El chándal de Pep y el traje de Marcelo

  • En Máximo Paz, un pueblecito a 80 kilómetros de Rosario, difícilmente los asados duran once horas, salvo que dos de los comensales sean Marcelo Bielsa y Josep Guardiola y acaben hablando de sus cosas, esencialmente de fútbol.

Francisco Ávila

Barcelona, 14 may.- En Máximo Paz, un pueblecito a 80 kilómetros de Rosario, difícilmente los asados duran once horas, salvo que dos de los comensales sean Marcelo Bielsa y Josep Guardiola y acaben hablando de sus cosas, esencialmente de fútbol.

Ese fue su primer encuentro. Se estaba planteando Guardiola la idea de ser entrenador y junto con su amigo escritor y cineasta David Trueba viajó en 2006 a Argentina para conversar con los grandes de los banquillos: Ricardo Lavolpe, César Luis Menotti y también con Bielsa.

Los detalles de aquel encuentro los ofreció tiempo después David Trueba en el diario 'El País'. Hoy, tiempo después, se ha demostrado que el fútbol de Bielsa y el de Guardiola beben de las mismas fuentes y que en el fondo, no en las formas, ambos son más parecidos que el chándal de Marcelo o el traje de Pep pueden denotar.

Cuenta Trueba que en aquella conversación, Bielsa tensó la cuerda e interrogó a Guardiola sobre los motivos que le llevaban a regresar al ruedo del fútbol después de conocer los códigos internos.

"¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del fútbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, aún quiere volver ahí, y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre", asegura que le preguntó 'El loco'.

"Necesito esa sangre", dice Trueba que respondió Guardiola. Y esa sangre es la que Pep ha perdido por el camino después de cuatro años de exigencia máxima.

El chándal de Bielsa y el traje de Pep son la misma cosa. Fue el argentino quien le explicó a Guardiola que ofrecer entrevistas personalizadas sería crear precedentes entre unos medios y otros, aunque en su caso Marcelo estaba escaldado por la mala relación que mantuvo durante tiempo con los grupos mediáticos de su país, especialmente cuando dirigió a la selección argentina durante cinco años.

Pep decidió optar por el mismo camino. ¿Qué diferencia hay entre una emisora pequeña y el periódico más poderoso? La respuesta le llevó a uno y a otro a eternizar las ruedas de prensa para atender a los más poderosos y a los medios más pequeños. Bielsa hasta perdió más de una ocasión un avión debido a la duración de los encuentros con los medios de comunicación.

Dicen que al margen de los informes técnicos, lo que más pesó para que el Barça fichara el verano pasado al chileno Alexis Sánchez fue una llamada de Pep a Marcelo: "Es buena gente". Guardiola tuvo suficiente.

Más allá del fútbol de ataque, de la presión cerca del área contraria y del rigor posicional, ambos se identifican con aquel fútbol que Louis van Gaal mostró al mundo entrenando el Ajax de Amsterdam, pero también con una manera particular de vivir el fútbol.

Más similitudes. Cuando Bielsa abandonó la selección argentina en 2004, después de dejar al equipo clasificado para el Mundial de Alemania, el técnico resumió por qué había decidido poner punto a final a su etapa en la albiceleste.

"La energía que exige absorber todas las tareas que implican ser entrenador de la selección que son muchas, muy variadas y que exigen, que demandan, una gran responsabilidad... Hay una gran contracción, ya no tenía esa energía ni ese impulso", dijo entonces el rosarino.

El discurso que Guardiola utilizó para poner punto y final a su etapa al frente del Barça tiene algunos puntos en común: "El tiempo lo desgasta todo y yo me he desgastado. Me he vaciado y necesito volverme a llenar. La exigencia ha sido muy alta y para seguir, el entrenador necesita esa vida, esa pasión, esa energía para contagiar a sus jugadores...".

Bielsa tardó tres años en llenar el depósito, los que empleó desde que se fue de la selección argentina hasta que se convirtió en seleccionador chileno.

Guardiola está en el proceso final de vaciado. Medio mundo del fútbol se disputa sus servicios mientras él sólo piensa en apurar sus días. La próxima vez, tal vez en alguna hacienda, no hace falta que sea tan lejana como aquella en Máximo Paz, Guardiola puede volver a sentir la llamada del fútbol. Por ahora no necesita esa sangre. EFE.

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