Los golpistas evitaron el patíbulo y florecen en la Rusia postsoviética

  • De los doce integrantes del comité golpista que intentó derrocar a Mijaíl Gorbachov el 19 de agosto de 1991, uno se suicidó al fracasar la asonada, seis fallecieron de muerte natural y cinco siguen activos en altos cargos del sector privado y estatal de Rusia.

Ignacio Ortega

Moscú, 15 ago.- De los doce integrantes del comité golpista que intentó derrocar a Mijaíl Gorbachov el 19 de agosto de 1991, uno se suicidó al fracasar la asonada, seis fallecieron de muerte natural y cinco siguen activos en altos cargos del sector privado y estatal de Rusia.

"El golpe lo organizó personalmente el jefe del KGB, Vladímir Kriuchkov. El resto de golpistas se sumaron en el último momento cuando el plan ya estaba muy avanzado", aseguró a Efe Ruslán Jasbulátov, expresidente del Parlamento ruso y uno de los organizadores del movimiento de resistencia popular.

El único conspirador que no pudo soportar la vergüenza del fallido golpe fue el ministro del Interior, Borís Pugo, quien se pegó un tiro el 22 de agosto de 1991 en su domicilio para evitar la ignominia de la detención.

Pese a haber sido acusados de alta traición, casi todos pudieron rehacer sus vidas y carreras sin apenas dificultad, muchos de ellos vinculados al Partido Comunista Ruso (PCR) creado de las cenizas del ilegalizado PCUS.

Hubo un juicio, pero éste se demoró tanto que antes de que se dictara sentencia el Parlamento ruso aprobó en febrero de 1994 una amnistía para los integrantes del Comité Estatal de Emergencia (GKChP, siglas en ruso).

"Yo fui uno de los partidarios de su liberación. El golpe fue un proceso espontáneo. Casi todos reconocieron su culpa y algunos se arrepintieron. Teníamos muchos problemas económicos y no queríamos crear nuevas divisiones en la sociedad rusa", comentó Jasbulátov.

El entonces mariscal y ministro de Defensa soviético Dmitri Yázov, de 87 años, acude todas las mañanas sin falta a su despacho del edificio del Estado Mayor del ministerio en la capital rusa, donde trabaja como consultor de las Fuerzas Armadas.

"Yázov me confesó que Kriuchkov les había engañado y que no tenían nada contra el Parlamento y el resto de instituciones políticas", recuerda Jasbulátov.

El militar, quien nunca se ha arrepentido públicamente de haber ordenado que los tanques entraran en Moscú, recuperó parte del honor perdido cuando el actual primer ministro ruso, Vladímir Putin, le condecoró con la Orden de Honor con motivo de su 80 cumpleaños.

Putin, quien abandonó el KGB coincidiendo con la desintegración de la URSS, indultó moralmente a los golpistas al invitar a varios de ellos a su investidura como presidente en el año 2000.

En cuanto al cerebro intelectual del golpe, Kriuchkov, que estuvo casi medio año encerrado en la prisión preventiva de Matrósskaya Tishiná, se dedicó a la empresa privada y a escribir sus memorias hasta que murió en 2007 a los 83 años de edad.

"El KGB no logró adaptarse a la nueva situación política. Su influencia se había reducido tanto, que los ciudadanos soviéticos habían empezado a perderle el miedo", señala Jasbulátov.

No obstante, no todos se arrepintieron, ya que el general Valentín Varénnikov, comandante del Ejército de Tierra de la URSS, mantuvo hasta el final de sus días que la asonada del 19 al 21 de agosto de 1991 "no fue un golpe de Estado".

Varénnikov, quien acusó directamente al último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, de desintegrar la URSS, fue el único golpista que no aceptó la amnistía y optó por acudir a los tribunales, que a la postre le absolvieron.

Posteriormente, incluso logró un escaño de diputado y presidió la Asociación de Héroes de Rusia hasta su muerte en 2009.

Otro que se mantuvo en sus trece hasta el final fue Oleg Shenin (2009), secretario del comité central del PCUS, que fue uno de los fundadores del PCR e incluso presentó su candidatura a las elecciones presidenciales de 2008.

Entre los amotinados que aún permanecen en activo se encuentra el ex presidente del Sóviet Supremo o Parlamento soviético, Anatoli Lukiánov, que fue diputado comunista hasta 2003 y ahora trabaja en la cátedra de derecho de la Universidad Estatal de Moscú.

"No hubo golpe, sólo fue un desesperado y mal organizado intento por parte de unos dirigentes soviéticos de salvar la URSS", señaló en una reciente entrevista.

Por su parte, Vasili Starodúbtsev, antiguo líder de la Unión Agraria de la URSS, llegó a ejercer durante ocho años como gobernador de la región de Tula (1995-2003) y ahora es diputado comunista en la Duma.

Oleg Baklánov, ex alto cargo del Partido Comunista de la Unión Soviética, trabaja ahora como asesor de varios programas vinculados con la agencia espacial rusa, Roscosmos; mientras Alexandr Tiziakov, que entonces dirigía las empresas estatales soviéticas, se pasó al sector privado.

El ex primer ministro soviético, Valentín Pavlov (2003), llegó a ser presidente de un banco; mientras Valeri Boldin (2006), ex jefe de Gabinete, rehizo con éxito su carrera en el mundo de las finanzas.

El último en morir, hace menos de un año, fue Guennadi Yanáev (septiembre de 2010), el ex vicepresidente de la URSS, cabeza visible de la conjura y a quien más le costó superar el trauma del golpe.

Mostrar comentarios