El Blancos de Rueda consuma su descenso

  • El Blancos de Rueda ha consumado hoy su descenso, al perder ante el Gran Canaria, en lo que ha sido la "crónica de una muerte anunciada", si bien los vallisoletanos confiaron en un postrero milagro para salvarse de la quema que, finalmente, no ha llegado.

Inés Morencia

Valladolid, 25 abr.- El Blancos de Rueda ha consumado hoy su descenso, al perder ante el Gran Canaria, en lo que ha sido la "crónica de una muerte anunciada", si bien los vallisoletanos confiaron en un postrero milagro para salvarse de la quema que, finalmente, no ha llegado.

Ha sido el desgraciado culmen de una temporada muy difícil, de salidas, llegadas de jugadores frustradas, técnicos que no han sabido llevar la batuta del equipo, lesiones, problemas económicos con Ley Concursal, incluida, que convirtieron al Blancos de Rueda en un polvorín, prácticamente desde el inicio de la campaña.

La enfermedad que ha padecido el club del Pisuerga se diagnosticó de manera temprana, ya que los primeros síntomas se produjeron con el tira y afloja entre la entidad deportiva y el anterior técnico del equipo, Porfi Fisac, que finalmente derivó en la marcha de éste hacia el Fuenlabrada y en la llegada tardía de Luis Casimiro.

El siguiente síntoma fue la lesión del pívot Eduardo Hernández-Sonseca, que se descubrió después de haber sido presentado como jugador del equipo, y que tiró por la borda los planteamientos de la dirección deportiva del club, que se decantó por Dalibor Bagaric para sustituir al interior madrileño.

Ese pívot en el que se depositó toda la confianza, un jugador experimentado, de calidad contrastada, disputaría tan sólo cuatro partidos con el equipo vallisoletano, pero no en el orden establecido, ya que el primer encuentro ante el CAI Zaragoza fue suspendido al no llegar el tránsfer de la FIBA en tiempo y forma.

Al final, los pases de Bagaric y Jason Robinson llegaron, pero la pandemia había comenzado a extenderse en el club y el pívot croata abandonaría la disciplina morada a las pocas semanas "por falta de adaptación" al equipo, al entrenador y a la ciudad.

Su sustituto iba a ser el pívot dominicano Jack Michael Martínez, pero éste no obtuvo el correspondiente visado y, tras una tensa espera, el club se decantó por Aloysius Anagonye, un jugador de potente físico que, sin embargo, tampoco cumpliría con las expectativas.

A esta lista de idas y venidas se añadiría en diciembre Michael Umeh, al que Casimiro no supo sacar rendimiento y que no dudó en aceptar una oferta alemana, dejando en el equipo vallisoletano un hueco en el perímetro que, a la postre, ocuparía Samo Udrih.

Umeh no sería el último jugador en marcharse, ya que el club optó por cortar a Seawright, al no estar al nivel que se esperaba de él, para incorporar a un interior de garantías que permitiera al equipo morado dar un paso adelante en firme y asegurarse la permanencia en la categoría.

Ese jugador sería Curtis Borchardt, al que tuvieron que poner "entre algodones" desde que aterrizara en la cancha vallisoletana debido a la gran cantidad de lesiones que acumulaba en su historial médico, aunque el center estadounidense sí fue acoplándose poco a poco para convertirse en un referente, pero ya tarde.

Los inicios del 2012 supusieron para el Blancos de Rueda afrontar la conocida como cuesta de enero, puesto que en este mes se produciría la destitución de Casimiro y la lesión del base titular del equipo, Stephane Dumas, además de la reincorporación a la plantilla de Hernández-Sonseca.

La destitución de Casimiro era algo que también se vino venir, ya que el técnico manchego nunca fue capaz de hacerse con el timón de la nave morada y fue sustituido por el segundo entrenador, Roberto González, en otra apuesta arriesgada de la junta directiva.

En cuanto a la lesión de Dumas, fue dolorosa para él y para todo el equipo, ya que dejaba la posición de base renqueante, con Uriz como único ocupante y, aunque el club buscó un jugador que pudiera aportar un plus al cuadro vallisoletano, ese recambio nunca llegó, con lo que fue Udrih el encargado de echar un cable a Uriz en la dirección del juego, aunque sin demasiado éxito.

Aún quedaba otra nueva salida: la de Hervé Touré, un jugador que también prometía mucho pero que, ante la falta de liquidez del club, se fue apagando hasta que finalmente decidió abandonar la disciplina del equipo, que se mostró más unido que nunca y cerró filas tras su marcha.

El club ficharía entonces a Songaila, que llegó en marzo para disputar diez partidos y que, al igual que el resto del equipo, se convirtió en un jugador irregular, que apenas tuvo tiempo para acoplarse a sus compañeros y que, por tanto, jugó muy limitado en ese aspecto.

Demasiadas piedras en el camino para un equipo de los denominados "históricos" en la liga ACB, ya que siempre ha militado en la máxima categoría del baloncesto nacional, excepto en la temporada 2008/09, en la que consiguió de nuevo el ascenso tras un año en LEB Oro, y la que afrontará el próximo año, si no se produce un milagro en los despachos durante el verano.

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