En Jordania, los solicitantes de asilo sueñan con Europa

  • Hana Yusef, un cristiano de Irak, no sabe nadar. Es la principal razón por la que duda en ir a Europa como miles de sus compatriotas para huir de la violencia o de las condiciones de vida en los países de acogida de la región.

Como otras decenas de miles de cristianos, este hombre, con cuatro hijos, tuvo que irse de Mosul, una ciudad del norte de Irak caída en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en junio de 2014. Se refugió en Jordania.

Desde hace más de año y medio, Hana, de 45 años, espera que el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) le conceda el estatuto de refugiado y le encuentre un país de acogida. "Nos han abandonado, olvidado, tenemos los nervios a flor de piel", se queja.

Pero "todavía no está preparado" para seguir a los miles de compatriotas que se fueron a Europa, sobre todo cruzando el Mediterráneo en embarcaciones precarias.

"No sé nadar", confiesa. También teme por su hija de dos años y por otros familiares. Además "no tengo dinero suficiente". "Por todos estos motivos, dudo y prefiero esperar", explica.

"No sé qué va a ser de nosotros aquí. No tenemos trabajo, ni salario", lamenta este iraquí, que recuerda que la legislación jordana prohíbe a los refugiados trabajar en el reino.

Desde su llegada al país dice haber recibido sólo el equivalente a 70 dólares de ACNUR.

"Dejamos atrás todo lo que hemos construido en décadas", lamenta Hana Yusef, que comparte un apartamento en Ammán con otras dos familias cristianas.

Al igual que él, 50.000 iraquíes están registrados en ACNUR en Jordania, además de 600.000 refugiados sirios, según el representante de la organización en el país, Andrew Harper.

De los 50.000 iraquíes se estima que cerca de 11.000 son cristianos, según el representante de la organización católica Cáritas en Jordania, Wael Suleiman, que afirma proporcionar alojamiento y ayuda a 2.000 de ellos.

"Si los refugiados iraquíes han perdido la esperanza sobre su futuro en Jordania, no tienen otra elección más que regresar a su país o intentar ir a Europa", explica Harper a la AFP.

"Queremos que (los cristianos) se queden en la región. Pero para ello tenemos que apoyarlos. Intentamos alquilar casas para muchos de ellos (...) y enviamos a sus hijos al colegio. Ahora, luchamos por conseguir permisos de trabajo", declara Wael Suleiman.

Nasir, su esposa Milad y sus tres hijos llegaron hace ocho meses de Qaraqosh, una ciudad cercana a Mosul.

Se alojan en la parroquia de San José, en el centro de Ammán, con la ayuda de Cáritas.

Australia rechazó su solicitud de asilo, pero Nasir insiste en encontrar "un medio legal" para obtener un estatuto de refugiado en alguna parte de Europa, o en otro sitio.

"No quiero algo ilegal", recalca.

Fadi Aziz espera, por su parte, desde hace cinco años por un país de acogida para él, su esposa y sus cuatro hijas. Este exfuncionario de Bagdad también "prefiere esperar el procedimiento oficial de ACNUR, por largo y penoso que sea".

El viaje a Europa "es caro, largo, duro y puede costarnos la vida o la de nuestros hijos", explica.

Lo mismo piensa Sabah, que no quiere poner en peligro a su familia.

En Irak "hemos sufrido ataques, secuestros, asesinatos y amenazas". "Estamos cansados y no queremos arriesgar de nuevo la vida", concluye.

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