En tiempo de guerra, el reto humanitario visto desde una nueva perspectiva

  • Isabel Saco.

Isabel Saco.

Ginebra, 12 jun.- El uso de la tecnología para realzar el drama humano es la gran apuesta ganada por el Museo Internacional de la Cruz Roja, que inaugura una nueva exposición permanente que pone al visitante en "contacto directo" con los protagonistas de la acción humanitaria en diversos lugares del mundo.

La defensa de la dignidad humana, la reconstrucción de los vínculos familiares rotos por los conflictos y la reducción de los riesgos naturales son los tres ejes temáticos de "La Aventura Humanitaria", la exhibición que desde ahora presenta el museo y con la que quiere celebrar su primer cuarto de siglo de existencia.

Sin minimizar el aspecto dramático ni la crueldad con la que puede actuar el ser humano, esta muestra no pone el dedo sobre la miseria humana -por las atrocidades de una guerra o el sufrimiento que provoca una catástrofe natural o la pérdida inesperada de un ser querido-, sino que transmite el mensaje de que detrás de cada desgracia hay alguien capaz de generar esperanza.

La tarea de trasladar esa visión a formato de museo fue encargada a tres arquitectos procedentes de diversos horizontes culturales: el brasileño Gringo Cardia, el japonés Shigeru Ban y el burkinabés Diébédo Francis Kéré, ganadores de un concurso internacional convocado para este fin.

Doce "testigos" de la acción humanitaria -escogidos por su compromiso personal en favor de los demás o su capacidad de salir adelante en la adversidad- constituyen el hilo conductor de los tres espacios de la exposición concebidos por cada uno de esos arquitectos.

Al iniciarse el recorrido, esos doce personajes "reciben" en un cuarto circular oscuro al público, que los volverá a encontrar -por grupos de cuatro- al final de cada espacio temático para entrar en "diálogo" con ellos a través de un dispositivo interactivo.

"Haber logrado dar un tamaño real a esos testigos, colocarlos como iguales ante el visitante es un elemento clave de esta exposición", explica a Efe el director del museo, Roger Mayou.

La primera sala, dedicada a mostrar cómo se puede defender la dignidad humana -aspecto en el que se han conseguido avances extraordinarios y terribles regresiones-, se abre con un pie gigante que pisotea imágenes de sufrimiento y opresión (prisioneros de guerra, refugiados, niños soldados) que discurren en una pantalla gigante instalada en el suelo.

A continuación se encuentran vitrinas en las que se exponen objetos fabricados con materiales rudimentarios o reciclados por prisioneros de diversos países y obsequiados a los delegados del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que los visitaban.

De la siguiente sala, creada por el arquitecto africano, sorprende una torre construida a base de fibra de cannabis y tapizada con cientos de fotos de niños extraviados durante el genocidio en Ruanda.

En vista de la edad y del traumatismo sufrido, esos niños no podían dar informaciones que permitieran identificarles, lo que llevó a crear un nuevo método de "búsqueda por fotos", gracias al cual 20.000 menores ruandeses pudieron encontrar a sus familias.

Otra misión del CICR es restablecer los vínculos entre los prisioneros y sus familias, una tarea que cumple actualmente en 65 países y que este museo hace visible exponiendo numerosos mensajes, como el que dirige un prisionero sudanés en Guantánamo a su mujer o el de una madre a su hijo recluido en Liberia.

Saliendo de ese área se captan pasajes del programa radiofónico "Las Voces del Secuestro", mediante el cual se transmiten mensajes a las personas secuestradas en la selva de Colombia.

Hoy, también los teléfonos satelitales y las videoconferencias por internet se han convertido en los nuevos medios para restablecer los lazos familiares en situaciones de ese tipo.

El último espacio está consagrado a la reducción de los riesgos naturales, donde el juego "Huracán" permite experimentar la importancia de la preparación ante estas catástrofes, mediante actividades como plantar manglares, construir refugios en altura, organizar ejercicios de evacuación o tener reservas de alimentos.

Antes de abandonar esta última zona, cuatro personajes esperan sentados -dentro de pantallas- a que alguien se siente en una silla colocada frente a ellos para activar el dispositivo que les hará empezar a contar su experiencia en la prevención de desastres.

Una adolescente china de la ciudad de Sichuan, sacudida por un terrible terremoto en 2008, habla de la importancia de los ejercicios de evacuación tras la catástrofe, mientras que en otra pantalla una líder comunitaria de Kenia cuenta las acciones de su pueblo para contrarrestar los efectos de las sequías.

Si la anterior exposición permanente duró 22 años, la que se abre ahora en Ginebra probablemente lo esté otro tanto gracias a una financiación en su mayoría privada y que superó los diez millones de dólares, según comentó el director de la institución.

Uno de los objetivos ideales es igualmente acercar al público joven a la problemática humanitaria.

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