Djukic propaga su filosofía en las dos orillas del Pisuerga

  • El técnico del Real Valladolid, Miroslav Djukic, ha conseguido que su "filosofía", la cual va más allá de cuestiones y estilos futbolísticos, se haya propagado en las dos orillas del Pisuerga y haya germinado un sentimiento de cohesión entre equipo, afición y ciudad, algo fundamental para el ascenso.

Antonio Aragón

Valladolid, 12 jun.- El técnico del Real Valladolid, Miroslav Djukic, ha conseguido que su "filosofía", la cual va más allá de cuestiones y estilos futbolísticos, se haya propagado en las dos orillas del Pisuerga y haya germinado un sentimiento de cohesión entre equipo, afición y ciudad, algo fundamental para el ascenso.

El preparador serbio, otrora jugador de Deportivo de la Coruña y Valencia, entre otros equipos, y que siempre será recordado por el dichoso penalti que erró y costó una liga al equipo gallego, recaló al club de Zorrilla sin urgencias, firmando así un contrato por tres años en el que no se le exigía el ascenso en el primero de ellos.

No obstante, de inmediato se topó con una realidad bien distinta. Unas arcas harapientas y una plantilla rebosante de calidad le hicieron darse cuenta de que el ascenso, logrado hoy en la fase de promoción, era una imperiosa necesidad, más que una obligación.

No lo negó, y poco a poco, con una cercanía y amabilidad chocante en un entrenador, fue desgranando esa filosofía futbolística, sustentada en el toque y la movilidad; la presión y la solidez defensiva; en la intensidad generosa como mejor fórmula para lograr que aflore la calidad de sus pupilos. Una idiosincrasia próxima a la del FC Barcelona, obviamente salvando las distancias.

Unos futbolistas a los que convenció rápido de que su "modus operandi" era el mejor camino para lograr el ascenso y a los que elogió constantemente en virtud de sus sacrificio y esfuerzo por alcanzar dicha meta pese a llevar varios meses sin cobrar. Cabe recordar que el Real Valladolid lleva inmerso seis meses en Ley Concursal.

Los llegó a llamar "héroes", aunque tampoco se mordió la lengua cuando la intensidad vertida sobre el verde no era la que reclamaba u "ovejas negras" como el portugués Lassana Camará amenazaban la tranquilidad del grupo.

Siempre con un mensaje cabal y sereno, apostando por un concepto simple pero que caló hasta los huesos de todo el entorno blanquivioleta. La historia, la impronta del escudo fuerza a que el equipo deba salir al campo a mandar, a ir a por la victoria allá por donde pise.

"Somos Valladolid", repetía en cada rueda de prensa, en las que también dejaba claro que eso, precisamente, no era óbice para no respetar a cada adversario desde la humildad.

Con estos mimbres, regados en una solidez defensiva (es el conjunto menos goleado de toda la categoría y el que menos partidos ha perdido), el Real Valladolid ha cuajado una temporada excepcional empañada por no poder ascender directamente pese a que sus guarismos invitaban a ello.

Un varapalo que, en vez de afligir, robusteció el plantel. Una tónica que se ha repetido en varias ocasiones a lo largo del año, dado que este Real Valladolid se ha crecido ante las adversidades que se le han ido presentando.

Pero como "el fútbol no tiene memoria", poco importa ahora, una vez logrado el objetivo en una fase de promoción en la que la hinchada ha tenido una respuesta sobresaliente agasajada por ese concepto que aglutina la filosofía "made in Djukic".

El #SomosValladolid, lema que se ha convertido en el santo y seña de la afición y toda la ciudad, resume el sentimiento de unión, de lucha constante y comprometida por el que ha abogado el serbio desde que llegó.

Una filosofía que cree en el juego limpio y reniega de los dislates que se vienen cometiendo en el mundo del fútbol, un deporte que, según apuntó en una entrevista concedida a EFE, es "una poderosa herramienta para educar a los niños".

Formar en unos valores en los que cree fervientemente y que han contribuido a que este Real Valladolid, disfrazado de púgil rocoso capaz de resistir todos los golpes, regrese a la Primera División, el sitio en el que, por historia, merece estar.

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