Sangre, sudor y lágrimas, un final que se repite en las negociaciones del clima

  • Se derraman a menudo lágrimas y ha corrido sangre alguna vez. Cada año, la reunión de negociadores de 195 países para la conferencia mundial del clima invariablemente termina en guerra de nervios y noches en vela.

"A veces hay lágrimas de frustración o de rabia. Otras, lágrimas de alegría", recuerda Alden Meyer, de la norteamericana Union of Concerned Scientists (UCS), observador desde hace décadas en estas reuniones de la ONU.

Viente años después de la "Conferencia de las partes" (COP21) de Berlín en 1995, París acoge desde hace diez días a delegados llegados del mundo entero que buscan defender su punto de vista sobre el cambio climático.

Se supone que terminarán la tarea el viernes. Sin embargo, acostumbrados a las prórrogas de ediciones anteriores, negociadores, observadores y periodistas se preparan para un alargue.

"La falta de sueño se vuelve fatal luego de dos o tres noches en vela", advierte Alden Meyer: "uno anda como en una nube, ya no se puede ni pensar, entre el dolor de cabeza y la pérdida de noción del día que es".

Con la esperanza de robar unos breves momentos de sueño "siempre vengo con mi antifaz para los ojos, tapones para los oídos y una pequeña almohada", confió a la AFP.

El marco de las discusiones vuelve casi inevitables las interminables prolongaciones de estas partidas de póquer diplomático. Las decisiones se toman por "consenso", es decir que deben recibir respaldo generalizado.

Las últimas horas resultan cruciales para asegurarse el asentimiento de todos y colocan a los delegados bajo fuerte presión.

En la COP13 de Bali, el alto responsable de la ONU para el clima Yvo de Boer rompió a llorar ante miles de delegados cuando Estados Unidos intentó bloquear un acuerdo.

Dos años más tarde en Copenhague, la negociadora de Venezuela Claudia Salerno había agitado una mano manchada de rojo, alegando que los países en desarrollo tenían que "cortarse una mano y sangrar" para obtener la palabra.

"Las últimas horas de todas las COP son un infierno", coincide Mohamed Adow, de la ONG Christian Aid, que respalda a los países pobres en las negociaciones.

"Hay muchas emociones porque lo que está en juego representa la vida o muerte de millones de personas", agrega el activista que ya participó en seis COP.

Tasneem Essop del Fondo mundial para la naturaleza WWF recuerda la edición 2011 de la COP, en Durban (Sudáfrica), que ostenta el récord de prolongaciones: dos noches plenas.

A la hora de la sesión final, el domingo, su equipo sólo tenía una cosa en mente: dormir.

"Se dormía en el fondo de la sala de reuniones plenarias, en el suelo", recuerda. "A veces nos despertaban los aplausos, verificábamos que no pasaba nada importante y nos volvíamos a dormir".

Otra experiencia traumática para muchos delegados: la conferencia de 2009 en Copenhague que no logró alcanzar un acuerdo para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y resultó un rotundo fracaso.

Para evitar que se repita, la presidencia francesa de la COP21 estableció un método de trabajo riguroso, fijando plazos regulares a los negociadores, que de momento fueron respetados. "Parece irreal --comenta Tasneem Essop-- Nunca había ocurrido."

Lo cual no impide a los participantes ser escépticos acerca del final de las negociaciones de Le Bourget que se supone concluyen el viernes a las 17H00 GMT.

"Las vacas volarán" el día en que una conferencia del clima termine a la hora, ironiza un negociador.

Según Mohamed Adow, al acercarse la hora límite, será difícil decidir "si hay que ir a dormir o quedarse despiertos en caso de que termine abruptamente en medio de la noche".

Sin ilusiones, agrega: "como las apuestas van a aumentar en las últimas horas y los Estados van a acelerar el juego, anticipo que habrá como siempre un final de alta intensidad".

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