El vertido de agua radioactiva abre una brecha de contaminación sin precedentes

  • El presidente de Tepco reaparece en público para pedir perdón por el accidente nuclear
Japón ampliará las zonas de evacuación en torno a la central nuclear de Fukushima
Japón ampliará las zonas de evacuación en torno a la central nuclear de Fukushima
Sara Acosta

Un mes después del accidente nuclear en Japón y tras el mismo periodo sin comparecer públicamente, el presidente de la compañía eléctrica de Tokio (Tepco), Masataka Shimizu, reapareció ayer para pedir perdón por el accidente de la central gestionada por esta compañía.

Shimizu también pidió disculpas por el vertido de hasta 11.500 toneladas de agua radioactiva al mar que la central está vaciando en el Pacífico para liberar espacio de refrigeración de los reactores, muy dañados. La medida abre un caso de contaminación ambiental sin precedentes que necesitará al menos dos años para conocer sus consecuencias, según han explicado científicos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

La protesta de China por el vertido ha sido toda la respuesta política que ha recibido la medida. Uno de los portavoces del Ministerio de Medio Ambiente, Hong Lei, aseguró la semana pasada que este país "está naturalmente preocupada, ya que es un vecino muy cercano". La respuesta de Pekín a la medida de la compañía Tepco ha sido reforzar la vigilancia en sus costas.

Pero los científicos ya están advirtiendo de los efectos sin precedentes de esta crisis ecológica. El núcleo de un reactor nuclear contiene más de 60 contaminantes atómicos. El cesio, el estroncio y el yodo son los más perjudiciales porque al depositarse en el mar se incorporan a la cadena trófica, es decir, pasan de un ser vivo a otro.

La compañía dejó de verter agua radioactiva sobre el Pacífico a última hora de ayer. Los responsables de la compañía han reconocido que ni siquiera saben si la medida tendrá éxito. Lo que sí está claro es que los isótopos radioactivos emiten radioactividad aunque se diluyan en el agua, con consecuencias que aún se desconocen. El cesio 137, por ejemplo, tarda años en desintegrarse y la radioactividad que genera dura años, con el riesgo de acumularse en el fondo marino, contaminando a su vez a las especies que lo habitan.

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