Una nueva matanza, otra muestra de incapacidad

  • Los recientes ataques de Al Shabab en la ciudad keniana de Mandera, que han causado más de 60 muertos en apenas diez días, han disparado todas las alarmas y han vuelto a poner el foco en la incapacidad de las fuerzas de seguridad para hacer frente a la amenaza del grupo terrorista somalí.

Xavi Fernández de Castro

Nairobi, 2 dic.- Los recientes ataques de Al Shabab en la ciudad keniana de Mandera, que han causado más de 60 muertos en apenas diez días, han disparado todas las alarmas y han vuelto a poner el foco en la incapacidad de las fuerzas de seguridad para hacer frente a la amenaza del grupo terrorista somalí.

"Al Shabab intenta explotar las debilidades del ejército keniano y Mandera es un lugar perfecto porque es un área remota que está en la confluencia de tres países (Kenia, Etiopía y Somalia)", explica a Efe el director de proyectos del Cuerno de África de International Crisis Group (ICG), Cedric Barnes.

A las tres jurisdicciones nacionales hay que sumar la del Gobierno local, pues, gracias a la Constitución de 2010, los condados gozan de cierto control sobre la Policía y se generan ineficiencias que condicionan la coordinación de esfuerzos.

"Ahora mismo hay dos sistemas, el administrativo y el de seguridad, que funcionan en paralelo y que no se han integrado a pesar de que hace mucho tiempo que se desveló la necesidad de integrar ambas estructuras", lamenta Barnes.

La facilidad con la que los milicianos de Al Shabab perpetran estas matanzas hace pensar que el grupo "cuenta con una red de informadores locales que les permite saber dónde y cuándo atacar para hacer más daño", comenta a Efe el analista del Institute for Security Studies, Emmanuel Kisiangani.

En el ataque perpetrado anoche localizaron a varias de decenas de trabajadores que dormían cerca de una cantera situada a más de 10 kilómetros de Mandera y mataron al menos a 36 personas sin alertar a ninguna patrulla.

"Hay que tener en cuenta que muchos kenianos de etnia somalí son de la misma tribu que sus vecinos al otro lado de la frontera, por lo que si bien quizás no ayudan directamente a Al Shabab, es muy posible que tampoco hagan nada por evitar sus ataques", añade Barnes.

Desde que Al Shabab comenzó a cometer atentados en Kenia como respuesta a la presencia de su Ejército en Somalia desde finales de 2011, las comunidades musulmanas del noreste del país se han sentido marginadas y discriminadas por las fuerzas de seguridad, que no han dudado en hacer arrestos masivos cada vez que había un atentado.

"La estrategia de Al Shabab es utilizar las divisiones internas de la población para sacar el mayor provecho, y por eso en estos últimos ataques ha separado a sus víctimas en musulmanes y cristianos y entre locales y foráneos", declaró el director de proyectos de Cuerno de África del ICG.

En el caso de este último ataque, parece que la mayoría de los muertos, sino la totalidad, procedía de otras partes del país y estaba en Mandera solo por cuestiones de trabajo.

El factor miedo también hay que tenerlo muy en cuenta, ya que según Barnes, es muy probable que los operativos de Al Shabab hayan amenazado a la población local con convertirlos en objetivo de sus ataques si no colaboran.

El grupo terrorista sabe que este tipo de acciones, además de crear polémica y desconfianza, tienen un impacto mediático notable, y por lo tanto pueden sacar un mayor rédito.

También es cierto que desde el ataque al centro comercial Westgate de Nairobi, que ocasionó 67 muertos, la presencia de las fuerzas de seguridad ha aumentado en la ciudad y resulta mucho más sencillo lanzar incursiones relámpago en la zona fronteriza con Somalia.

"Se aprovechan de que la frontera entre Kenia y Somalia es muy larga y difícil de controlar", apuntó Kisiangani, "y con cada matanza deterioran un poco más la imagen del gobierno", que no puede dar una respuesta efectiva a la amenaza de Al Shabab.

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