Ninguna causa que considerara justa le era ajena

  • Bogotá.- Al escritor portugués José Saramago ninguna causa que considerara justa le era ajena y como un Don Quijote moderno salía a defender a los débiles, ya fueran los secuestrados en Colombia, los indígenas de Chiapas o los familiares de desaparecidos en Argentina.

Ninguna causa que considerara justa le era ajena
Ninguna causa que considerara justa le era ajena

Bogotá.- Al escritor portugués José Saramago ninguna causa que considerara justa le era ajena y como un Don Quijote moderno salía a defender a los débiles, ya fueran los secuestrados en Colombia, los indígenas de Chiapas o los familiares de desaparecidos en Argentina.

Saramago, que murió hoy a los 87 años en su casa de la isla canaria de Lanzarote (España), deja una importante obra literaria, pero también una incontable cantidad de comentarios, adhesiones a manifiestos, plataformas y cartas abiertas por los más diversos motivos,.

Desde la violencia machista hasta la pederastia, pasando por el genocidio en África, el armamentismo o la deforestación.

Muchas de esas acciones extra-literarias y solidarias tuvieron que ver con América Latina, en donde él veía que se estaba produciendo el "cambio de la historia", según sus propias palabras.

Uno de los miles de documentos a los que puso su firma es "Mirando al Sur" (2009), en el que junto a otras personalidades expresó su "solidaridad con los pueblos y gobiernos progresistas de América Latina", y especialmente con la Bolivia de Evo Morales, un "ejemplo de dignidad y emancipación".

Saramago, que se declaraba comunista y pensaba que Marx "nunca había tenido tanta razón" como ahora, no dudo en denunciar a los falsos revolucionarios o a los autoritarios.

"Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no son un movimiento revolucionario", dijo en 2008 al criticar el recurso al secuestro y el narcotráfico por parte de esa guerrilla.

Más de un año después envió un mensaje a los rehenes de las FARC para "que sientan que no están solos", al tiempo que llamó al diálogo en Colombia para acabar con el sangriento conflicto interno.

En 2008 acusó al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, de ser "indigno de su propio pasado" y de traicionar "desde dentro" la revolución sandinista por una condena por injurias contra el poeta Ernesto Cardenal, que había denunciado ser víctima de "acoso".

Si bien se mostró esperanzado y feliz cuando Barack Obama fue elegido presidente de Estados Unidos, Saramago acabó después criticándole, entre otras cosas por mantener el bloqueo económico de Cuba, un país para el que reclamó ayuda tras el paso de dos huracanes en 2009.

"Con independencia de sombras y desvíos, de opiniones encontradas, de divergencias de fondo y de forma, le debemos mucho a Cuba. Paguemos ahora esa deuda", decía el comunicado suscrito entre otros por Saramago, quien en 2003 había criticado abiertamente las condenas a 75 disidentes y la ejecución de tres secuestradores.

"Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su camino, yo me quedo", escribió entonces Saramago.

Al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, lo defendió en 2007 de quienes lo tildaban de populista y autoritario. "No se puede decir que haya tomado por asalto el poder porque mayorías aplastantes lo pusieron donde está y lo confirmaron en el lugar que ocupa", anotó.

El escritor portugués fue un gran defensor de los indios de América Latina, a los que consideraba víctimas de "cinco siglos de humillación" y de "un crimen histórico".

En ese sentido consideraba al Movimiento Zapatista del estado mexicano de Chiapas "una esperanza no sólo para México, sino para América", según dijo en 2007 al comparar a su líder, el subcomandante Marcos, con El Llanero solitario.

Fue un detractor de los Tratados de Libre Comercio, que, según decía, ponen en "entredicho" la soberanía de los pueblos, y un acérrimo partidario de investigar los crímenes de las dictaduras de los años 80 y 90, y de acabar con la impunidad de los responsables.

Así recibió como una "revolución" el hecho de que la Corte Suprema de Argentina declarase inconstitucionales las leyes de punto final y obediencia debida que beneficiaron a los represores.

También se congratuló con la detención de Augusto Pinochet en Londres, apoyó al poeta argentino Juan Gelman en la búsqueda de su nieta Macarena, cuyos padres fueron víctimas de las dictaduras de Argentina y Uruguay, y en España defendió a quienes buscan recuperar la "memoria histórica".

"Se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia", sostenía el escritor, quien hizo una enconada defensa del juez español Baltasar Garzón cuando este año fue suspendido debido a su voluntad de investigar los crímenes del franquismo.

En sus últimos meses de vida se preocupó por la suerte de los palestinos de Gaza, por las mujeres maltratadas por sus parejas y también por la independencia del Sahara.

En enero cedió íntegramente los derechos de los ingresos de una edición especial de su novela "La balda de piedra" para los damnificados del devastador terremoto en Haití.

"Entraré en la nada y me disolveré en ella", dijo en el año 2005 al señalar que no le preocupaba morir.

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