Emotivo encuentro del papa con familias filipinas desfavorecidas

  • El papa Francisco se reunió hoy en un emotivo acto con algunas familias de Filipinas para conocer de primera mano las calamidades e injusticias que viven los más desfavorecidos del país.

Helen Cook

Manila, 16 ene.- El papa Francisco se reunió hoy en un emotivo acto con algunas familias de Filipinas para conocer de primera mano las calamidades e injusticias que viven los más desfavorecidos del país.

El pontífice, que llegó puntual al encuentro, fue recibido con gritos y aplausos ensordecedores de las 15.000 personas que acudieron al palacio de deportes de Mall of Asia, en Manila.

Miles más se congregaron en los alrededores del recinto para presenciar el acto y, aunque no pudieron acceder al edificio, recibieron al pontífice con el mismo entusiasmo.

"Porque el papa hace cosas como esta, hablar con los más desfavorecidos, es por lo que los filipinos nos sentimos tan cercanos a este papa", declaró a Efe Ester Castillo, ama de casa de 45 años, que lo esperó en el palacio de deportes durante horas.

"Él cocina, como nosotros, y utiliza el transporte público, como nosotros. Ese es el mejor ejemplo que puede dar un líder", agregó la mujer.

Los que sí accedieron al interior del recinto, muchos de ellos ataviados con camisetas con el rostro de Francisco, observaban entusiasmados cómo el máximo representante de la Iglesia Católica saludaba pausada y alegremente a varias de las familias que se encontraban en primera fila y que protagonizaron el evento.

Antes de subir al escenario, el pontífice recibió una guirnalda de sampaguitas, la fragante flor nacional de Filipinas, que tradicionalmente se entrega en el país a personalidades a las que se quiere demostrar honor y veneración y que lució durante todo el evento.

Desde el colorido escenario, el pontífice escuchó pacientemente los testimonios de tres familias filipinas que representaban tres de las penalidades comunes que se sufren en el país: la pobreza, la emigración en busca de trabajo y la discapacidad de algún miembro.

"Mi marido se tuvo que ir a Singapur a trabajar para que pudiéramos sobrevivir solo tres años después de casarnos. Tuve que asumir el papel de madre y de padre de nuestra hija y eso no fue nada fácil", dijo la cabeza de familia de los Pumarada.

"La migración sigue cambiando la estructura, las funciones y los roles de la familia en la comunidad", agregó esta filipina.

El público, visiblemente emocionado, permaneció en completo silencio mientras se leían los testimonios de las tres familias filipinas con unos problemas comunes a muchos ciudadanos del país.

Las familias, seleccionadas por Caritas Filipinas, fueron elegidas entre los más pobres del país, con ingresos de menos de 200 pesos (3,8 euros o 4,5 dólares) diarios.

A pesar del ambiente emotivo, los asistentes rieron a carcajadas ante algunos gestos del papa, que dio las gracias a una de las familias en lenguaje de sordos o recibió sonriente un nuevo solideo que le ofreció otra de las filipinas víctima de la pobreza.

El papa también hizo gala de su espontaneidad con el cambio constante de idiomas: usó el inglés para el discurso oficial pero prefirió el español en los comentarios espontáneos que iba intercalando.

"Me van a disculpar, tengo otra cosa que decir y voy a cambiar de idioma porque mi inglés es terrible", dijo el pontífice entre risas de los presentes.

La ceremonia, que duró aproximadamente dos horas y que amenizó un coro formado por más de 100 personas, terminó con el apagado de las luces principales del palacio de deportes y el encendido de decenas de miles de linternas de colores que sujetaba cada uno de los asistentes, mientras se escuchaba un himno religioso.

Antes de abandonar el lugar, el máximo representante de la Iglesia Católica se volvió a parar a saludar y bendecir a más niños.

El papa Francisco, al que los filipinos han dado el cariñoso apodo de "Lolo Kiko" (Abuelo Kiko), llegó ayer a Filipinas, el país con mayor número de católicos de Asia, donde fue recibido por multitud de ciudadanos.

Esta visita es la primera a Filipinas que realiza un pontífice en 20 años, tras la que Juan Pablo II efectuó en enero de 1995, cuando fue recibido por millones de personas.

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