Bercy se queda sin hispanos

  • El mismo día en el que David Ferrer y Juan Mónaco dejaron al torneo de Bercy sin hispanos, el último Masters 1.000 del año perdió a sus dos principales favoritos, uno, el primero, en la enfermería, el otro, el segundo, al término de un memorable partido de máxima intensidad.

Luis Miguel Pascual

París, 11 nov.- El mismo día en el que David Ferrer y Juan Mónaco dejaron al torneo de Bercy sin hispanos, el último Masters 1.000 del año perdió a sus dos principales favoritos, uno, el primero, en la enfermería, el otro, el segundo, al término de un memorable partido de máxima intensidad.

El serbio Novak Djokovic ni siquiera se acercó al omnisport parisiense, aquejado de molestias en el hombro, prefirió renunciar al duelo contra el francés Jo-Wilfried Tsonga que celebró su clasificación para semifinales mientras todo su país conmemoraba el aniversario del armisticio de la Gran Guerra.

No hubo la batalla que se esperaba entre el mejor tenista del momento y el ídolo local, que le ha ganado más veces de las que ha perdido y que había lanzado al serbio un par de mensajes retadores.

Tsonga llegará al penúltimo escalón con más reposos que ninguno de sus rivales, lo cual no es un dato menor en un torneo de una semana, y se mediará por un puesto en la final contra el que más minutos ha pasado en la pista, el estadounidense John Isner.

El joven tenista de Carolina del Norte, número 25 del mundo, ha ido dejando en la estacada a cuantos rivales le han puesto por delante. El último el español Ferrer, cuarto favorito, que sucumbió a la fortaleza de su servicio, un arma temible en una superficie como la cubierta de Bercy.

El marcador final, 6-3, 3-6, 6-3, refleja bien que fue el estadounidense de 26 años el que tuvo el control del partido.

En sus hombros soportará ser la sorpresa del torneo, una ventaja de no ser porque su próximo rival será el ídolo local, que llega en progresión ascendente.

Pero Isner ya ha mostrado que sabe sobreponerse a las adversidades. Además, ganó a Tsonga en el único duelo que tienen entre ambos, en el torneo de Washington de 2009.

Si Isner es la sorpresa del torneo, el suizo Roger Federer acapara ahora todos los focos del favoritismo. Ahora es el tenista de más ránking de los supervivientes y, hasta ahora, ha sobrevolado el torneo con suficiencia. En una hora ha solventado cada uno de los tres duelos que ha disputado, no ha cedido un set y sólo le quebraron una vez el saque.

Fue el argentino Mónaco, que soñó durante un rato con poder apartar a la montaña de trofeos que representa al suizo. Se colocó 3-1 de entrada pero ahí embarrancó ante la avalancha de tenis que venía del otro lado. El partido acabó 6-3, 7-5 y fue la victoria 800 de Federer, que integra así un grupo selecto de siete tenistas en toda la historia y que no parece dispuesto a detener el contador.

Porque Federer está determinado a ganar en Bercy, su torneo más maldito. Nunca ha disputado la final, mientras acumula las de los otros Masters 1.000.

Decidido a colmar ese hueco, Federer se medirá mañana a Tomas Berdych, la otra sorpresa del torneo que dejó fuera de la pista al número dos, el escocés Andy Murray, el tenista más en forma del momento.

Al británico le faltó un poco de calma contra el checo para ganar el mejor partido de lo que va de torneo. Sucumbió más por falta de paciencia que por haber sido peor, porque el partido, de muchos quilates, estuvo muy igualado.

Berdych lo ganó por 4-6, 7-6(5) y 6-4, en tres horas y cuarto de total intensidad, casi sin reposo, sin tiempo para tonterías.

Sólo al final Murray se cabreó con la decisión del árbitro de autorizar un cambio de bolas y ahí perdió un poco de concentración, apenas unos gramos, pero suficientes para dejar marchar el partido ante la roca mental que fue Berdych.

El checo, que se alzó con el trofeo de Bercy en 2005, con tan sólo 25 años, ya sabe lo que es ganar a Federer. Lo hizo en el primer duelo entre ambos en los Juegos de Atenas y en el último en el Masters 1.000 de Cincinnati. Y dos veces más. Bien es cierto que el suizo le derrotó en nueve partidos.

