De nuevo Siena, con sus murallas y su casco antiguo que rezuma historia. En 2011, el Palasport Mens Sana presenció la puesta de largo de un Real Madrid que, por primera en el último lustro, parecía confirmar las opciones al título que en los últimos años se habían desvanecido con el Maccabi Tel Aviv y Panathinaikos. El año nuevo, en cambio, deja una situación extrema para los blancos, a los que casi se les exige un auto de fe para seguir vivos en la Euroliga.
El Madrid se cruza en el camino de San Ansano, un joven romano que fue bautizado en la fe cristiana y denunciado por su padre. Huyó a Siena, donde predicó hasta ser degollado el 1 de diciembre del año 304 –pudo haber sido también el año anterior-, víctima de la persecución de Diocleciano. La ciudad había encontrado a su nuevo patrón.
Las cuentas están claras para el campeón de la Copa del Rey. Para acceder a los cuartos de final de la Euroliga necesita vencer al Montepaschi de Siena y esperar noticias del Martín Carpena. Si el Unicaja vence al Gescrap Bilbao, los madridistas serán primeros de grupo si ganan por más de 20 puntos en Italia y serían segundos si consiguieran una renta menor.
Una victoria del equipo vasco unida a un triunfo del Madrid en Siena provocaría un infartante triple empate en la clasificación, con un hipotético balance de 4 victorias y 2 derrotas. Para este supuesto, los de Pablo Laso necesitarían un resultado mayor: una renta de 23 a 29 puntos les dejaría segundos de grupo, mientras que vencer por 30 o más puntos les colocaría directamente como primeros, evitando al CSKA de Andrei Kirilenko. El último partido del Top 16 deja para los blancos una situación prácticamente límite.
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