La asonada anunciada por un ballet que selló la suerte de la URSS

  • En la URSS era tradición emitir en la televisión "El lago de los cisnes" cuando moría un líder, pero aquel 19 de agosto de 1991 el ballet de Chaikovski anunció un golpe de Estado que precipitó la defunción de la propia Unión Soviética.

Arturo Escarda

Moscú, 15 ago.- En la URSS era tradición emitir en la televisión "El lago de los cisnes" cuando moría un líder, pero aquel 19 de agosto de 1991 el ballet de Chaikovski anunció un golpe de Estado que precipitó la defunción de la propia Unión Soviética.

Millones de rusos despertaron aquella mañana intrigados por el cambio en la programación habitual, pero no tardaron en enterarse de que un puñado de dirigentes de la cúpula del por entonces ya agonizante gobierno soviético se habían propuesto poner fin a la "perestroika" y devolverlos al pasado.

Los medios de comunicación lo supieron horas antes, cuando a primera hora de la mañana la agencia oficial TASS difundió un comunicado en el que informaba de que el vicepresidente soviético, Guennadi Yanáyev, asumía la dirección del país debido a la mala salud del presidente de la URSS, Mijail Gorbachov.

A los dos días Rusia sabría que el padre de la "perestroika", el hombre que con sus esfuerzos por modernizar el país comunista descubrió al pueblo que otro modelo de Estado era posible, había sido retenido junto a su familia y contra su voluntad en la península de Crimea, en Ucrania, donde se encontraba de vacaciones.

Doce de los más altos cargos de la "nomenklatura" del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) se erigieron en el Comité Estatal de Emergencia (GKChP) que intentaría durante los próximos tres días desmontar los avances democráticos logrados hasta entonces por Gorbachov.

En vísperas de la firma de un nuevo Tratado de la Unión, llamado a reestructurar la URSS para dar más poder a las repúblicas, los golpistas hicieron lo posible para evitar lo que consideraban como un paso sin retorno hacia la desintegración de facto del país.

Paradójicamente, los intentos del GKChP de ahogar la incipiente libertad de expresión se tornarían en la práctica defunción del propio Partido Comunista y en una popularidad sin precedentes del presidente ruso, Borís Yeltsin.

Aquel 19 de agosto, las cámaras de televisión de todo el mundo captaron una imagen que pasó a la historia: encaramado a un tanque y rodeado por una multitud exaltada, Yeltsin llama al pueblo a una huelga general indefinida y a la desobediencia civil contra lo que califica de "golpe de Estado reaccionario".

Una marea de ciudadanos escuchó la llamada de Yeltsin y se sumó al sentir mayoritario: el pueblo no iba a permitir que lo encerraran de nuevo tras el telón de acero.

Con los militares ocupando posiciones en los puntos estratégicos de Moscú, como la agencia TASS, la Radiotelevisión Soviética y las residencias estatales, miles de moscovitas tomaron literalmente la plaza Maniezh, a las puertas de la Plaza Roja, y la entrada a la Casa Blanca, la sede del Gobierno de Yeltsin.

Los golpistas no se esperaban que el pueblo fuera capaz de defender la libertad que apenas se empezaba a respirar en el país, pero los ciudadanos no dudaron en interponerse entre los blindados y la Casa Blanca y en montar barricadas para impedir el paso de los tanques.

El mismo 19 de agosto, una nutrida parte de la división acorazada "Tamánskaya", acuartelada en las afueras de Moscú, renegó de los golpistas y sumó sus tanques a la defensa de la Casa Blanca.

El toque de queda decretado por el GKChP no impidió que miles de personas continuaran la guardia frente al Parlamento ruso, donde llegaron a ser más de 100.000 el 20 de agosto.

Los momentos más trágicos del golpe se vivieron en la madrugada del 21 de agosto, cuando tres personas murieron al hacer frente a una columna de blindados en las proximidades de la sede del Parlamento ruso.

Al día siguiente, mientras las tropas abandonaban la ciudad y algunos golpistas trataban de volar a Crimea para pedir protección a Gorbachov, el mismo al que habían retenido, el fracaso del golpe de Estado prácticamente cerró una época.

El PCUS, en su intento de frenar el avance democrático, terminó de dar la puntilla al país cuyo destino había dirigido con mano de hierro durante más de 70 años.

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