Julio César, de paria a héroe nacional de Brasil

  • Con una actuación regia en la tanda de penaltis contra Chile, Julio César cauterizó las heridas abiertas hace cuatro años en Sudáfrica y se ganó el respeto de todo Brasil, donde ha pasado de paria a ser venerado como un salvador de la patria.

Manuel Pérez Bella

Río de Janeiro, 29 jun.- Con una actuación regia en la tanda de penaltis contra Chile, Julio César cauterizó las heridas abiertas hace cuatro años en Sudáfrica y se ganó el respeto de todo Brasil, donde ha pasado de paria a ser venerado como un salvador de la patria.

El peso de sus errores en el ya distante partido de cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010 contra Holanda, enterró su fama de mejor portero del mundo, fue una condena ante los ojos de la "torcida" brasileña y provocó que su carrera entrase en barrena.

Menos de dos años después de fallar en la salida de puños que propició el segundo gol de Wesley Sneijder en Port Elizabeth, Julio César se vio fuera del Inter de Milán, el club de su vida, y pasó a sufrir un aluvión de goles y de críticas en el Queen's Park Ranger inglés, con el que acabaría como suplente en segunda división.

Hundido, desacreditado, denostado y con demasiadas canas para competir con los jóvenes, apenas hubo un equipo que le abrió las puertas y le permitió ser titular, el Toronto canadiense, un club fundado en 2006 que le fichó el pasado febrero para ganar visibilidad en la liga de Estados Unidos.

Sólo un entrenador como Luiz Felipe Scolari, con fe ciega en las personas a las que profesa confianza, se atrevió a sacarle de su destierro, primero en el QPR y luego en el Toronto, para devolverle al trono que supone la titularidad de la selección, aun teniendo en contra a toda la prensa y a gran parte de la afición brasileña.

"Sólo Dios y mi familia saben lo que pasé y lo que paso hasta hoy". De ese modo, con lágrimas en los ojos, resumió Julio César la angustia que ha vivido en los últimos años, nada más terminar el partido contra Chile.

A sabiendas de la falta de confianza generalizada, el guardameta llegó a afirmar, al comienzo de la concentración del Mundial, que era consciente de que Felipão "corría un riesgo" con su convocatoria, pero se dijo dispuesto a corresponder en el campo, como hizo en los octavos del Mundial.

Julio César fue fiable en la Copa Confederaciones y en el Mundial ha ido ganando confianza poco a poco, con intervenciones decisivas en la primera fase de la competición y también con cierta ayuda de la suerte y los postes, que suelen favorecer a los campeones.

En el partido inaugural contra Croacia aún mostró ciertos titubeos al salir de la puerta, pero a cada partido se ha ido asentando, afianzando y adquiriendo una convicción en su propias capacidades que se ha traducido en el aplomo del que hizo gala ante Chile.

Su actuación ante el equipo de Jorge Sampaoli, con dos penaltis detenidos tras 180 minutos de agonía, a Mauricio Pinilla y a Alexis Sánchez, le devolvieron la gloria y los laureles a los 34 años.

No fue la primera vez que Julio César salva a Brasil. Hace diez años metió a la selección en la final de la Copa América de Perú 2004 y fue decisivo para ganar el torneo en dos tandas de penaltis sucesivas, contra Uruguay en las semifinales y contra Argentina en la final.

Ahora se ha convertido en el cuarto portero brasileño que tiene el honor de ser titular en más de un Mundial, algo que hasta ahora sólo habían logrado míticos arqueros como Gilmar, Emerson Leão y Taffarel.

De esa lista de nombres legendarios de la portería, Gilmar se consagró ganando dos mundiales (1958 y 1962) y Taffarel se coronó al ser campeón, en la tanta de penaltis, en el Mundial de 1994.

Julio César fue uno de los villanos en Sudáfrica 2010 y ya se ha ganado un lugar en los libros de historia de este Mundial al salvar a los anfitriones de la debacle con una eliminación prematura.

Tres peldaños es la distancia que separa a Brasil de ganar la soñada final del Maracaná y a Julio César, de la corona que lo introduciría para siempre en la dinastía de grandes porteros de un país donde todos los niños quieren ser delanteros.

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