Los enfrentamientos de Kirguistán estaban planeados

  • Expertos kirguises y habitantes de Osh coinciden en apuntar que el actual brote de violencia interétnica en el sur de Kirguistán es fruto de una creciente escalada organizada de provocación. Los analistas piden cautela a la hora de buscar culpables por los primeros enfrentamientos, aunque indican desde la posible implicación del presidente depuesto en abril -teoría oficial- hasta la instigación de mafias implicadas en el narcotráfico.
La violencia interétnica en Kirguizistán genera 400.000 desplazados y refugiados
La violencia interétnica en Kirguizistán genera 400.000 desplazados y refugiados
Sam Kahn | GlobalPost

(Nueva York, Estados Unidos)."Me sorprendió el nivel y la calidad de la organización, la escala de los enfrentamientos, cómo se comportaron los activistas y la cantidad de personas que participaron en los enfrentamientos", asegura Bakyt Beshimov, investigador del Center for International Studies del MIT. "Tiene que haber una investigación seria; estos hechos fueron generados probablemente por fuerzas externas muy potentes".

El 11 de junio, uzbecos y kirguises se enfrentaban abiertamente en Osh y en la cercana Jalalabad, siendo los primeros quienes sufrían la mayor proporción de daños. Si bien los informes sobre el número de víctimas han variado sensiblemente en los últimos días, se calcula que hay miles de heridos y cientos de muertos.

Unos 100.000 uzbecos han cruzado ya la frontera de Uzbekistán, la comida escasea y hay problemas con el suministro de agua. Osh, la segunda ciudad de Kirguistán, con unos 3.000 años de antigüedad, ha sido reducida a ruinas.

Svetlana Gafarova, una periodista freelance de Osh, fue testigo de los enfrentamientos del 10 de junio, y culpa de ellos a figuras destacadas de las poderosas mafias criminales.

"Todo sucedió muy cerca de mi casa", asegura. "Pude reconocer a gente del mundo del crimen manipulando a la muchedumbre". Según esta periodista, muchos de los hombres jóvenes que participaban en los enfrentamientos "habían sido traídos desde otras regiones, del campo. No parecían urbanos, eran de fuera de Osh".

La violencia ha estallado coincidiendo con un periodo de inestabilidad en Kirguistán, con un Gobierno provisional desde el derrocamiento del presidente Kurmanbek Bakiyev en abril. La base del poder de Bakiyev estaba en Jalalabad, donde las protestas continuaron mucho después de que el Gobierno interino restaurase el orden en el norte del país, que alberga bases aéreas militares tanto de EEUU como de Rusia.

El sur de Kirguistán, parte del volátil valle de Fergana que comparte con Uzbekistán y Tayikistán, es un importante corredor para el tráfico de drogas, donde abundan las armas y hay pistoleros muy leales a prominentes figuras del mundo delictivo.

La caída del presidente Bakiyev el 7 de abril supuso un vacío de poder en el sur de Kirguistán. Hasta cierto punto, ese vacío pasó a ser cubierto por líderes locales, tanto kirguises como uzbecos, que lograron controlar a sus comunidades en las tensas semanas posteriores al golpe. También fue cubierto por grupos criminales fuertemente organizados y que, según advirtieron los habitantes de Fergana, tenían los medios para incitar a los enfrentamientos entra las etnias de uzbekos y kirguises.

Un rumor que circula por Kirguistán -y que también sostiene el Gobierno provisional- sostiene que la violencia del 10 de junio fue producto de fuerzas financiadas por familiares de Bakiyev, que quieren minar la autoridad del Gobierno provisional y restaurar en el poder al ex presidente.

Kuba Baibalov, que está al frente de las fuerzas desplegadas en el sur por el Gobierno provisional tras los disturbios, asegura haber detenido a activistas tayikos que admiten haber instigado la violencia en nombre de los hermanos de Bakiyev. Baibalov y un portavoz del Gobierno provisional dicen que tienen vídeos y cintas de audio que demuestran la implicación en los actos de seguidores de Bakiyev.

Pero Eric McGlinchey, un experto en Asia central de la George Mason University, cuestiona la teoría sobre la implicación de activistas extranjeros en el estallido de violencia o que Bakiyev desempeñase un papel directo en los acontecimientos.

"Sería una sorpresa, dados los hechos, que la gente no estuviese diciendo que Bakiyev estaba implicado", afirma. "La complejidad de esto es difícil de abarcar, y la gente recurre a la explicación fácil de que lo hizo Bakiyev".

Bakiyev, que está exiliado en Bielorrusia, ha rechazado cualquier implicación en los actos. Se desconoce el paradero de sus hermanos.

"Sabíamos que se estaba planeando algo porque [los seguidores de Bakiyev] no paraban de hablar de sus intenciones", asegura Emil Aliev, vicepresidente del partido Ar-Namys. "Lo primero que querían era la revancha; lo segundo, el regreso del Gobierno de Bakiyev . Se conocían todos sus planes, pero el Gobierno provisional no reaccionó".

"Seguro que alguien organizó esto", dice Fatima Koshkovoa, presidenta de la ONG Rainbow, que trabaja fundamentalmente en el campo sanitario. "Hay tantas armas en ambos lados, tantas víctimas... para que esto haya ocurrido de manera tan rápida tenía que esta bien organizado y bien preparado".

En una entrevista telefónica desde su casa en Osh, Koshkovoa asegura que después de los disturbios de la década de 1990 en esa misma ciudad "a la gente le costó mucho tiempo volver a confiar los unos en los otros. Ahora es peor que entonces, y creo que las consecuencias serán terribles y que llevará mucho tiempo poner todo en orden".

Los enfrentamientos del 10 de junio coinciden prácticamente con el 20 aniversario de los disturbios de Osh del 4 de junio de 1990, en los que murieron entre 300 y 700 personas.

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