El director de una escuela marginal de Sudáfrica la transforma en un centro de referencia

  • Mduduzi Mathe es un héroe para su comunidad y parte del país. En pocos años ha conseguido convertir una escuela al borde del cierre, en un estado cochambroso, con clases caóticas y que además servía como refugio a criminales, en un centro educativo de referencia que alcanza las mejores medias en el examen de la selectividad sudafricana.
Erin Conway-Smith | Globalpost

(Soweto, Sudáfrica). Cuando Mduduzi Maphindikazi Mathe se hizo cargo del instituto secundario Bhukulani de Soweto (el distrito segregado al sur de Johannesburgo) estaba a punto de ser clausurado. Los edificios no tenían ventanas ni puertas y las aulas estaban equipadas con algunas pizarras rotas y unos cuantos pupitres. “Era horrible, esta escuela era un desastre”, afirma Mathe.

Más preocupante que el estado de la escuela era la delincuencia desenfrenada en las instalaciones. “Era un lugar que los delincuentes utilizaban para hacer lo que querían, incluso para violar a mujeres”, recuerda. “Aquí no había educación”.

El departamento provincial de Educación deseaba convertir la escuela en una comisaría para atender los problemas de la zona. Sin embargo, Mathe aseguró a las autoridades que él transformaría el lugar. “Tenía un plan”, dice mientras explica la historia desde su humilde despacho. Se sienta en una mesa, con una montaña de libros sobre liderazgo, matemáticas y ciencias. “Para mí era obvio que tenía que hacerme cargo de esta escuela”.

Mathe, de 50 años, creció en la zona de Orlando West, de Soweto. Tenía seis hermanos y sus padres también eran profesores. Fue a diversas escuelas públicas de Soweto, pero cuando estaba en 10º grado, su educación se vio interrumpida por uno de los momentos más importantes en la lucha de Sudafrica contra el Apartheid.

Mathe se unió al levantamiento de Soweto de 1976, durante el cual los estudiantes de origen africano protestaron y se enfrentaron a la policía por la obligación de usar el afrikaans como la lengua de instrucción en sus escuelas. La policía sudafricana utilizó la fuerza y cientos de personas –muchos de ellos, escolares- fueron asesinados. Ese año, las escuelas de Soweto estuvieron cerradas todo el año.

Al final, sus padres decidieron enviarlo a vivir con su hermano, profesor universitario en otra provincia, para que pudiera completar su educación secundaria. Mathe se licenció en Ciencias y un postgrado en Educación en la Universidad de Zululand. Durante unas vacaciones regresó a Soweto y visitó la escuelaBhukulani. Habló con el director para ayudar a los alumnos en temas de matemáticas y ciencias. El director lo contrató inmediatamente y trabajó en la escuela durante cinco meses.

Cuando acabó sus estudios universitarios, en enero de 1986, se convirtió en profesor a jornada completa. Posteriormente asumió la dirección del departamento de matemáticas y ciencias y llegó a ser subdirector. Fue entonces cuando decidió hacer una pausa en sus estudios para preparar un doctorado en enseñanza de las matemáticas en la Universidad de Johannesburgo.

Cuando regresó a la escuela en 1997, como director interino y posteriormente como director oficial en 1998, se encontró con un enorme problema de delincuencia. Su plan para transformar la escuela tenía como primera prioridad restablecer la disciplina tanto entre los alumnos como entre los profesores, que llegaban tarde a clases o ponían cualquier excusa.

A los profesores les dijo que el horario no era negociable y les obligó a llegar a la hora. Poco a poco las cosas comenzaron a cambiar. “Si no hay disciplina entre los educadores, entonces es lógico que se extienda a los alumnos”, afirma.

Organizó una reunión con los residentes de la zona, conocida como Zondi 2, para ganarse su apoyo. “Les dije, tenemos un nuevo equipo de dirección en la escuela”, explica. Mathe incluso se trasladó a vivir a una vivienda al lado de la escuela para demostrar su compromiso. Esto le permitió pasar más horas en el centro y evitar que los delincuentes utilizaran el lugar como refugio. “Me compré una casa cerca para estar al lado de la escuela y estar disponible en todo momento”, afirma.

