Laura Trott, oxígeno en la pista

Nació un mes antes de tiempo por cesárea. Con un pulmón colapsado, los médicos no eran optimistas y le dieron semanas de vida. Pero Laura Trott no es de las que se rinden. Desde la incubadora, decidió luchar y, 24 años después, se ha convertido en la británica más condecorada de la historia olímpica.

La pista es su oxígeno desde que a los ocho años, por recomendación de sus doctores, decidió subirse a una bicicleta.

Trott necesitaba hacer deporte para aliviar sus problemas respiratorios y la pequeña niña de Essex, en el norte de Londres, optó por ese vehículo de dos ruedas que tantas alegrías le ha dado.

Quizá por eso no se le borra la sonrisa. O quizá es porque no ha dejado de ganar, a pesar de que su primer encuentro público con las cámaras del mundo entero no fuera el ideal.

Y es que en los Juegos de la Commonwealth, en 2010, Trott fue grabada vomitando tras una prueba. Más tarde explicaría que su condición le provocaba malestar después de las carreras y que, por ello, necesitaba realizar sesiones de entrenamiento extra.

Su palmarés asusta: tres oros, dos de ellos en Londres-2012 (en ómnium y persecución por equipos), siete veces campeona del mundo desde 2011 en ambas disciplinas y en 10 ocasiones campeona de Europa. Unos registros que quitan el aliento.

Sus logros la acreditaron en 2013 para formar parte de la Orden del Imperio Británico y engrosó la lista del Salón de la Fama de la Unión Europea de Ciclismo. Apenas había superado la mayoría de edad y ya había conseguido récords y medallas por varias vidas.

Siempre desenfadada y alegre, anunció meses antes de viajar a Brasil que el zika, que tanto tiempo y espacio ha ocupado, no le preocupaba. Su meta estaba clara desde hacía cuatro años.

"Personalmente no me preocupa porque no quiero tener un bebé en el próximo año, todo lo que quiero es ganar otra medalla". Dicho y hecho.

"Nos sentíamos como una máquina bien engrasada. No puedo estar más orgullosa del equipo", dijo tras la carrera.

En Rio-2016 dejó una de las postales de los Juegos. Tras ganar la persecución por equipos femenina, con un tiempo estratosférico de 4:10.236, sus tres compañeras, Katie Archibald, Elinor Barker y Joanna Rowsell-Shand la esperaron. Trott fue la última en llegar.

El trío, con la bandera de su país en la mano, no quería empezar la fiesta sin su líder. Trott llegó corriendo y se abrazó a ellas, con lágrimas en los ojos. El abarrotado Velódromo se emocionó con el gesto y lo aplaudió hasta la extenuación.

Su relación con Joanna Rowsell-Shand es especialmente cercana, después de llevar años corriendo juntas y de haber batido innumerables plusmarcas mundiales. Su compañera, que sufre de alopecia, la estrechó entre sus brazos y el tiempo se congeló para ellas. Más tarde, con el himno sobre sus cabezas, las embargó la emoción.

Su prueba acabó pero ella no dejó el Velódromo. En una esquina, observó cómo su pareja, su compatriota Jason Kenny, se metía en la final de la velocidad individual. Trott dedicó otra sonrisa enorme. Elevó sus pulgares y siguió celebrando. La fiesta era completa.

prz/ol

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