Ferran Pujol: No sirve diagnosticar el Sida si no se controla el tratamiento

  • El activista en la lucha contra el sida Ferran Pujol considera que diagnosticar la enfermedad no tiene sentido si no se garantiza que el paciente llega al hospital y sigue el tratamiento, por lo que, en su opinión, el test en farmacia tiene menos efectividad que el trabajo de las organizaciones contra el VIH.

Barcelona, 30 nov.- El activista en la lucha contra el sida Ferran Pujol considera que diagnosticar la enfermedad no tiene sentido si no se garantiza que el paciente llega al hospital y sigue el tratamiento, por lo que, en su opinión, el test en farmacia tiene menos efectividad que el trabajo de las organizaciones contra el VIH.

"Diagnosticar por diagnosticar no tiene sentido si no eres capaz de garantizar que esas personas quedarán introducidas en el sistema sanitario para que puedan recibir tratamiento", ha señalado Pujol en una entrevista con Efe con motivo de la celebración mañana del Día Mundial del Sida.

Ferran Pujol, que contrajo el sida en 1986, es uno de los activistas que más ha trabajado en Cataluña para asistir los pacientes de este virus responsable de millones de muertes y que continua infectando a un ritmo de 8.000 personas al día en todo el mundo.

Junto con su pareja, Michael Meulbroek, fundó el centro Barcelona Checkpoint, en el cual una plantilla de especialistas atiende a personas del colectivo gay, el más expuesto (50 por ciento de las infecciones en Cataluña) y el más estigmatizado socialmente por la enfermedad.

Con una cadencia de entre tres y cuatro detecciones a la semana, el Barcelona Checkpoint atiende el 40 por ciento de los nuevos casos de hombres que practican sexo con personas del mismo género y, gracias a la colaboración directa con el sistema público de salud, consigue que el 95 por ciento de los diagnosticados pasen a los hospitales para ser tratados.

Para Pujol, estos datos "espectaculares" demuestran que un programa de detención "no se puede valorar sólo por los test que haga, sino por la capacidad de introducir los enfermos en el sistema sanitario y de dar apoyo emocional para digerir una noticia que es traumática".

Así, los test en farmacia, que se empezaron a realizar a mediados de 2009, suponen "una herramienta más, válida para personas reticentes a ir al hospital a hacerse la prueba", pero, para Pujol, "no han tenido la efectividad de las organizaciones antisida porque trabajan en un contexto de proximidad".

Uno de los principales inconvenientes de los test es, según el activista, que los farmacéuticos no pueden controlar si los que dan positivo van luego al hospital a tratarse para que dejen de ser agentes infecciosos.

Con los actuales tratamientos antirretrovirales ya se ha conseguido no sólo que la enfermedad deje de ser mortal, sino también que el paciente deje de ser transmisor del VIH, por lo que la pronta detección y el tratamiento es una medida de contención de la epidemia.

Tras los logros de los últimos años, el próximo paso de la comunidad científica es curar la enfermedad, algo que podría ser posible en el plazo de diez años.

"Curar el VIH se convirtió en un tabú tras el optimismo exagerado de la comunidad científica, que pensaba en los noventa que los antirretrovirales acabarían eliminando el virus, pero que se vuelva a hablar de esa posibilidad abre de nuevo la esperanza sobre lo que debería haber sido siempre un objetivo, el de curar", valora Pujol.

"Lo que hace falta a esta epidemia es una solución definitiva, porque actualmente hay terapias excelentes, pero sólo de mantenimiento, que crean una dependencia enorme y que, además, no hemos sido capaces de administrar a todo el mundo que lo necesita", añade el activista.

Treinta años después de la detención del primer caso y más de 30 millones de infectados en todo el mundo, el acceso a los tratamientos sigue siendo limitado en los países pobres, especialmente en África.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2009 sólo 5 millones de infectados que habitan en los países más pobres del planeta tuvieron acceso a antirretrovirales, cuando se calcula que necesitan ese tratamiento unos 15 millones de enfermos.

"La lucha contra el sida es una historia de contradicciones; en pocos años la hemos convertido en crónica, pero no hemos sido capaces ni de aceptarla socialmente ni de erradicarla", concluye Pujol.

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