La familia real británica, un negocio redondo para los proveedores

Un carnicero escocés o un sastre londinense figuran en la lista de proveedores oficiales de la familia real británica, un premio a la calidad y sobre todo una garantía de negocio y de exportación.

Un sello que "abre puertas", reconoce Robert McFarlane, director de ventas de las carnicerías escocesas Donald Russel, que surten de carne desde hace treinta años a la reina Isabel II. "Pero tiene que haber calidad", añade.

No todo el mundo puede poner el escudo de armas real en el escaparate o en sus productos, sólo quienes simbolicen la excelencia y sean "responsables", desde un punto de vista ambiental, además de ejemplares en el trato a sus empleados.

La garantía real (royal warrant), concedida por la Reina, su esposo o su hijo, el príncipe Carlos, se obtiene después de haber abastecido en bienes o servicios a la monarquía de forma regular durante cinco años.

Se puede perder en cualquier momento, ya que la atribución se revisa cada cinco años. Lo que explica "un cierto nerviosismo", admite a la AFP McFarlane.

En cualquier caso vale la pena. El espaldarazo real es un argumento de marketing en el Reino Unido, donde en los últimos años la familia goza de una popularidad récord, como en el extranjero, especialmente en Asia.

"La garantía real es reconocida en el mundo entero como prueba de calidad y de 'lo británico'", asegura Edward Bodenham, director de la tienda de perfumes Floris, fundada en 1730 en el barrio londinense de Saint-James.

Floris está presente en 26 países, sobre todo en Japón, donde la clientela se interesa por la familia real británica, explica a la AFP su directora de exportaciones Sylvie Imbert.

"Existe un entusiasmo de los consumidores por todo lo que afecta a la familia real", dice. "Es una garantía de calidad y también la prueba de que los productos son ingleses", añadió.

Sólo 800 empresas pueden colocar el escudo de armas real en sus productos y en las tarjetas de visita, por ejemplo Fulton, el fabricante de paraguas preferido de la reina, el marroquinero Ettinger o el sastre Henry Pool, que alardea de ser uno de los últimos en confeccionar "trajes hechos a mano".

La tradición de estas "garantías" se remonta a la Edad Media pero se desarrolló bajo el reinado de Victoria, la tatarabuela de Isabel II, afirma Russell Tanguay, director de la asociación que las concede, en el número 1 de Buckingham Place.

"El número de 'royal warrants' ha aumentado exponencialmente -pasando de 200 al comienzo de su reinado a 2.000-, gracias al marido de Victoria, el príncipe Alberto", consciente de que promovían el comercio, explica.

La institución Fortnum and Mason, cita obligada para cualquier aficionado al té y a los dulces en Londres, también ha hecho fructificar el negocio, proponiendo mezclas de té con motivo de los grandes eventos de la realeza (bodas, jubileos o aniversarios).

Esta tienda de productos de lujo, que goza de la confianza real desde hace más de 150 años, prefiere no revelar las recetas preferidas de la reina Isabel II. Se sabe que su marido, el príncipe Felipe, tiene una debilidad: los bombones rellenos de crema de jengibre.

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