Froome, la fiera encajonada

  • "Chris Froome es como una fiera encajonada que espera que le suelten las riendas", resume Laurent Jalabert el estado del británico que secunda a su compatriota y jefe de filas en la general del Tour de Francia Bradley Wiggins.

Luis Miguel Pascual

Foix (Francia), 15 jul.- "Chris Froome es como una fiera encajonada que espera que le suelten las riendas", resume Laurent Jalabert el estado del británico que secunda a su compatriota y jefe de filas en la general del Tour de Francia Bradley Wiggins.

"Sería capaz de ganar el Tour de Francia si no estuviera en el Sky", afirma Froome en una entrevista con el diario "L'Équipe", una de las pocas ocasiones en las que el inglés nacido en Kenia se confiesa ante la prensa. Y deja entrever las contradicciones de un hombre que se sabe fuerte pero que no puede demostrar su potencia.

Chris Froome, el ciclista de 26 años que saltó a la popularidad en la pasada Vuelta a España, donde fue segundo, es un misterio para todo el mundo.

A ello contribuye su personalidad y el hermetismo que rodea al Sky. Pero sus palabras a "L'Équipe" denotan que no es el alma cándida que pretende y que soportar la disciplina del equipo y no lanzar la batalla contra su compañero es más penoso de lo que parece.

Froome se cree más fuerte que su compañero y no es el único que lo piensa.

Bernard Hinault y Eddy Merckx, que suman cinco Tours cada uno, opinan lo mismo, igual que otros exciclistas que siguen la caravana.

"Desde el principio del Tour, Froome ha demostrado ser el más fuerte. Cuando quiere y donde quiere, sobre todo en montaña, se destaca de todos. En la 'crono' de Besançon cedió sólo 29 segundos a Wiggins, que para él son dos pedaladas subiendo", aseguró el belga.

El francés es menos tajante, pero también opina que la ventaja de Froome en la montaña colma con creces la desventaja en la contrarreloj. "Qué Tour más hermoso habríamos visto con Froome, Contador y Andy Schleck", se lamenta el francés.

Pero el británico se pliega al pacto, al plan establecido de antemano en el que Wiggins sería el jefe de filas porque el recorrido, con más de cien kilómetros contrarreloj, era más favorable para el excampeón olímpico y del mundo de pista.

"Si al año próximo el recorrido tiene más montaña las cosas serán diferentes", afirma Froome, convencido de que "el Sky será honesto y todos los ciclistas trabajarán" para él, como él lo ha hecho para Wiggins. Incluido el propio Wiggins, del que espera "recibir todo lo que le (ha) dado".

Froome sería otro si no fuera por ese pacto. Y el Tour sería diferente si Froome pudiera librarse de la disciplina del Sky, una máquina engrasada en la que hasta el último detalle ha sido pensado para que Wiggins gane en París. Difícil para el "keniano blanco" salirse de guión establecido con tanta meticulosidad.

En la película escrita de antemano en algún despacho de Sky, Froome sólo puede esperar a que Wiggins falle de forma más estrepitosa de lo que hizo en la subida a la Toussuire, cuando un ataque de su compañero le dejó aislado, hasta que las órdenes del pinganillo restablecieron el "status quo".

Froome sabe que tiene que esperar a que su compañero vuelva a fallar. En los Pirineos. Y entonces sí, entonces lanzarse a por el triunfo. Si no, sólo le queda esperar.

Froome es joven y repite que "algún día" ganará el Tour de Francia. Asegura que no tiene prisa, pese a que no lanzarse este año a por la victoria le atormenta.

"Ganar el tour puede cambiarme la vida. Por eso es un gran sacrificio", dice el ciclista, que desvela sus sentimientos cuando frenó en La Toussuire: "Fue difícil, uno no tiene todos los días la oportunidad de ganar el Tour de Francia".

Cuando vea a su compatriota vestido de amarillo por los Campos Elíseos de París, su sentimiento será contradictorio: "Será un gran momento para Inglaterra", afirma, antes de precisar que ya ningún otro súbdito de su Majestad británica volverá a ser el primero en hacerlo.

No poder marcar la historia del país cuyo pasaporte luce le crea un malestar. Sabe que ya no será el primero británico en ganar el Tour, pese a que siente fuego en sus piernas como para que nada le detenga. Nada menos la palabra dada.

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