Dos "exruteras" devenidas en arquitecta de almas y aviadora hacia la gloria

  • Kioma iba para arquitecta y Jacqueline se había matriculado para estudiar Aviación cuando la vocación religiosa se cruzó en sus vidas, apenas meses después de que ambas participasen en la XXI edición de la Ruta Quetzal BBVA.

Concepción M. Moreno

Colón (Panamá), 5 jul.- Kioma iba para arquitecta y Jacqueline se había matriculado para estudiar Aviación cuando la vocación religiosa se cruzó en sus vidas, apenas meses después de que ambas participasen en la XXI edición de la Ruta Quetzal BBVA.

Ambas compartieron caminatas, charlas y demás vivencias ruteras en la expedición que llevó por lema "A las selvas de la Serpiente Emplumada. Las ciudades perdidas de los mayas", que, en 2006, recorrió Guatemala, Belice, México y España.

Y hoy, que ambas conviven en la comunidad de la Fraternidad de la Divina Misericordia de los Sagrados Corazones de Jesús y de María en la ciudad panameña de Colón, quisieron volver a formar parte, aunque fuera como visitantes por unas horas, de esa expedición que a ellas les permitió conocerse y que aún recuerdan como parte esencial de su formación.

"A veces sentimos que la Ruta nos preparó para la vida que llevamos hoy: eso de ir con poca ropa, aprender a vivir con pocas cosas, desprenderse de ellas, no saber qué ocurrirá mañana...", relatan las dos hermanas a Efe durante una visita en la que departieron, entre otros, con el subdirector de la Ruta Quetzal BBVA, Andrés Ciudad.

Kioma Rachel Legal Pinto, rebautizada tras los votos como la hermana María Emmanuel del Amor del Padre, ya había participado en la vigésima edición de la expedición, en 2005, pero ganar el concurso de redacción del diario de viaje le permitió regresar un año después.

En esa ocasión, esta joven originaria de Colón coincidió con Jacqueline Michell Sánchez Trujillo -hoy hermana Fátima de la Santa Faz-, con quien quedó unida por dos escenas de compañerismo "rutero": una ascensión a los Pirineos, en la que Kioma quedó exhausta, y Fátima le ofreció su mano para llegar las dos juntas a la cima; y otra experiencia algo más espiritual.

"Estábamos en Navarra y visitamos muchas iglesias. Jacqueline había soñado con una de ellas, en la que nos veía a las dos juntas. Cuando por fin llegamos a una que era la misma que había visto en sueños, le dije que el Señor tenía reservadas tareas muy altas para ella", explica emocionada la hermana María Emmanuel.

Meses después de aquel viaje, ambas participaron en un retiro espiritual celebrado en Penonomé (oeste de Panamá), donde Jacqueline vivía con su familia, que marcaría sus vidas para siempre, ya que ambas descubrieron ahí su vocación religiosa y se la confesaron mutuamente bajo una de esas carpas como las que habían usado en la propia Ruta.

"Intenté llevar una vida normal, como si no hubiera pasado nada, durante dos semanas. Tuve que desarrollar una lucha muy grande conmigo, porque siempre fui una hija obediente y de repente tuve que enfrentar a mis padres. Pero necesité hacerlo en ese momento, porque no iba a vivir en paz", explica a Efe la hermana Fátima, quien se describe "feliz a pesar de las dificultades".

El enfrentamiento familiar fue algo común en ambos casos, ya que Kioma es hija única, por lo que fue "muy duro" para su madre, aunque entendió la vocación de la joven, mientras que en el caso de Jacqueline solo su madre la apoyó, pues su padre la echó de casa. No obstante, hoy, las relaciones ya están normalizadas.

Las dos "exruteras" trabajan en una comunidad que tiene 15 hermanas, 14 panameñas y una coreana, en relación con niños y mujeres en riesgo de aborto y, como ellas dicen, "en permanente contacto con la vida de fuera".

Durante la tertulia que el padre Jesús Garrido, sacerdote de la Ruta Quetzal BBVA, mantuvo hoy con los expedicionarios, en torno a los sentimientos, los pensamientos y los aprendizajes experimentados a lo largo del viaje, las dos religiosas les dirigieron unas palabras para hacerles partícipes de sus recuerdos como antiguas "ruteras".

La necesidad de vencer "las dificultades de la convivencia" y la "superación de obstáculos" son dos aspectos comunes que ambas, ahora con 24 años de edad, encuentran entre su participación en la Ruta y la vida religiosa.

Y aunque ninguna cumplió el objetivo previsto cuando eran estudiantes, ellas reconocen que la Ruta Quetzal BBVA las convirtió en una "arquitecta de almas", como dice la hermana María Emmanuel, y en una "aviadora hacia el cielo eterno", afirma la hermana Fátima.

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