El acceso de los divorciados a la comunión, uno de los retos de Francisco

  • De manera "prudente, pero audaz, según él, y algo lenta para los deseosos de cambios rápidos, Francisco ha emprendido en su primer año de pontificado reformas de calado, y estudia una mayor presencia de la mujer en la Iglesia y el espinoso tema del acceso a la comunión de los católicos divorciados.

Juan Lara

Redacción Internacional, 7 mar.- De manera "prudente, pero audaz, según él, y algo lenta para los deseosos de cambios rápidos, Francisco ha emprendido en su primer año de pontificado reformas de calado, y estudia una mayor presencia de la mujer en la Iglesia y el espinoso tema del acceso a la comunión de los católicos divorciados.

El papa Bergoglio tiene puesta su mirada en el Sínodo de Obispos que se celebrará a finales de año en el Vaticano, que abordará la situación de la familia en el contexto de la evangelización en un mundo cada vez más secularizado, uno de los retos del pontificado.

Recientemente, Francisco ha expresado su preocupación por la familia, que atraviesa -ha dicho- una crisis muy seria.

"Es difícil formarla, pocos jóvenes se casan y hay muchas familias separadas en las que ha fracasado el proyecto de vida en común. Los hijos sufren y tenemos que dar una respuesta, pero es necesario reflexionar en profundidad", afirmó a un diario italiano.

Los obispos de todo el mundo analizarán también en el Sínodo el tema de la admisión a los sacramentos de los católicos divorciados y vueltos a casar, que no pueden comulgar.

Hasta ahora, según el Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, esa prohibición es "ley divina", es decir, que ni siquiera la Iglesia puede modificar.

El cardenal alemán Walter Kasper, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, está a favor de que puedan comulgar, aunque defiende que esa apertura no sea generalizada, sino limitada a aquellos que "quieren vivir con la iglesia y admiten y lamentan haber cometido un error en su primer matrimonio".

Sin embargo, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, es contrario a esa apertura.

Francisco insiste en la línea que mantiene desde hace años la Iglesia: que no hay que "condenar" sino "acompañar" a las personas que han fracasado en su matrimonio.

La Iglesia se muestra dividida, de ahí la importancia del Sínodo.

Otro de los retos del pontificado es la mayor presencia de la mujer en la estructura de la Iglesia.

Francisco ya ha señalado que tiene que tener un mayor papel y considerado que en los lugares donde se toman "las decisiones importantes" es necesaria la figura femenina.

Esa mayor presencia no supone, sin embargo, la apertura de las puertas del sacerdocio para las féminas.

En la misma línea que sus antecesores, Francisco ha rechazado que las mujeres puedan acceder al sacerdocio y de manera rotunda ha dicho que sobre ese tema "la Iglesia ha hablado y ha dicho 'no', esa puerta esta cerrada".

Francisco tiene que afrontar también otro tema importante como es una mayor colegialidad en la Iglesia, es decir la relación entre la Curia y los episcopados nacionales, uno de los puntos que quedaron sin resolver en el papado anterior.

Numerosos obispos consideran que hay que potenciar el gobierno común de la Iglesia y aumentar las atribuciones de las conferencias episcopales, mientras que en la curia vaticana son muchos los que piensan que debe prevalecer el Gobierno central de la Iglesia.

El camino hacia la colegialidad es largo y, según el teólogo heterodoxo Hans Kung, Roma sigue exhibiendo una Iglesia fuerte, absolutista, que reúne en sus manos todos los poderes, que no tiene en cuenta la universalidad de la misma.

El pontífice debe proseguir también con el desarrollo del Concilio Vaticano II, potenciar el ecumenismo y las relaciones con judíos y musulmanes.

Otro reto es la escasez de vocaciones y la disminución de sacerdotes. Ante este problema ha vuelto a primera línea el celibato de los curas católicos.

Aunque parece que los tiempos no están todavía maduros para su abolición, el secretario de Estado ("primer ministro" del Vaticano), el cardenal Pietro Parolin, opina que el celibato "no es un dogma" y que se puede discutir.

El papa debe proseguir también las negociaciones con los lefebvrianos, que desataron un cisma en 1988 al ordenar a cuatro obispos sin el permiso del pontífice y que no reconocen el Concilio Vaticano II.

En este año, Francisco ya ha dado un importante paso para la reforma de las instituciones financieras de la Santa Sede, al crear una Secretaría de Economía, que se ocupará de gestionar todas las actividades económicas y administrativas del Vaticano.

Asimismo, un mes después de ser elegido papa nombró un consejo de ocho cardenales para reformar de la Curia romana tras el escándalo Vatileaks. De momento, los cardenales siguen trabajando y se desconoce la profundidad de la misma.

Mostrar comentarios