Desmontan las enormes naves que el tifón Haiyán llevó hasta la costa filipina

  • Los imponentes buques que quedaron varados el pasado noviembre en las costas de la ciudad filipina de Tacloban, muestra de la brutalidad con la que golpeó el tifón Haiyan, han comenzado a ser desmontados pieza por pieza.

Helen Cook

Manila, 22 jun.- Los imponentes buques que quedaron varados el pasado noviembre en las costas de la ciudad filipina de Tacloban, muestra de la brutalidad con la que golpeó el tifón Haiyan, han comenzado a ser desmontados pieza por pieza.

En el Barrio 68, una de las zonas de Tacloban que más sufrió el embiste de la tormenta, han tenido que vivir durante más de 7 meses con la presencia de 5 de estas enormes naves que se llevaron por delante la vida de más de 30 personas y que arrasaron decenas de hogares.

"Obviamente, son un doloroso recuerdo para la gente que vive en este barrio", afirma la representante del Gobierno en la zona, Maria Rosario Bactol.

Un total de 25 hombres tardarán entre dos y tres meses en desmontar completamente dos de los barcos, el "Jaguar" y el "Tomi Iligans", mientras que un tercero, el "RKK Uno", será remolcado al mar una vez tenga el camino libre.

Acostumbrados a los desastres naturales, los filipinos de la zona pronto trataron de darle una utilidad a los buques, cuyas sombras pasaron a convertirse en un punto de encuentro de mayores y jóvenes que buscaban descansar y refugiarse del sol tropical.

A pesar de haberse acostumbrado a su presencia, los residentes de la zona dicen estar contentos con la desaparición de los dos navíos, ya que podrán volver a construir sus hogares.

"Estoy muy contenta de que al fin se lleven los buques. Fueron a parar encima de nuestra casa. La construiremos otra vez, pero no podremos hacerlo con materiales resistentes", dice al medio filipino Interaksyon Teodora Vinas, una residente de 63 años.

Pero para otros, como Rowena Adora, la experiencia de ver su casa y su barrio destruidos fue demasiado traumática.

"Ya no volveré a vivir aquí, porque le tengo miedo al mar", explica.

Mientras, el Gobierno y las empresas propietarias de las embarcaciones deciden qué hacer con las otras dos, una de las cuales, situada muy cerca de la carretera que lleva hasta el barrio, quiso ser convertida en atracción turística por las autoridades filipinas, pero no se consiguió llegar a un acuerdo.

Aunque las naves del Barrio 68 y sus cargamentos mataron a decenas de personas, otros buques que acabaron en tierra firme consiguieron salvar la vida de muchas más gracias al cargamento que transportaban.

Fue el caso de la embarcación Ligaya-V, que transportaba 2.200 toneladas de arroz cuando fue arrastrada por la marejada anticiclónica provocada por Haiyán hasta una remota zona de Tacloban, el distrito de Diit.

Ante la situación desesperada de los habitantes de la ciudad, que quedaron completamente incomunicados, sin acceso a agua potable o comida durante más de una semana, la tripulación del barco comenzó a repartir entre sus nuevos vecinos algunos de los 44.000 sacos de arroz.

"El capitán, muy amablemente, vio la situación en la que estábamos, sin comida ni agua, y nos dio un poco de arroz en secreto para que pudiéramos sobrevivir", cuenta emocionada Roseline Ramirez, de 19 años, cuya casa quedó a escasos 50 metros del Ligaya-V.

Pero tras correrse la voz de la existencia de las más de 2.000 toneladas de arroz dentro del barco, y aunque su capitán tenía órdenes de proteger la mercancía, cientos de personas acudieron a conseguir comida y asaltaron la embarcación.

"La gente - explica Roseline- estaba tan desesperada que viajaban cientos de kilómetros, durante días, hasta llegar hasta aquí y conseguir arroz como fuera para toda su familia".

A la espera de una decisión sobre el futuro de la nave, el Ligaya-V se ha transformado en un patio de recreo de los numerosos niños del barrio, que trepan habilidosamente por un frágil tronco de unos 15 metros hasta llegar a la cubierta, donde bailan y cantan con el espectacular paisaje selvático que rodea Tacloban como telón de fondo.

Aunque la desesperación en los días después del tifón llevó a la muerte de dos personas dentro del barco, cuyos espíritus, dice Roseline, "pueden escucharse cada noche", la joven está entusiasmada con la presencia del Ligaya-V, y no tiene ninguna prisa por que se lo lleven de ahí.

"Me gusta que esté aquí. Es como un monumento, una forma de recordar el tifón y todo lo que pasó en esos días", afirma. EFE

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