El ramadán frugal de Damasco

Una emisora de Damasco propone a los oyentes elaborar un menú a tres dólares para la ruptura del ayuno del ramadán, todo un desafío en una ciudad con los precios por las nubes debido a la guerra.

En Radio Sham, Diala Hasan acostumbraba a presentar recetas festivas en su programa gastronómico "Pan y sal" durante el ramadán.

Pero este año, con una libra siria que toca mínimos, el programa cambió de nombre: ahora se llama el "Ramadán de los pobres" y Diala Hasan sugiere un iftar ("comida de ruptura del ayuno") de no más de 1.500 libras (3 dólares).

"Aconsejamos platos económicos adaptados a los ingresos del ciudadano sirio", explica a la AFP la presentadora de 26 años. Se descarta "la carne de ternera, las especias caras e incluso las almendras", precisa. "A veces sin éxito, porque en algunos menús no se puede prescindir de carne o de piñones".

Diala Hasan se ajusta a los salarios en las zonas controladas por el régimen, con la depreciación de la libra, que perdió más del 90% de su valor con respecto al dólar.

Los precios son tan altos que las asociaciones caritativas casi han duplicado en los últimos tres años la cantidad de comidas distribuidas durante el ramadán.

"Repartimos 130.000 comidas en 2013 y 230.000 en 2015. Pero este año podríamos alcanzar las 500.000", declara a la AFP Isam Habal, director de la oenegé "Saed" (Ayudad). "Nadie se ha librado de la crisis, ha afectado tanto a ricos como a pobres", asegura.

En el casco antiguo de Damasco, a la sombra de la conocida mezquita de los Omeyas, un centenar de voluntarios de la oenegé lanzó este año la iniciativa "No al hambre". Cocinan arroz con carne en grandes ollas. Hombres y mujeres rallan pepino para añadirlo a una ensalada de lechuga y zanahoria.

"Cada año adicional de guerra, necesitamos más voluntarios porque hay más pobres", lamenta Tareq, de 24 años.

Un informe de la ONU publicado a finales de abril estimó que 83,4% de los habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza, contra el 28% antes de la guerra.

Rida Saleh, su esposa Um Hasan y su hijo, desplazados de Mleiha, un bastión rebelde al este de Damasco, forman parte de estos pobres.

En su pequeño apartamento del casco antiguo de la ciudad, el iftar se limita a calabacines rellenos de patatas, un bol de fattoush (ensalada) y un plato de ful (habas). Antes de la guerra eran entrantes.

"Muchos platos y bebidas han pasado a ser un lejano recuerdo", lamenta Rida, de 49 años.

"Es el primer año que nos privamos de postre", dice. "Incluso la fruta es un sueño, y ahora toda la familia comparte dos manzanas", suspira Um Hasan.

En las pastelerías de Damasco, el orgullo local por la calidad de sus manjares, los clientes escasean.

En Midan, un barrio del sur de Damasco, Ahmad Qaysar, un pastelero de 30 años, espera. "He heredado este oficio de mi padre y de mi abuelo, nunca había tenido una temporada como ésta".

"Las ventas han caído a la mitad debido a la subida de los precios de los pistachos, del smen (mantequilla), de la sémola y de la harina", ingredientes imprescindibles para la preparación de los dulces orientales, explica Ahmad.

En otra tienda, Chawkat Qornfola está desolado. "A mis nietos les encantan los pasteles pero no puedo comprar el kilo de mamul (dulces rellenos de dátiles, pistachos y nueces) a 20.000 libras (40 dólares)", dice indignado este hombre de 67 años. "Me contentaré con barazek (galletas de pistachos y sésamo)".

Un iftar frugal, y con menos invitados.

"Antes de la guerra, cada viernes invitábamos a gente, pero ya no nos lo podemos permitir", afirma Riad Mahayni, un funcionario de la compañía de aguas que pasó de ganar el equivalente a 600 dólares mensuales antes de la guerra a 65 ahora.

"Debido a los precios, ramadán o no, ayunamos todo el año", protesta Mohsen, un vendedor de pistachos apoyado en una pared de la ciudadela de Damasco

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