Cinco consejos

Niños 'enganchados' a las pantallas: claves para saber cuándo preocuparse

Los expertos recomiendan limitar el uso de dispositivos electrónicos a los menores de edad con normas claras y que se cumplan. 

Un niño desayuna mientras juega con un móvil
Un niño desayuna mientras juega con un móvil
Racool_studio / Freepik

"¿Está mi hijo enganchado?" Es una de las preguntas que cada vez más se hacen los padres e intentan responder los expertos después de los interminables meses de confinamiento que se han convertido en una tormenta perfecta para que los pequeños se enganchen a las pantallas. Pero ¿cuándo hay que preocuparse? "Un signo claro de 'enganche' es que exijan cada vez estar más tiempo jugando, se quejen, enfaden e incluso agredan cuando se les quita el móvil e incluso prefieran seguir en casa jugando en lugar de salir al parque, practicar deporte o ver a sus amigos", reflexiona Manuel Armayones, doctor en Psicología de la eHealth Center UOC.

El experto asegura a La Información que este 'enganche' -"que no adicción"- aunque se haya podido acentuar en estos últimos meses, viene de atrás. "En casa todos vamos de una pantalla a otra", asegura y  "la desconexión digital en los niños concretamente puede generar un excesivo malestar, irritabilidad y aislamiento. A largo plazo, la actividad sedentaria puede alterar las horas de sueño y puede provocar problemas de sobrepeso". Explica este experto que la mayoría de los juegos online, refiriéndose al móvil, a la consola o al ordenador, tienen un enganche especial para los niños porque "ya no es solo la puntuación que consigan ellos, sino que se deben a su equipo, repleto de amigos". 

Y dando un paso más, alerta del posible 'enganche' que poco a poco generan determinados juegos en los que para poder tener mejor puntuación se pueden comprar cosas por poca cantidad de dinero "que en ocasiones no saben ni lo que les puede tocar, tratándose de un sistema muy parecido al que se acaba utilizando en el juego online y hay investigadores que ya están advirtiendo sobre ello".  Así, los expertos recomiendan limitar el tiempo dedicado a las pantallas en función de la edad. Por norma general, los menores de dos años no deberían hacer un uso rutinario de las pantallas. De tres a cinco años, se recomienda un uso máximo de 30 minutos diarios. De seis a doce años, se aconseja usarlas una hora al día como mucho. Y de trece a dieciséis años, el límite es de dos horas diarias. 

Hasta ahora, se estimaba que los niños españoles pasaban unas tres horas diarias enganchados a todo tipo de pantallas, pero durante el confinamiento, los pequeños aumentaron su consumo de televisión hasta un 70%, y el uso de móviles, tabletas y consolas subió un 80%, tal y como recoge el último Boletín de información sobre el audiovisual en Cataluña (BIAC), de Kantar Media. "¿Y qué se puede hacer?" Es otra de las preguntas que recibe Armayones como experto en estudios de psicología y el primer paso es "poner normas claras y que se cumplan. Es muy importante marcar límites". Insiste en la importancia de que los padres sean firmes con "el contrato que se puede firmar" para que se cumpla. No es la primera vez que escucha que los pequeños insisten en que "a sus amigos les dejan el móvil más tiempo" pero ahí hay que ser tajante y recordar que "en esta casa las normas son así". 

Apuesta por "firmar un contrato" en el que además los padres también se sacrifiquen de alguna manera. De hecho, se estima que los adultos miran el móvil cada diez minutos. Y los menores de 25 años, cada siete. De poco sirve "pedir sin dar ejemplo" y poco ayuda al 'desenganche' de los pequeños si los mayores practican el 'phubbing', dejar a otro de lado por estar mirando el móvil. "Este comportamiento se aprecia mucho en los padres que no quitan la vista del móvil mientras el pequeño está jugando, pero no solo en esa situación sino que cada vez más se dan conversaciones entre amigos en los que uno o dos de ellos no levantan la vista de su teléfono". Advierte el experto que este fenómeno con los pequeños "rompe una interacción de miradas cómplices, un gesto, un ten cuidado no te caigas o un papá mira lo que hago".

Armayones recuerda que no hay normas de oro para el uso de los móviles y pantallas en general y que, por lo tanto, como cada niño es diferente, las condiciones se pueden pactar. De ahí la importancia de negociar el tiempo de uso. Si un niño se porta bien y tiene buen rendimiento escolar, a veces podemos dejarle el móvil un ratito más. En otros casos, cuando vemos que el uso de estas herramientas genera un problema, es importante restringir su uso, explica el experto. Asimismo, hay que aclarar que el tiempo pactado también puede variar en función de las circunstancias. 

"Hay que recordar que abordamos esta conversación como padres -ni como amigos, ni como colegas-. Hay veces que, nos guste más o menos, tenemos que imponer ciertas normas", comenta. Por eso mismo, la última palabra siempre debe recaer en los progenitores. "Seguramente en un tiempo lo agradecerás pero ahora no te pido que lo entiendas", reflexiona. Eso sí, recuerda que "los límites sobre el uso del móvil pueden resultar más llevaderos si, a cambio, se ofrece una alternativa como jugar al aire libre, pintar, leer un cuento en familia.... lo de toda la vida".

Otras estrategias que se pueden seguir es que a una determinada hora "en casa los móviles se dejan en una bandeja alejados de todos". Los hijos si "eliminan las notificaciones tendrán menos necesidad de mirar el móvil constantemente porque es automático el hábito de leerlo. Está diseñado para que sea así". Además, los móviles que utilizan los niños deben estar siempre bajo supervisión, de modo que nada de contraseñas en estos dispositivos. Y es mejor no utilizarlos a puerta cerrada. "Es más importante la seguridad de los niños que su privacidad. Por eso es fundamental que estemos pendientes de cómo utilizan el móvil y de qué hacen con él", comenta. 

Este experto llama a la coherencia y no cree en dejar de utilizarlos, pero sí en "hacer un uso significativo, que sea útil y evitar la pérdida de tiempo. El vagar dentro de la red no es demasiado adecuado y el scroll infinito de las redes sociales nos atrapa". Ahora estamos empezando a "ser más críticos con su uso, pero no hay que culpabilizar ni a los padres ni a los niños, sino tomar medidas". Y lo más importante "es educarle en no utilizarlo en exceso, porque de poco sirve quitárselo y que luego siga enganchado al de algún amigo". 

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