Los emigrantes senegaleses invierten en el desarrollo de sus ciudades

  • Se fueron de Senegal hace años para probar suerte, pero muchos de estos emigrantes no han olvidado su país y contribuyen al desarrollo con la construcción de mezquitas, centros de salud, escuelas y pozos.

Entre las zonas que más se benefician de este maná figuran Matam (norte), Bakel (este) y otras ciudades aledañas, en las que sorprende el número de mezquitas.

Las remesas ayudan "mucho a los cambios cuantitativos y cualitativos", constata Papa Birama Thiam, coordinador del Programa de Apoyo a las Iniciativas de Solidaridad para el Desarrollo (PAISD, franco-senegalés) lanzado en 2005.

Antes sus contribuciones estaban destinadas a "solucionar problemas de supervivencia, de subsistencia" y a "actividades solidarias", luego sirvieron para la financiación de las primeras infraestructuras, "en particular las mezquitas", informa Thiam, director de cooperación técnica de Senegal.

En la actualidad, la diáspora "no financia sólo las necesidades socioeconómicas básicas, sino que invierte (...) en la creación de empresas", afirma.

Entre las construcciones financiadas con el dinero procedente de Francia, por ejemplo, destacan los colegios, los centros de formación profesional, las obras hidráulicas, agropecuarias y de acceso al agua potable, y las estructuras sanitarias.

En Bakel, uno de los viveros de la emigración, cerca de las fronteras malí y mauritana, los jóvenes están encantados de disponer, desde 2011, de un centro de formación profesional construido gracias a la asociación de ciudadanos de este departamento establecidos en Francia y presidido por Boubou Sakho.

"El alcalde de la ciudad contó que antes, cuando el sistema de aire acondicionado se estropeaba, tenían que ir a buscar reparadores a 250 km en el mejor de los casos, o a 500 km. No sólo había que pagar el arreglo, sino los gastos de desplazamiento. Pero desde hace un tiempo recurren a los que salen del centro", explica Sakho.

Ahora "ya no hay necesidad de ir a Dakar", a 700 km, comenta satisfecha Diarra Gaye, de 21 años, inscrita en el centro desde hace tres años.

Su amiga Mariam Diop, de 22 años, que estudia segundo año de albañilería, añade que el centro le ofrece perspectivas inimaginables antes.

De todos modos, asegura, "no quería irme a Dakar", "y todavía menos a Europa, donde no tengo a nadie para alojarme". "Prefiero estudiar aquí y buscar un trabajo aquí", argumenta.

Dramane Kané, de 20 años, residente en Golomi (22 km de Bakel), estudia para electricista, pero en cuanto se diplome quiere irse "al exterior". "Es lo que quiero y también lo que mis padres me piden", afirma.

Ibrahima Diallo, presidente del consejo departamental de Bakel, reconoce que todavía hay quien se quiere ir pero se hicieron muchos esfuerzos para reducir las partidas. Cita como ejemplo las inversiones agrícolas en curso o previstas en la zona.

"Los jóvenes disponen de ofertas interesantes hoy para dedicarse a actividades productivas en vez de pensar en emigrar. No se trata sólo de decirles que no se vayan, eso no funciona, hacen falta ofertas", afirma Diallo.

"No se le puede decir a la gente: 'No es verdad, no existe un eldorado', cuando en realidad sí se envía dinero, se construyen cosas, edificios, es visible, concreto", insiste Boubou Sakho.

Según este inmigrante de 62 años, de los que pasó 40 en Francia, la "diferencia fundamental" de hoy es la actitud de los países extranjeros, que pasaron de ser "muy acogedores" a "indiferentes" y luego al "rechazo".

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