Clara Campoamor, una mujer con agallas

  • El nombre de la legisladora madrileña y política republicana se asocia al derecho al sufragio universal, del que fue una firme impulsora. Liberal, independiente y pionera del feminismo, Campoamor murió olvidada y en el exilio.
Busto de Clara Campoamor en Madrid
Busto de Clara Campoamor en Madrid
Luis García/Wikipedia
L.P.

El nombre de Clara Campoamor (Madrid, 1888-Lausana, 1872) se recuerda indisolublemente ligado al voto femenino. De ideas firmes y carácter resuelto, la abogada fue una de las primeras diputadas en el Parlamento republicano por el Partido Radical y como tal participó de la reforma constitucional que aprobó el sufragio universal en 1931.

La prematura muerte de su padre, contable en un periódico, obligó a una jovencísima Campoamor a trabajar primero como modista junto a su madre y después como telefonista y secretaria. Aún así, no abandonó sus estudios y consiguió terminar la licenciatura en Derecho en la Universidad de Madrid a los 36 años, lo que la convirtió en una de laspocas abogadas mujeres de la época.

Al mismo tiempo que desarrolló una intensa actividad como letrada, centrada en la defensa de los derechos de la mujer, Campoamor inició su actividad política. En 1929 entró a formar parte del Comité Organizador de la Agrupación Liberal Socialista y luego se enroló en las filas de Acción Republicana.

Un año más tarde creó la Agrupación Unión Republicana Femenina y se unió al Partido Radical, con el que, en 1931, resultó elegida diputada por Madrid. Campoamor fue una de las primeras mujeres, junto a Margarita Nelken y Victoria Kent, en obtener un escaño en el Parlamento republicano.

Allí formó parte de la Comisión constitucional y trabajó, entre otros asuntos relativos a la mujer, en la redacción del artículo 36 sobre el derecho a voto. Mientras Campoamor defendió a capa y espadala posiblidad de que las mujeres votaran en igualdad de condiciones que los hombres, las otras dos legisladoras, Nelken y Kent, tenían, curiosamente, opiniones encontradas.

Kent llegó a enfrentarse públicamente a Campoamor, ya que creía que, si se aprobaba el sufragio universal, el electorado femenino votaría por la derecha debido a la influencia que sobre él tenía la Iglesia católica. Finalmente el sufragio universal se aprobó en la Constitución de 1931 por una ligera mayoría.

Para la abogada feminista, la causa por la que tanto luchó significó también el fin de su vida política. En 1933 no consiguió renovar su escaño y poco después abandonó el Partido Radical en desacuerdo con su subordinación a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y su actuación en la represión de la insurrección revolucionaria en Asturias.

Las consecuencias no acabaron ahí. Campoamor intentó afiliarse a Izquierda Republicana, pero su admisión fue denegada, también por considerarla en parte responsable de la victoria de la derecha en las elecciones. Fue entonces cuando escribió 'Mi pecado mortal. El voto femenino y yo', en el que relata su lucha y vuelve a defender sus ideas.

La guerra civil la obligó a exiliarse, primero en París y luego en Buenos Aires y Lausana. Durante esos años continuó con su labor como escritora (publicó 'La revolución española vista por una republicana' y varias biografías) y además fue traductora y conferencista.

A finales de los '40 intentó regresar a España, pero descubrió que estaba procesada por pertenecer a una logia masónica y se vio forzada a desistir si no quería acabar en la cárcel. Acabó sus días en Suiza, donde murió por un cáncer el 30 de abril de 1972. Sus restos mortales fueron trasladados años después a San Sebastián.

Su valía personal y su peso histórico fueron rescatados después de la Transición, cuando se empezaron a celebrar homenajes y reconocimientos a la figura de Campoamor. En la actualidad es uno de los símbolos de la lucha por la igualdad de la mujer en España.

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