Un funcionario del departamento de Educación le ayudó a conseguir patrocinios, e incluso un contacto con una ONG, para que Mathe pudiera realizar algunas reparaciones en el edificio y pintar las aulas, “para que pareciera una escuela”. Una vez renovada y con un poco de disciplina entre profesores y alumnos, se empezaron a ver los resultados.

En 1997, la tasa de aprobados del instituto Bhukulani en los exámenes matric –equivalente a la selectividad del sistema sudafricano- era del 21,5 por ciento. Un año después había mejorado hasta el 70 por ciento. En los últimos años la cifra fluctúa alrededor del 95 por ciento. El año pasado obtuvieron un 94 por ciento y Mathe, con el apoyo de profesores y personal de la escuela, dice que quiere lograr el 100 por ciento este año.

El éxito en los exámenes matric es esencial para poder seguir estudios superiores y asegurarse un buen empleo. En Sudáfrica, la tasa de aprobados del matric el año pasado fue sólo del 60,6 por ciento y sigue a la baja. Los exámenes tienen unos estándares bastante bajos: para aprobar, los alumnos deben obtener un 40 por ciento en tres asignaturas y un 30 por ciento en otras tres. Los resultados de Bhukulani están muy por encima del promedio nacional.

Actualmente existe una enorme demanda para estudiar en la escuela, que ha pasado de 611 alumnos en 1998 hasta 1.208. Los padres inundan la entrada el día de admisiones para ver si sus hijos pueden conseguir plaza. “Tenemos que rechazar a cientos de alumnos porque no tenemos espacio. Es un infierno”, afirma Mathe.

Pero todavía hay muchos problemas pendientes. Por ejemplo, Mathe se queja del escaso éxito de los alumnos negros (sudafricanos) en matemáticas, debido a la falta de destrezas básicas y a dificultades para entender el inglés. Muchos estudiantes son políglotas, pero el inglés es su tercera o cuarta lengua.

Mathe también tiene problemas de infraestructura. Está preocupado porque no hay una sala de conferencias para organizar actos. Actualmente la única solución es poner sillas en el aparcamiento de la escuela, aunque haga frío o llueva.

La escuela se ha convertido en una fuente de orgullo para la comunidad y el departamento provincial de Educación. Durante una visita el año pasado, el presidente sudafricano Jacob Zuma alabó el éxito de los alumnos y declaró que le habría encantado haber podido ir a esa escuela, “porque podría ser una mejor persona”.

Sphiwe Dhlomo, que fue alumno de Bhukulani, obtuvo su licenciatura en Comercio y ahora tiene su propio negocio. Dice que Mathe es “muy humilde” y afirma que es “su visión la responsable del cambio de Bhukulani”. “El ha influido mucho en lo que soy ahora”, añade. “Es difícil para cualquier negro de estos distritos. Normalmente nadie les presta atención. Ha cambiado la percepción de los alumnos de los distritos segregados”.

Los buenos resultados de los alumnos de Bhukulani en los exámenes matric son superiores a los de muchas otras escuelas de Soweto, la zona residencial de raza negra de Sudáfrica. Por ejemplo, una escuela cercana sólo consiguió una tasa de aprobado del 19 por ciento el año pasado.

Mathe dice que esa escuela no es muy diferente de la suya en términos de alumnos y financiación. La diferencia, explica, es la disciplina, el liderazgo y la gestión de la escuela, “eso es todo”.

Este profesor, que frecuentemente utiliza acrónimos para ilustrar sus ideas sobre liderazgo y gestión, dice que lo que le da fuerzas para seguir adelante son las tres “D”: dedicación, determinación y devoción, además de las tres “P”: perseverancia, persistencia y plegaria. “La responsabilidad es del director. Trato de hacerlo lo mejor posible”, asegura.

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