Costa de Marfil sigue sangrando un mes después de la caída de Gbagbo

  • Las fuerzas del presidente electo Ouattara consiguieron retirar del poder a su antecesor, anclado en su puesto, tras semanas de duros enfrentamientos civiles. Aún así, sigue habiendo civiles armados en las calles, los saqueos y asaltos continúan a la orden del día y muchos de los miles de desplazados aún no han podido volver a sus casas.

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"La gente tiene mucho miedo contenido y es reacia a volver a sus casas", cuenta Vicente Grupeli, un misionero español que vive desde hace años en Doukué, uno de los lugares que más ha sufrido el último brote de guerra civil en Costa de Marfil.

Más de 20.000 desplazados se han alojado desde finales de marzo en las instalaciones de una parroquia y una escuela perteneciente a misioneros salesianos españoles. Salieron huyendo cuando los milicianos partidarios del presidente saliente entraron en su ciudad, Doukué, arrasando con todo: quemaron sus casas, violaron a sus mujeres y mataron.

"Llegaron con lo puesto, claro. Y mal comidos. La primera semana fue horrorosa: no había para comer ni para protegerse. En total hemos tenido a 46 muertos", recuerda el padre Grupeli, uno de los dos sacerdotes que viven en la parroquia. "Faltaba espacio físico incluso para que la gente pudiera estar echada. El hacinamiento era total", añade .

Esta semana se cumple un mes desde que las fuerzas del presidente electo de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, consiguieran entrar en el palacio presidencial donde se refugiaba el ex presidente Laurent Gbagbo que se negaba a abandonar el poder tras haber perdido los comicios.

Lentas y pocas mejoras

En Abiyán, la capital, la mayoría de las tiendas continúan cerradas, porque las han saqueado y/o sus dueños han huido, según ACNUR. Lo mismo sucede en la ciudad occidental de Dokué, según relata Grupeli. En toda la región oeste del país, escasea la comida y la gente no tiene acceso a dinero en efectivo, añade el último informe de la organización de las Naciones Unidas para los refugiados.

Administrando la luz y el agua del pozo de la parroquia con cuentagotas, pueden tener suministro unas horas al día en el campamento de refugiados improvisado. Mientras los primeros días los salesianos solo tenían unas barritas energéticas para dar a los niños que habían llegado, ahora ya ha llegado mucha ayuda de otras ONG a la zona y la situación ya no es tan mala.

"Ha mejorado, no demasiado, pero no es poco"
, apunta Grupeli.

Pero lo cierto es que la situación todavía es muy insegura en todo el país. "No es que esté segura, ni mucho menos", aseguran fuentes del Ministerio español de Asuntos Exteriores a lainformacion.com. El Gobierno sigue desaconsejando viajar al país e instando a los españoles que residen allí a abandonarlo.

Sin embargo, Grupeli no ha salido de Costa de Marfil en ningún momento desde que empezó el conflicto. Dice que los milicianos han respetado la parroquia y él se siente seguro. Incluso reconoce que le remuerde la conciencia saber cómo lo están pasando "literalmente al otro lado de la puerta".

Peligroso volver a casa

Los civiles siguen teniendo armas y asaltando las casas en la ciudad occidental de Dokué, describe el misionero salesiano. "Ahora los refugiados pasan el día fuera [de la parroquia y la escuela], pero vuelven para dormir. Esa es la prueba de que la gente sigue con miedo", dice Grupeli. Calcula que el número de personas que acogen se ha reducido de 25.000 a unos 20.000, aunque están elaborando un nuevo censo.

Cuenta que esta misma semana tres milicianos, uno de ellos armados, entraron en una casa con la excusa de confiscar armas y acabaron robando. En otro caso violaron a una chica en su casa.

Grupeli reprocha al nuevo Gobierno de Ouattara no estar prestando suficiente atención a lo que ya llama un "campamento de refugiados". Lo cierto es que ACNUR está planificando un verdadero campamento, pero de momento los desplazados de Doukué tienen que arreglárselas entre las instalaciones de los salesianos y un campo de fútbol cercano que les han cedido.

Grupeli explica que aún no se ha instalado el nuevo prefecto (gobernador civil) en la zona, aunque asegura que el teniente de alcalde y un comandante militar están haciendo "esfuerzos poniendo controles militares y desarmando a la gente".

Más de 165.000 marfileños han huido desde las elecciones de noviembre de 2010 a los países vecinos, mayoritariamente Liberia. Pero dentro del propio país son muchos los que han dejado sus casas y han buscado refugios en lugares como la parroquia del padre Grupeli: en Abiyán, ACNUR ha contabilizado a 14.000 desplazados internos y Grupeli los cifra en 20.000 en Dokué.

Aún queda mucho por hacer en un país donde lo normal parece ser un continuo estado de conflicto.

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