido por Juan Verzeri, en el Mundial Sub-20 de Turquía en julio de 2013. Entonces el equipo charrúa rozó el cielo, pero cayó finalmente en la tanda de penales (4-1 tras empate 0-0) ante la Francia de Paul Pogba.

Cristóforo jugó como titular aquella final de Estambul y fue uno de los hombres clave de aquel gran torneo en una generación uruguaya en la que también estaba José Giménez, del Atlético de Madrid, que el 28 de mayo disputa la final de la Liga de Campeones.

Poco después de aquella final perdida en el estadio del Galatasaray, Cristóforo, que entonces tenía 19 años, tomaba un avión para vivir su aventura europea, fichando por el Sevilla con el cartel de gran promesa.

Pero ese inicio del sueño se tornó pronto en pesadilla.

A los problemas iniciales de adaptación se sumó de pronto, el 16 de marzo de 2014, una grave lesión en su rodilla izquierda, con rotura del ligamento cruzado anterior, que le hizo ser operado en Barcelona y le tuvo apartado de los terrenos de juego durante más de seis meses.

"Lloré cuando me dijeron que tenía que operarme, me sentía destruido. Me dijeron que era joven y que me recomendaban intervenirme. Llegué a casa solo y llamé a mi madre", relató tiempo después sobre cómo vivió aquel día tan difícil.

Reapareció, pero poco después sufrió una recaída que le hundió anímicamente y le hizo tener incluso una baja más larga, entre enero y septiembre de 2015.

Se pasó por lo tanto la temporada 2014-2015 casi sin jugar y su carrera, cortada en seco a una edad tan temprana, pareció tomar un rumbo muy preocupante.

Cuando volvió de su lesión no parecía entrar mucho en los planes de Unai Emery y en el mercado de enero de este año parecía tener todos los números para abandonar el club en dirección a otro destino que le permitiera disponer de más minutos de juego. Sonó con fuerza el Málaga, pero finalmente se quedó y un esguince de rodilla del polaco Gregorz Krychowiak le permitió jugar más en el equipo del Sánchez Pizjuán, ganándose poco a poco la confianza del entrenador.

Empezó ahí el resurgir del jugador, que pudo ir jugando de manera más regular, recuperando la sonrisa y haciendo que la prensa sevillana especule con una ampliación de su contrato, por ahora vigente hasta 2018.

Ganar la final de la Europa League o la de la Copa del Rey, o mejor ambas, sería la esperada culminación del resurgir como un ave fénix de un jugador que tras bajar a los infiernos quiere ahora levantar al cielo un trofeo de campeón.

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