En apenas unos meses, el Barcelona ha cambiado de rostro. Tras caer a la lona en Anoeta con un ritmo pasimonioso, ramplón y carente de alegría, volvió al País Vasco para demostrar que a estos jugadores aún le quedan fútbol en las botas. A diferencia de lo ocurrido hace unas semanas ante la Real Sociedad, el conjunto de Luis Enrique quiso ganar rápido y para ello hay que correr. Los logros de Guardiola pusieron en mal lugar un contragolpe que es el principal método con el que el técnico asturiano pretender alejar los fantasmas. Hay que comprender que no se profana la posesión acudiendo al vértigo. Ambos estilos son complementarios.
Y eso parece que le funciona a un Barcelona movido por un Leo Messi que tiene una misión en esta vida: volver al cetro mundial. Cuestión de ego. Ayer, el argentino volvió a reivindicar que, a día de hoy, es el jugador más en forma del Mundo. Puede que le superen en estadísticas pero la versatibilidad y la claridad a la hora de dibujar un pase no se compra. Con eso se nace. Así, 'el 10' hizo el primero de rebote tras lanzar una falta que tocó en Laporte y despistó a Gorka.
El Athletic salió rockero elevando la presión al área de Bravo pero el Barcelona, desde hace unas semanas, tiene claro que el contragolpe era el método necesario para acabar con la previsibilidad. Combinar ambos registros es el elixir que todos los equipos buscan para salir de la mediocridad. Ese es el motivo del cambio culé, ha encontrado un futuro basado en asociaciones lentas y rápidas. Así Luis Suárez alejó los fantasmas a la media hora. Habían pasado 30 minutos frenéticos pero él y Messi le pusieron tiento al asunto. Toque, toque y gol. A estras tres premisas le imprimieron velocidad en un ataque de vértigo. Era oficial: el Barcelona también se sentía bien a la carrera. El arte del contragolpe que entrenadores como Mourinho han elevado a la máxima potencia.
Salió el Athletic del vestuario dispuesto a ser todo lo valiente que le dejó ser el Barcelona y Rico, como ya hiciera el año pasado, dio esperanzas al Athletic. Ahí comenzó un duelo de golpes en el que salió ganador el púgil con mejor jab. Golpeó Rico, respondió De Marcos en propia puerta, Neymar volvió a golpear al costado, Aduriz intentó levantar al Athletic batiendo a Bravo y Pedro mandó a la lona al conjunto vasco después de una asistencia magestuosa de Messi.
Una vez sentenciado el combate, el respetable de San Mamés, un templo culto en el idioma futbolístico, ovacionó a los jugadores, coreó sus nombres y estos se esfumaron por el túnel de vestuarios. El fútbol no es boxeo pero ayer hubo un bonito duelo de golpes en Bilbao. Ganó el Barcelona, que también se ha ganado el derecho a considerarse el mejor equipo del momento. Nadie lo hubiera dicho hace dos meses. Quizás sea eso lo bonito del fútbol.
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