Benedicto XVI, emocionado, reza para que España supere sus actuales desafíos

  • José Martínez de Velasco.

José Martínez de Velasco.

Madrid, 21 ago.- Agradecido a todos, contento y sin haber dejado de sonreír desde su llegada a España el pasado jueves, Benedicto XVI ha desgranado en cuatro intensos días un mensaje eminentemente pastoral, y se ha despedido, emocionado, con la promesa de rezar para que España supere sus actuales desafíos.

Han sido unos días intensos para reafirmar la fe de los jóvenes católicos, en un Madrid -escaparate del mundo- que ha superado temperaturas de 37 grados en el termómetro y en la ilusión y entrega con la que más de un millón de jóvenes peregrinos han puesto con su respuesta a la llamada del papa el broche de oro al esfuerzo, durante meses, de miles de voluntarios.

La capital de los jóvenes del mundo, como denominó el pontífice a Madrid horas después de su llegada, ha sabido estar a la altura de esta inmensa fiesta de la fe católica en cuanto a organización, respuesta y acogida, así como lo han estado las administraciones municipales, autonómicas y del Estado, a pesar de algunas críticas.

El papa -que ha evitado en todo momento la confrontación con el Gobierno- expresaba hoy su contento con los días pasados en Madrid "hondamente grabados en mi memoria y en mi corazón", como dijo al despedirse en respuesta a las palabras de gratitud del rey don Juan Carlos.

Para el pontífice "España es una gran Nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica", y así lo ha reconocido en su mensaje final.

La necesidad de preservar las raíces cristianas ha sido el mensaje central que Benedicto XVI ha repetido durante estos días.

Así, en su primer discurso el día de su llegada en Barajas, el obispo de Roma animó a los españoles a vencer los actuales "motivos de preocupación" a través de sus hondas raíces cristianas, en un clima de respetuosa convivencia con otras "legítimas opciones".

Horas después, en la ceremonia de bienvenida en la plaza de Cibeles, Benedicto XVI hizo votos para que el mensaje de esperanza de Cristo "resuene" por todos los rincones de Madrid "y tenga eco también en el corazón de los que no creen o se han alejado de la Iglesia".

No faltó en este segundo discurso el magisterio firme del papa en la defensa de la vida, arremetiendo contra "los que se creen dioses y deciden sobre quien es digno de vivir o puede ser sacrificado".

La crisis económica tampoco estuvo fuera de las preocupaciones del papa ni del rey Juan Carlos -quien le ofreció las primeras palabras de bienvenida a su llegada a España-, coincidiendo ambos ese día, y el posterior, en la visita privada del pontífice al palacio de la Zarzuela, en mostrar la preocupación por el desempleo juvenil y en la necesidad de apoyar a los jóvenes para que puedan cumplir sus sueños y profundizar en los valores éticos y de su fe.

En su mensaje central del viernes, en el vía crucis, el papa exhortó a los jóvenes a "que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos... No paséis de largo ante el sufrimiento humano".

Esa mañana, en el monasterio de El Escorial, Benedicto XVI denunció ante las religiosas que "en la sociedad actual se constata una especie de eclipse de Dios, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza".

Después, y en la basílica del monasterio, el obispo de Roma mantuvo un encuentro con el mundo universitario, la primera vez que se produce dentro de la JMJ.

A los profesores les advirtió sobre los "abusos" de una ciencia "sin límites" y les aseguró que cuando se elimina toda referencia a Dios se puede llegar al totalitarismo político. Para evitarlo les recordó que la universidad preserva de esa visión reduccionista y sesgada del ser humano y les exhortó a la búsqueda de la verdad.

No se puede avanzar en el conocimiento de algo "si no nos mueve el amor, ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad", les dijo.

Especialmente emotivo fue el encuentro en la fundación humanitaria de San José, que atiende a discapacitados físicos y psíquicos, donde insistió en que son la imagen de Dios, sus preferidos y dijo que contribuyen decididamente "a edificar la civilización del amor".

"Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir mediante la compasión a que el sufrimiento sea compartido y sobrellevado también interiormente, es una sociedad cruel e inhumana", advirtió.

Con los seminaristas, en una misa celebrada ayer en la catedral de La Almudena, apeló al celibato sacerdotal y pidió a los futuros sacerdotes que no se intimiden por "un entorno en el que se pretende excluir a Dios y en el que el poder, el tener o el placer" suelen ser los criterios que rigen la existencia.

Ya en la vigilia de Cuatro Vientos, en un discurso que no pudo pronunciar completo a causa de una fuerte tormenta pero que el Vaticano dio por pronunciado, el papa reiteró su condena del relativismo, y animó a los jóvenes a proponer con coraje y humildad el valor universal de Cristo como salvador de todos los hombres y fuente de esperanza por nuestra vida".

También se refirió al matrimonio, un proyecto de amor "entre un hombre y una mujer" y reiteró su "indisolubilidad" y la apertura del mismo al don de la vida.

Tras cuatro días intensos, un papa emocionado y agradecido regresa a Roma. Madrid vuelve a la rutina diaria y el tráfico vuelve a llenar sus calles, mientras la "juventud de Benedicto XVI" regresa a sus países de origen. La próxima cita en Río de Janeiro (Brasil), dentro de dos años.

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