¿Es una madre lactante, con un bebé en brazos, una amenaza para la seguridad aérea estadounidense? Sí, al menos a juzgar por la celosa intervención de los agentes de la Agencia de Seguridad en el Transporte (TSA) del aeropuerto de la isla hawaiana de Kahuai, que obligaron a una madre lactante a demostrar su condición ante los agentes utilizando un extractor de leche antes de permitirla subir a un avión.
El pasado miércoles, Amy Strand pasó su equipaje de mano por la máquina de rayos X y a los responsables de seguridad les pareció extraño que las botellas de leche que llevaba en la maleta junto a la bomba para extraer leche materna estuvieran vacías.
"Me dijeron que no podía embarcar con los recipientes vacíos", ha explicado Strand en una entrevista con la web Today.com. "Llenos sí, pero vacios no", asegura que le dijeron los agentes.
"Les pedí que me acompañaran a un lugar privado para poder extraer la leche, pero se negaron y me dijeron que lo hiciera en los baños públicos, delante de turistas y empleados del aeropuerto", recuerda esta joven madre de cuatro niños que afirma haberse sentido "humillada" por la intervención del personal de seguridad.
Después de pasar el mal trago, y con las botellas ya llenas, Strand pudo acceder al avión, y emprender camino de regreso a su casa en la vecina isla de Maui. Eso sí, en cuanto aterrizó denunció su caso ante las autoridades locales.
Como respuesta, la TSA ha emitido un comunicado público en el que reconocía su "responsabilidad" por un "aparente malentendido" y pedía perdón a la sufrida madre "por los inconvenientes y la vergüenza que le haya podido hacer pasar el incidente".
Fijación con las madres lactantes
Según parece, los empleados de la TSA se muestran especialmente celosos a la hora de registrar a las madres con bebés recién nacidos. De hecho, el caso de Amy Strand no es único. Desde que la Agencia de Seguridad en el Transporte entró en funcionamiento en 2002, al menos una decena de mujeres han denunciado la actuación poco comprensiva de los agentes.
Otra joven madre, Stacy Amato, no pudo subir a un avión en 2010 al negarse a pasar por la máquina de rayos X la leche materna con la que pensaba alimentar a su bebé. Tres años antes, Souverville tuvo que tirar a la basura la lecha que acababa de extraer porque "es un líquido y los líquidos son peligrosos a bordo", según le explicaron los oficiales de seguridad.
Sin embargo, el caso más incomprensible tuvo lugar en 2002, cuando a Elizabeth McGarry le obligaron a beberse su propia leche materna para demostrar a los agentes que no suponía una amenaza para la seguridad aeroportuaria.
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