De jugador de la NBA a ladrón en 'La Banda de James Bond'

  • Sean Banks llegó a jugar en la NBA, pero sus problemas con las bandas le apartaron de su camino. Con 26 años, penaba por Ligas más pequeñas que su talento. Ahora ha vuelto a la escena, pero no en el parquet: ha sido detenido como miembro de la peligrosa 'Banda de James Bond', una legendaria organización de ladrones de casas. Le espera la cárcel.
Sean Banks, con la camiseta de la Universidad de Memphis
Sean Banks, con la camiseta de la Universidad de Memphis
lainformacion.com
Quique Peinado

Ante el gran jurado, Sean Banks lucía imponente desde sus 2,03 metros de estatura. "Soy jugador profesional de baloncesto", dijo en la sala, como si eso fuera un salvoconducto hacia salvarse de lo que le espera: la cárcel. A pesar de su juventud (sólo 26 años) y de su impresionante talento para el baloncesto, lo quiera o no Banks no es un jugador profesional de baloncesto. Es un miembro más de 'La Banda de James Bond', un grupo de ladrones de casas que opera en Nueva Jersey desde los 80. Cuando la policía lo detuvo en un control rutinario junto con sus compañeros de 'equipo' con 30.000 dólares en joyas robadas encima, nadie quería pedirle un autógrafo.

Son tantos los antecedentes penales que acumula Sean Banks que lo más normal es que acabe en la cárcel. Pero antes, su innegable talento para jugar al baloncesto los tapaban… o algo así. En su año de debut en la Universidad de Memphis fue elegido Novato del Año de todo el país por ESPN. Sus 17,4 puntos y 6,5 rebotes eran impresionantes para un chico recién salido del instituto. El mayor de seis hermanos de una familia sacada adelante por su madre podría darles a todos una vida mucho mejor cuando jugase en la NBA. Nadie lo dudaba.

Sin embargo, el siguiente año ya no pudo jugar: sus notas eran tan malas que la normativa no le permitía participar en partidos de la NCAA. Huyendo hacia adelante, se presentó al 'Draft' de la NBA, pero ninguna franquicia lo eligió. Todos sabían que el chico tenía el corazón en las bandas de Englewood, Nueva Jersey, donde militaba antes de agarrar un balón de baloncesto.

Aun así, los Hornets de Nueva Orleans le dieron una oportunidad. Sin llegar a debutar lo tuvieron que despedir por problemas de indisciplina. Lo mandaron a la NBDL (la Liga de desarrollo de la NBA), donde siempre promedió más de 20 puntos por temporada. Incluso se fue a jugar a Puerto Rico. Pero en todos los equipos ganaba menos pasta que robando casas. Era demasiada tentación para un muchacho crecido donde no está tan mal mangar en las mansiones de los ricos.

Esta misma temporada volvió a intentarlo con el baloncesto en la NBDL. Quizá se lo tomó como un segundo trabajo, un divertimento al salir de lo que de verdad alimentaba a su familia. Ya era suplente en los Idaho Stampede, pero iba tan sobrado que promediaba 17 puntos y cuatro rebotes. Acabó la temporada el dos de abril. Fue un mal día: sólo metió siete puntos a los Utah Flash, y terminó con 2/11 en tiros de campo. Lo que no sabía es que, quizá, haya sido su último partido fuera de la cárcel.

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