Luis Miguel Pascual

París, 11 nov.- El mismo día en el que David Ferrer y Juan Mónaco dejaron al torneo de Bercy sin hispanos, el último Masters 1.000 del año perdió a sus dos principales favoritos, uno, el primero, en la enfermería, el otro, el segundo, al término de un memorable partido de máxima intensidad.

El serbio Novak Djokovic ni siquiera se acercó al omnisport parisiense, aquejado de molestias en el hombro, prefirió renunciar al duelo contra el francés Jo-Wilfried Tsonga que celebró su clasificación para semifinales mientras todo su país conmemoraba el aniversario del armisticio de la Gran Guerra.

No hubo la batalla que se esperaba entre el mejor tenista del momento y el ídolo local, que le ha ganado más veces de las que ha perdido y que había lanzado al serbio un par de mensajes retadores.

Tsonga llegará al penúltimo escalón con más reposos que ninguno de sus rivales, lo cual no es un dato menor en un torneo de una semana, y se mediará por un puesto en la final contra el que más minutos ha pasado en la pista, el estadounidense John Isner.

El joven tenista de Carolina del Norte, número 25 del mundo, ha ido dejando en la estacada a cuantos rivales le han puesto por delante. El último el español Ferrer, cuarto favorito, que sucumbió a la fortaleza de su servicio, un arma temible en una superficie como la cubierta de Bercy.

El marcador final, 6-3, 3-6, 6-3, refleja bien que fue el estadounidense de 26 años el que tuvo el control del partido.

En sus hombros soportará ser la sorpresa del torneo, una ventaja de no ser porque su próximo rival será el ídolo local, que llega en progresión ascendente.

Pero Isner ya ha mostrado que sabe sobreponerse a las adversidades. Además, ganó a Tsonga en el único duelo que tienen entre ambos, en el torneo de Washington de 2009.

Si Isner es la sorpresa del torneo, el suizo Roger Federer acapara ahora todos los focos del favoritismo. Ahora es el tenista de más ránking de los supervivientes y, hasta ahora, ha sobrevolado el torneo con suficiencia. En una hora ha solventado cada uno de los tres duelos que ha disputado, no ha cedido un set y sólo le quebraron una vez el saque.

Fue el argentino Mónaco, que soñó durante un rato con poder apartar a la montaña de trofeos que representa al suizo. Se colocó 3-1 de entrada pero ahí embarrancó ante la avalancha de tenis que venía del otro lado. El partido acabó 6-3, 7-5 y fue la victoria 800 de Federer, que integra así un grupo selecto de siete tenistas en toda la historia y que no parece dispuesto a detener el contador.

Porque Federer está determinado a ganar en Bercy, su torneo más maldito. Nunca ha disputado la final, mientras acumula las de los otros Masters 1.000.

Decidido a colmar ese hueco, Federer se medirá mañana a Tomas Berdych, la otra sorpresa del torneo que dejó fuera de la pista al número dos, el escocés Andy Murray, el tenista más en forma del momento.

Al británico le faltó un poco de calma contra el checo para ganar el mejor partido de lo que va de torneo. Sucumbió más por falta de paciencia que por haber sido peor, porque el partido, de muchos quilates, estuvo muy igualado.

Berdych lo ganó por 4-6, 7-6(5) y 6-4, en tres horas y cuarto de total intensidad, casi sin reposo, sin tiempo para tonterías.

Sólo al final Murray se cabreó con la decisión del árbitro de autorizar un cambio de bolas y ahí perdió un poco de concentración, apenas unos gramos, pero suficientes para dejar marchar el partido ante la roca mental que fue Berdych.

El checo, que se alzó con el trofeo de Bercy en 2005, con tan sólo 25 años, ya sabe lo que es ganar a Federer. Lo hizo en el primer duelo entre ambos en los Juegos de Atenas y en el último en el Masters 1.000 de Cincinnati. Y dos veces más. Bien es cierto que el suizo le derrotó en nueve partidos.

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